El debate oral y público sobre los secuestros y las torturas sufridas por obreros de Ford durante la última dictadura cívico militar llegó a su fin y la semana próxima las víctimas que sobrevivieron décadas sin justicia, así como las familias de aquellas que no lograron llegar hasta hoy, sabrán si el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín condena a Pedro Müller, gerente de Manufactura y virtual número dos de la planta que la automotriz todavía tiene en General Pacheco, y a Héctor Sibilla, ex jefe de seguridad. También aguardará una nueva condena el represor del Ejército Santiago Riveros. Las querellas y la Fiscalía solicitaron 25 años de cárcel para los tres. La abogada que representa la querella de los trabajadores, Elizabeth Gómez Alcorta, destacó que “durante el juicio no quedaron dudas” de la responsabilidad de los acusados en los delitos de lesa humanidad cometidos contra los operarios de la automotriz dentro y fuera de la planta de General Pacheco y remarcó que “aunque haya condena o no, este juicio ya está ganado desde el momento en que las defensas reconocieron los aportes de Ford en la represión dirigida a los trabajadores de la empresa en coordinación con la dictadura”.
La sentencia llegará el 11 de este mes después de que Müller, Sibilla y Riveros hagan uso, si así lo deciden, del derecho procesal que tienen de decir algo, lo que quieran, antes de que sean condenados o absueltos.
Riveros ya pasó por esto más de una vez –colecciona graves condenas por su involucramiento en los crímenes de la última dictadura como jefe de Institutos Militares del Ejército–. Para Müller y Sibilla es la primera vez y, debido al rol como “civiles” que jugaron en esta historia, lo es también para toda la sociedad. ¿Por qué? Porque es la primera vez que directivos de una multinacional son juzgados y están a punto de ser condenados por la implicancia directa de la empresa en los secuestros y las torturas que sufrieron 24 trabajadores de la fábrica durante la última dictadura.
“Las defensas no negaron los aportes de la empresa en la represión dirigida a los trabajadores de la empresa en coordinación con la dictadura. No negaron que Ford marcó trabajadores sindicalizados, que elaboró listas negras, que aportó las camionetas en donde esos trabajadores fueron secuestrados de sus puestos de trabajo y los quinchos de la planta para que fueran allí torturados. Solo negaron la responsabilidad de sus defendidos, depositándola en los jerarcas que han fallecido”, explicó a PáginaI12 Gómez Alcorta. En ese sentido, sostuvo la abogada, “el juicio ya está ganado sea cual sea el resultado. Que los propios responsables reconozcan la complicidad civil de una empresa multinacional de la envergadura de Ford con el plan sistemático es un aporte para la historia colectiva de este país”.
Pasaron cuatro décadas para que la Justicia argentina comenzara a revisar la pata civil del terrorismo de Estado, a pesar de que las leyes de impunidad no lo impedían. En todo ese tiempo, no solo murieron impunes personajes altamente comprometidos con aquellos crímenes –en el caso de Ford, quien fue presidente de la planta durante los años de la dictadura, Nicolás Courad, falleció en 1989 sin siquiera ser investigado, mientras que el ex gerente de relaciones laborales Guillermo Galárraga llegó a estar procesado pero falleció en 2016–, sino que también fallecieron varios ex empleados que sufrieron los hechos en carne propia.
No obstante, para Gómez Alcorta no caben dudas de la participación directa de Müller y Sibilla en los delitos evaluados durante un año de juicio –el debate comenzó en diciembre de 2017, tras haber esperado tres años la conformación de un tribunal que lo ponga en marcha–. Al respecto, apuntó que “el juicio aportó muchos elementos de prueba” que reforzaron la versión de las partes acusadoras. “Hay juicios, por ejemplo los que se desa- rrollan en torno de un centro clandestino de detención específico, en los que no hay marcada diferencia entre los elementos recolectados durante la instrucción de la causa y el debate oral. En este caso, en cambio, el avance fue inmenso para poder verificar la intervención y los aportes de la empresa en los secuestros y las torturas ya que los testimonios tomados en instrucción estuvieron limitados a cuestiones represivas y en el juicio pudimos saber, gracias a los testimonios, cómo era la vida en la fábrica, cuál era el peso del personal jerárquico”, explicó Gómez Alcorta.
“Todo muy siniestro”
Pedro Troiani fue uno de los trabajadores que aportaron sus testimonios en instrucción y también en el juicio oral. Junto a otros dos compañeros tuvieron que soportar que Müller se les acercara tras una de las últimas audiencias y se les pudiera a charlar como si nada. Los dejó desconcertados, pero descubrieron, durante el alegato de la defensa particular del ex jerarca de Ford, el verdadero propósito de la maniobra: “El abogado dijo sin ningún tipo de sostén que una de las víctimas le había dicho que él sabía que su defendido no había tenido nada que ver, como si tal mención tuviera valor probatorio alguno. Y reforzó su jugada haciendo referencia a la charla que Müller había tenido con algunos de los trabajadores. Todo muy siniestro”, reconstruyó la querellante.
Otro destrato que los trabajadores debieron soportar por parte de la defensa del número dos de la planta en donde habían sido secuestrados y torturados fue la acusación de que impulsaban el juicio “para cobrar dinero”. Gómez Alcorta solicitó para el defensor de Müller, Nicolás Corleto, la revisión de sus dichos en el Colegio de Abogados de cara a una posible sanción.
La inspección ocular a la planta, en tanto, fue otra de las pruebas producidas durante el debate que le imprimió un plus, ya que permitió al Tribunal figurarse el lugar “neurálgico” que ocupan los quinchos, en donde fueron depositados los trabajadores secuestrados de sus puestos de trabajo, así como el poder coercitivo que tales secuestros –que se llevaron a cabo con personal del Ejército dentro de la planta y con camionetas de la propia Ford– para el resto de los trabajadores. “Los quinchos se veían desde todos los puntos de la planta, así como también quedó claro que los compañeros de cada sector vieron totalmente cómo determinados trabajadores eran secuestrados en plena jornada”, apuntó la abogada.