El repudio de los hinchas de River hacia los barras bravas de su club, los protagonistas reales del ataque hacia el micro de Boca el sábado 24 de noviembre último, se notó muy claro anoche en el estadio Monumental. Una parte de la gente que soportó en vano el inicio del Superclásico que finalmente no se jugó, insultó y silbó a los denominados Borrachos del Tablón, no sólo cuando ingresaron a la tribuna sino también cuando se disponían a entonar canciones de aliento al equipo.
“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, se escuchó contra la barra brava, en referencia a los incidentes ocurridos aquel día. Al mismo tiempo, se estaba desarrollando el partido ante Gimnaia. Y River pegó ahí primero. A los siete minutos, una gran acción del juvenil Alvarez derivó en una asistencia para el colombiano Borré (el apellido más ilustre de la noche), que puso el 1-0 frente a la humanidad del arquero Moyano, que realizaba su debut en Gimnasia tras sus pasos previos por Godoy Cruz y Aldosivi.
Casi por inercia, y por contar con los nombres más experimentados, el local se ponía tempranamente en ventaja en un encuentro repleto de jugadores sub-20. Por caso, entre los bancos de suplentes de ambos equipos, ninguno de los 14 futbolistas superaba los 22 años. Hasta había una dorsal con el número 40 (la de José Paradela, por la visita), de esas que poco se ven en el fútbol argentino. En la cancha, mientras tanto, el Lobo –con la cabeza puesta en la final de Copa Argentina ante Central del próximo jueves– presentó una alineación súper alternativa, con siete jugadores que no superaban la veintena de partidos en primera división.
En ese contexto, tras dominar ampliamente las acciones del encuentro, el lógico 2-0 llegó a los 36. El autor fue nuevamente Borré, aunque al igual que en el primero, el gestor fue una de las jóvenes promesas de River. Esta vez fue el talentoso Ferreira, quien se metió a pura gambeta en el área y generó un rebote que el colombiano mandó a la red sin ningún obstáculo en el camino. Previo a ello, la única acción de peligro platense había llegado tras un cabezazo del voluntarioso Hurtado, que terminó en las manos de Lux.
Gimnasia intentó reaccionar en el segundo tiempo, cuando descontó por intermedio del chico Melluso. De todas maneras, no estuvo al alcance de la igualdad en ningún momento, por las propias incapacidades de sus futbolistas. River aprovechó y aumentó la ventaja en el final, con un gol convertido por el joven Moya, que había reemplazado unos instantes antes a Cristian Ferreira. La victoria le sirve a River para levantar el ánimo después de la eliminación de la Copa Argentina, y para viajar a Madrid con la autoestima un poco más elevada. La final de la Copa Libertadores es ahora el gran objetivo de este año, y nada menos que ante su máximo rival de toda la historia.