Con un clásico del belcanto italiano culmina la temporada de ópera del Teatro Colón. Hoy a las 17 se estrenará Norma, de Vincenzo Bellini, en una producción que contará con algunas variantes respecto a lo anunciado a principio de año. El casi idílico conflicto entre galos y romanos se tuvo que adaptar al acaso menos lírico calendario que reúne a los poderosos del mundo del G-20, en una Buenos Aires inmóvil para la foto. Finalmente serán cuatro las funciones, en lugar de las seis oportunamente programadas. Las restantes tendrán lugar martes, miércoles y viernes a las 20.
Por otro lado, la soprano italiana Barbara Frittoli y el tenor estadounidense de origen uruguayo Gastón Rivero fueron reemplazados por otra italiana, Anna Pirozzi, que debutó en el rol de Norma el año pasado en Madrid, y el mexicano Héctor Sandoval. El elenco se completa con la soprano estadounidense Christina Major (que será Norma en la función del martes 4), la soprano italiana Annalisa Stroppa en el papel de Adalgisa y el barítono Fernando Radó como Oroveso. La mezzosoprano Guadalupe Barrientos interpretará a Clotilde y el tenor Santiago Burgui será Flavio. En lugar de Stefano Vizzioli el director de escena será Mario Pontiggia, la escenografía estará a cargo de Enrique Dartiguepeyrou y Claudia Bottazzini, el vestuario de Anibal Lápiz y la iluminación de Rubén Conde. El director musical será Renato Palumbo, al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón.
Satisfecho tras el ensayo general, Pontiggia asegura que se logró una muy buena versión de Norma. “Los títulos de repertorio son siempre delicados, porque existen numerosas referencias para juzgarlos, pero es un riesgo que me gusta correr”, dice el director de escena argentino radicado desde hace años en España. “Norma es una ópera maravillosa y esta puesta cuenta con intérpretes muy buenos. Hicimos una lectura franca de la obra, sin dobleces”, agrega.
A Pontiggia le cuesta sonreír. Pero no parece un tipo antipático. Más bien se le nota la urgencia por hablar, decir cosas. Es la hora del almuerzo y para la charla con PáginaI12 elige el comedor del personal, en los subsuelos del Colón. “Venga, conozca el corazón del teatro”, advierte y se sienta en una mesa en la que justo el comensal anterior había dejado su plato con restos de comida. Antes de llegar a Norma, la charla pasa por los prejuicios que despierta la cultura, en un mundo muy parecido al que había anticipado Orwell. “El principal desafío de los operadores culturales es posibilitar el acceso general a esos bienes. Hoy en día las redes nos dan muchas posibilidades en este sentido, pero en el mundo el nivel de educación real ha bajado muchísimo. Hay una forma de ignorancia planificada que permite a los poderosos manejar ciertos contextos con más facilidad”, reflexiona Pontiggia, que cuando finalmente llega a hablar de su versión de Norma asegura que será “sin transposición de época, ni otras forzaturas”.
“Norma no es un personaje político, no es la Pasionaria que conduce al pueblo”, dice Pontiggia acerca de la suma sacerdotisa de los celtas, hija del jefe de los druidas. “Mi visión del drama está centrada en la vida de tres mujeres: Norma, la joven Adalgisa y Clotilde, la confidente de Norma. Me centro en este matriarcado, que es propio de la época. Polión, el otro protagonista, padre de los hijos de Norma y amante de Adalgisa, es un catalizador del drama, es decir interviene sin alterar”, define.
Estrenada en 1831, Norma está compuesta sobre el libreto de Felice Romani extraído de la tragedia de Norma ou l’infanticide, de Alexander Soumet, puesta en escena por primera vez ese mismo año en París. Una actualización en clave romántica de temas que atraviesan el tiempo, desde la tragedia griega. “Soumet, es de los escritores que marcan un punto de inflexión entre la tragedia clásica y el Romanticismo. En este sentido Norma es el perfecto equilibrio entre las dos corrientes. En las acciones públicas los personajes son épicos, como de tragedia griega, pero en las pasiones privadas son románticos. Resultó muy atractivo trabajar eso”, asegura Pontiggia, que subraya el rol de madre de la protagonista. “Norma condiciona su rol político a su situación de madre. Ella sabe que si se le escapa una palabra y los galos entran en guerra con Roma, se queda sin hijos. Ese es el punto más interesante que tiene la ópera”, agrega el director de escena que debutó Norma hace 25 años, en Italia, y desde entonces asegura ser inmune a lo que llama “el síndrome Asterix”. “La lucha entre romanos y galos no me interesa, no tiene que ver con esta historia”, advierte.
En su maquinaria dramática, Norma es una ópera abundante de música, con melodías trajinantes, pero también grandes escena declamadas, por lo que se la suele señalar como una ópera estática, que plantea cierta necesidad de movimientos escénicos. “Eso es relativo. La acción sucede en los recitativos y el momento estático, la reflexión, está en una música maravillosamente estructurada. Lo complicado son los grandes recitativos en los que Bellini pide mucha expresividad, cambios de color, inflexiones del italiano, con cambios de tonalidad que no son para nada casuales. Trabajamos mucho eso, para lograr una dinámica particular, que sin ser vertiginosa parezca expedita. Y eso se puede hacer cuando uno cuenta con buenos cantantes, como en este caso”, subraya Pontiggia, que supo sumarse para conducir los trabajos ya empezados. “Llegar con el proyecto ya comenzado y trabajar con lo que se había hecho no fue un dificultad, al contrario. Los escenógrafos había trabajado sobre una idea que tenía que ver con los grabados antiguos, a la manera de Gustav Doré, y eso me interesó, porque daba cierto distanciamiento de la escena que me parecía oportuno. Así fue que pensamos en una evocación de la antigüedad, una antigüedad falsa, como en toda invención dramática. También por eso le pedí a Aníbal (Lápiz) un vestuario monocromático. Salvo un elemento de color en el final, el resto son blancos, grises, beiges”, detalla.
“En definitiva, Norma es un buen ejemplo de la sublimación femenina del melodrama. Como en tantas óperas de esta época, la mujer es el centro de la ópera, es la deseada, la humillada, la salvada”, concluye Pontiggia. “En este caso hay una gran complicidad femenina entre Norma, su confidente Clotilde y Adalgisa, a quien Norma no increpa cuando descubre que fue seducida por Pollione. Al contrario, le advierte su ingenuidad y le recuerda que a ella le pasó lo mismo. Es pura sensibilidad femenina. Quise centrarme sobre lo que movía a estas mujeres, en un contexto en el que el gran macho queda al margen”.