RES (Raúl Eduardo Stolkiner, Córdoba, 1957) presenta en estos días, y hasta el 8 de febrero, la muestra “Una memoria tosca”, en la que articula memoria y revuelta, en relación con los ecos de ciertos acontecimientos de los años sesenta, como el Cordobazo (en torno de los procesos populares y los dirigentes político sindicales como Agustín Tosco) y las crisis económicas y políticas de los años sesenta y de fines de los noventa y primeros dos mil. Al mismo tiempo, la exposición pone en tensión la relación entre luchas populares y acciones de vanguardia (como la cordobesa Bienal IKA).

En la sala de la galería Rolf (de Esmeralda 1353), el fotógrafo muestra varias series reversibles (fotos –propias y de terceros– en el anverso y reverso de cada marco); fotografías transferidas a telas, una mesa de trabajo con fotos, portfolios y documentos, y una instalación similar a la que exhibió entre fines de 2012 y comienzos de 2013 en el Parque de la Memoria (un Citroen 3CV quemado, apoyado sobre libros de derecho, más un video).

Como explica Adrián Cangi en el texto de presentación, “Res cruza las siglas y consignas populares, el archivo y el testimonio, la relación entre arte y política, las fronteras entre arte y no–arte, los procesos de formación y procedimientos como fórmulas de su obra que retornan sobre la insistencia de intervenciones pasadas para interrogar el presente”.

PáginaI12 entrevistó a Res en la galería.

–Se puede hablar de una muestra que comienza en lo autobiográfico para meterse en lo político.

–La exposición parte de recuerdos de infancia, autobiográficos, en Córdoba. Recuerdos de la Bienal Kaiser de 1966 a la que me llevó mi papá, y en el marco de la cual John Cage presentó dos piezas breves en la sala de la Galería Cinerama. Recuerdo cuando, un mes antes, en la puerta de esa galería, la policía había matado al estudiante Santiago Pampillón. Por entonces la CGT Córdoba, en la que estaba Agustín Tosco, organizó, para homenajear al estudiante asesinado, una marcha del silencio de unos treinta kilómetros, desde Alta Gracia hasta Córdoba. La marcha no pudo llegar al centro porque fue reprimida antes. Ahí aparece una tensión entre, por una parte, el silencio reivindicatorio de una marcha representativa de las luchas populares y, por la otra, el silencio de la pieza “4´33´´” (que consiste en cuatro el minutos con treinta y tres segundos de silencio) que John Cage presentaría en Córdoba. Una tensión entre lo que viene abajo y las vanguardias iluminadas. Entre lo que es y lo que no es.

Cuando se produce el Cordobazo yo tengo once años y todo afuera de mi casa se vuelve deforme. La esquina, los alrededores, se transforman de un modo increíble. Tengo claros recuerdos de todo eso y de los días posteriores, porque lo vi a través de la ventana y la terraza de mi casa. 

–En las obras se ven imágenes de aquellos años y otras actuales, en los mismos lugares. La exposición presenta ecos de hace medio siglo, del Cordobazo, pero también de fines de los noventa y primeros dos mil, que reverberan en el presente.

–Me da la sensación de que las circunstancias que atravesamos ahora tiene relación con la que vivimos desde fines de los años noventa y primeros dos mil. No es igual, pero tiene puntos en común. Y mi propio malestar es similar. La relación con el contexto, lo que sucede con todo lo que nos conecta con el afuera, desde los poros, genera en mí una sensación parecida. Nos atraviesa algo que en mi caso no puedo contener. Por ejemplo, hace unos días, cuando fui a dejar la bicicleta en un estacionamiento, el playero estaba conversando con otro y decía, “… si es un paraguayo hay que pegarles cinco tiros en la cabeza…” yo lo miré muy sorprendido y él vio mi mirada y dijo “y después vienen los de los derechos humanos: hay que matarlos a todos”. Hay un clima que tiene similitudes con los noventa y ahora. Quizás en algunos aspectos ahora es peor. El instinto gregario está obturado.

–En la misma línea, el título “Una memoria tosca” funciona como una afirmación que vincula el pasado con situaciones del presente.

–La frase se relaciona con lo que decía y hacía Hugo Vidal hace diez años, cuando vi sus carteles pegados en Córdoba, a cuarenta años del Cordobazo, en los que se preguntaba “…Tenemos una memoria tosca?”. No me olvidé más de eso. Y ahora yo le saqué los signos suspensivos, el verbo y el signo de pregunta. Hay espacios de olvido, que van intercalados… como la piedra tosca, que es porosa. Así es la memoria.

–En los marcos, detrás de estas fotos tuyas de lugares precisos, tomadas recientemente, hay otras fotos, “históricas”, en las que se ven situaciones que sucedieron en esos mismos lugares, hace décadas. Un acto político reivindicatorio en contraste con la imagen del mismo lugar, vacío, fotografiado hoy. 

–Sucede que cuando uno está recordando algo, ese recuerdo disminuye en parte la percepción de lo que estamos mirando en este mismo momento. Del mismo modo, cuando fijamos la atención sobre algo presente, la memoria actúa por detrás. No podemos percibir con la misma intensidad, al mismo tiempo, ambas cosas. Estas fotos de anverso y reverso vienen a evocar esta cuestión fisiológica, psicológica y mental. En la fotografía “histórica” se ve un acto en el que está Agustín Tosco hablando en un acto político en el Córdoba Park, que era como el Luna Park de Buenos Aires. Ahora lo han convertido en Córdoba Sport Parking… un estacionamiento. El sector fotografiado y el punto de vista son los mismos.

–En otra foto hay una piedra que, contra lo que se cree (que las piedras son mudas)… en este caso resulta elocuente.

–Es una piedra de una calera próxima a Córdoba, que marcó la arquitectura de la Córdoba de mi niñez. Es la misma piedra de la Cañada; la misma que hay en un edificio emblemático como el del Correo, pero que está presente en otros edificios y construcciones. Y esta piedra relaciona una exposición que Juárez Celman llevó a París, y que está en la plaza Colón, que queda enfrente de la escuela donde hice la primaria, a metros de Xerox, que fue incendiada durante el Cordobazo; a la vuelta de Citroen, donde les prendieron fuego a los autos. Se ve la piedra de un bebedero que está frente a una confitería muy tradicional, La Oriental, que también fue incendiada. A veces la relación entre un lado y el otro es muy directa y a veces no. Pero no solo se juegan cuestiones de memoria y política, sino también cuestiones formales, de los tonos, la composición, el punto de vista, la restauración de imágenes históricas o de fotógrafos que se jugaron y documentaron con muy buen ojo aquellos sucesos.

* La exposición Una memoria tosca se exhibe en la galería Rolf, Esmeralda 1353, con entrada libre y gratuita, de lunes a viernes, de 11 a 20, hasta el 8 de febrero.