Durante esta parte del año, los días nórdicos tienen las horas de luz contadas. Aunque existen otros Días Nórdicos como un puente hasta esta parte del globo y su resplandor creativo. Se trata de un encuentro amplio, lleno de música boreal, artistas multitasking, experiencias pedagógicas alternativas, charlas sobre sustentabilidad, exhibiciones artísticas, talleres de animación y la proyección de una filmografía tan rica como simple. Es un festival gratuito concebido como un gran “laboratorio creativo a cielo abierto” –dicen sus responsables– entre artistas, gestores, arquitectos, cocineros y educadores. El epicentro será el Centro Cultural Recoleta pero también habrá actividades en Casa del Bicentenario y una programación que se extenderá desde hoy hasta el próximo domingo (desde el sábado se desarrollan las actividades cinéfilas en la Sala Lugones del San Martín). 

Pocas regiones del planeta despiertan tanto interés y exotismo monolítico. Esta programación, entonces, permite espiar, disfrutar y aprender de sus arts & crafts. Lo más atractivo es que le da vida a esa panacea en la que Björk se abraza con Zlatan Ibrahimoviæ, hay fiestas paganas como el Yule, en las escuelas no se dan tareas y a los urbanitas se los define como chicos Ikea. “Este año la familia se agranda porque hay muchas actividades nuevas, siempre con la idea de laburar en procesos, la lógica del festival es el intercambio y la creación, la vocación de asociar experiencias y artistas de ambas partes es fundamental”, explica Nicolás Wainszelbaum, uno de los curadores del evento, entrevistado por PáginaI12. 

Nacido como un festival de corte musical, Días Nórdicos echó anclas en nuestro país hacia 2014 luego de su puntapié en España. Bajo el ala de Rubén Scaramuzzino, la factoría fue creciendo en campos de acción, generando más vínculos y canales de retroalimentación entre referentes iberoamericanos con los de la comarca escandinava. Y aunque se extienda en varias directrices, es claro que la pata artística sigue siendo el corazón del proyecto. Su productor musical será nuevamente Axel Krieger, responsable de fomentar un diálogo entre los visitantes y los exponentes locales (Rosario Bléfari, el rapero Miloo Moya, el charrúa Dani Umpi y Mariana Michi). Esta búsqueda particular diferencia a Días Nórdicos de otros proyectos de exportación musical y estrategias de posicionamiento como el Selector Pro –encarado por el British Council–, el Sounds from Spain y, más allá en el tiempo, el mítico Cargo 92 francés que trajera por única vez a Mano Negra a nuestro país. 

El año pasado el festival se tomó un impasse por esta latitud aunque no fue así para los artistas argentinos que viajaron a Dinamarca. El tucumano Diosque y la mendocina Mariana Päraway llevaron sus canciones hasta el festival Spoten, en la ciudad de Aarhus, considerada la plataforma musical más trascendente de esa región. Lo que le sucedió a Lucio Mantel es un buen ejemplo de lo que Wainszelbaum destaca sobre el “feedback como motor”. Le asignaron trabajar con Teitur  y enseguida entraron en sintonía. “En nuestra primer media hora de trabajo surgió la canción “I have found my happiness”, la letra es suya y la música es de los dos aunque debo decir que un poco por mi mal manejo del inglés y por la timidez del primer día, no pude aportar tanto como él”, repasó el músico en su cuenta de Facebook. Ese tema luego fue editado en el nuevo disco del “Fito Páez de las Islas Feroe” –según define Wainszelbaum– y llegó a los oídos de Mandy Patinkin (el actor de Homeland) quien también decidió grabarla en su placa. 

La expansión del festival hacia otras varias vertientes fue un paso natural pero, según los realizadores, deriva de la potencialidad que hoy rige desde lo digital y permite cierta convergencia de miradas. “Hoy es difícil hablar de lenguajes estancos. En lo musical tenés tipos que además de lo estrictamente suyo hacen sus videos, performances, se gestionan y cruzan con otras disciplinas sin problemas. Pero además manda el interés de mostrar el talento y la ética de trabajo nórdica que es muy singular, está acompañada por un modelo de gestión, donde la innovación y el mundo de los negocios nunca pierden de vista la escala humana”, expone el sociólogo. Por eso es que además de los recitales, desde la organización recalcan los workshops sobre las miradas alternativas en pedagogía y arquitectura. “Hay mucho para aprender desde esa lógica donde la cooperación es una política sostenida. Lo bueno es que desde su cultura generan un marco de lo posible”, cierra Wainszelbaum.