“A mí me parece mucho peor que unos violentos que tiran piedras a un colectivo, los que escupen a otra persona que tienen al lado, me parece inaceptable. Es mucho peor lo que pasó con las autoridades del fútbol en el hall de la cancha que lo que pasó en la calle, porque eso denota una degradación. Influyó mucho más en los que tomaron la decisión de castigarnos en no dejarnos tener la final que falta en la cancha de River”, dijo ayer Mauricio Macri en una conferencia de prensa en la Casa Rosada. El Presidente intentó así vanamente despegar al gobierno del peor operativo de seguridad que se puso en práctica para uno de los partidos más importantes de la historia del fútbol argentino y sudamericano.
Las palabras de Macri, además, están totalmente alejadas de los fundamentos que llevaron a la Conmebol a trasladar la superfinal por la Copa Libertadores al estadio Santiago Bernabéu. Al dar a conocer el fallo donde impone que la revancha se juegue, desestimando el pedido de Boca de ser declarado campeón sin jugarla, el ente rector del fútbol sudamericano culpa directamente al gobierno por las fallas en el operativo que debió proteger el arribo de los jugadores de Boca en micro al estadio Monumental. Fueron tan evidentes esas falencias que el Gobierno de la Ciudad las asumió eyectando del cargo a Martín Ocampo, por aquel entonces ministro de Seguridad porteño. Precisamente, el pronunciamiento de la Conmebol estableciendo que la responsabilidad del ataque el micro xeneize era culpa del deficiente operativo de seguridad lo que torna inaceptable el fallo para las autoridades y los hinchas de River. Con razón, éstos se sienten perjudicados porque pierden la localía y la chance de participar de una fiesta seguramente inolvidable por otra de las cosas que hace mal el gobierno de turno.
Como en tantos aspectos de su accionar, el presidente rehúsa hacerse cargo de las cosas y las relata como si no tuviera implicado en las soluciones posibles. Como quien está más allá del bien y del mal, llama a la sociedad a reflexionar. Esa reflexión, el examen sobre lo sucedido es lo primero que él debería hacer, y a partir de ahí generar los cambios en las filas de su gobierno que permitan, por ejemplo,tener operativos de seguridad eficientes en los espectáculos deportivos. Las falencias de los mismos son bien conocidas por él, porque no son muy distintos de los que se hacían para frenar a los barrabravas que convivían con su gestión como presidente de Boca, entre 1995 y 2007.
Es cierto que no es precisamente un gesto de buenos modales escupir a otra persona, llámese Infantino, Tapia, Domínguez (los personeros de la FIFA, la Conmebol y la AFA mencionados por Macri), García, Pérez o Santana. Esos episodios son hechos repudiables, pero no tienen punto de comparación con el intento de lesionar a otras personas, emboscándolas y atacándolas a piedrazos, como sucedió con el micro de Boca por impericia de los servicios de seguridad y que motivaron que la Superfinal de la Libertadores se mudara a Europa.