Teresa Usandivaras es bien conocida por su trabajo musical como parte de Los Musiqueros, un grupo que ya lleva treinta años de canciones para la infancia. Como directora de varios coros, como docente, también por sus trabajos solistas. Tal vez es menos conocida su otra faceta: además de música, Usandivaras es antropóloga, y como tal ha trabajado en el noroeste argentino, en el Amazonas peruano o en la lejana Africa. Fue reuniendo esta última experiencia de trabajo –“y de vida, porque siempre me va a acompañar”, aclara– con su faceta artística que creó el espectáculo Tu Thula: una manera de contar, con música, con imágenes y con relatos, lo que descubrió y compartió con aquellas tribus de cazadores y recolectores que no tenían contacto alguno fuera de su grupo, y de los que guarda “un recuerdo entrañable”. Lo presenta mañana a las 21 en el teatro Picadero (Pje. Santos Discépolo 1857).  

Usandivaras hizo ocho viajes como parte de las expediciones que dirigió Carlos Valiente Noailles, desde 1982 hasta 2008, y como antropóloga se especializó en los grupos bosquimanos de cazadores-recolectores que habitan en la Reserva Central del Kalahari en Botswana, Africa. De allí nació Tu Thula, que en zulú quiere decir Estar en silencio. Pero tuvieron que pasar varios años para que ese silencio diera paso a la música y a las palabras. “Creo que estuve en silencio para afuera, mientras por dentro procesaba todo esto tan fuerte vivido y aprendido. Porque mi último viaje al Africa fue en 2008; recién en 2014 empecé a abordar esta idea, lo hice en formatos más pequeños, y recién ahora me animo a darle la forma de un espectáculo ‘grande’”, reflexiona Usandivaras en la charla con PáginaI12. El resultado se verá y escuchará en las fotos que ella tomó, también en los relatos que surgen de sus diarios de viaje, y por supuesto en las canciones que interpretará cantando acompañada por udu (el intrumento de percusión africano) y accesorios. 

“Con este Tu Thula quiero pasar de estar en silencio a compartir todas esas vivencias, hacer conocer a este grupo tan entrañable de bosquimanos. A través de mis relatos, pero también a través de música africana, que es tan especial”, cuenta la música. Y así sonarán canciones de Botsawana, la región que visitó Usandivaras, en la lengua que allí se habla, tsetswana. Y se escucharán también los cantos bosquimanos que ella grabó en la Reserva Central del Kalahari. Pero también habrá canciones de Africa Central, en lengua sango; de Sudáfrica, en lengua zulú; de Kenya, en lengua luo; del Congo, en lengua kikongo; de Mali, en lengua bombora. “Es una buena excusa para cantar música africana, una entrada a esa música tan especial para mí. Como es tan entrañable la relación que hice con este grupo, todo lo africano me toca profundamente”, explica. 

–¿Qué considera especial de la música africana?

–Su condición tan coral. Y en muchos de los grupos que visité, tan vocal y armoniosa. Por ejemplo, cantaba una mujer, y el hombre que estaba conmigo le hacía naturalmente una segunda, con un gran oído. En general esta música tiene una fuerza especial, que tal vez tiene que ver con la transmisión de boca en boca. Pensemos que estos grupos no tienen escritura, entonces todo lo que se transmite es necesariamente oral. Es algo que viene de lejos y que se siguió cantando porque uno se lo cantó al otro, y al otro, y al otro. Son músicas tradicionales que hablan de temas que conciernen a todos: de las sequías, de las plantas, del sol. Conciernen a los adultos y a los niños, porque en esa transmisión los bosquimanos no tienen una diferenciación entre la vida de los adultos y la de los niños: Cuando se cantan las canciones, o cuando se cuentan los cuentos, los aprenden todos, y los aprenden de memoria. La música la hacen todos, la cantan todos y la bailan todos. 

–¿Qué devoluciones ha tenido?

–La gente sale muy conmovida, algunos van a ver el espectáculo más de una vez, lo cual es un gran halago. Me dicen que siempre encuentran algo distinto y algo que los toca. Se sorprenden con cosas de la vida cotidiana de esta gente, que hoy se viste con pieles, o que vive tan austeramente como para desarmar su casa y armarla en otro lugar cuando sea necesario. Y que al mismo tiempo sostiene tan fuertemente el trabajo en comunidad, una forma de educar, una concepción de la violencia como aberración humana.

La antropóloga hizo ocho viajes al Kalahari.

–¿Cómo fue armando el espectáculo?

–Como tengo mala memoria, fui llevando diarios de cada viaje. Tomé relatos y anécdotas de cada diario, cosas pequeñas y cotidianas, que para mí terminaron siendo habituales pero que son esas a la gente le sorprenden mucho. Después, la música africana es muy coral, y este es un unipersonal, así que me voy a valer de una loopera para ir grabando pistas y cantando arriba de mis voces. Y así, con los diarios de viaje y las fotos, voy contando y cantando. Es un unipersonal de relatos, cantos y fotos. Es un viaje. Y para mí es una celebración: es como entrar y rememorar los momentos, contactarme con ellos y celebrar con ellos. Lo único que puedo hacer como agradecimiento de lo que fueron estos viajes, es que otra gente los conozca, tender esta invitación a una pequeña celebración de este grupo.

–¿Y no pensó en volver al Kalahari?

–Siempre pienso cómo sería volver, pero no lo veo posible: Valiente Noailles murió y los dos argentinos de la expedición éramos él y yo, el resto eran africanos, alemanes... Por otra parte, lo que ocurrió luego con este grupo, que es uno de los últimos de cazadores recolectores de la actualidad, que tiene 20 mil años de historia, fue bastante triste. Ellos vivían en la Reserva Central del Kalahari, en un lugar de gran aislamiento, en medio de 53 mil kilómetros de desierto. Era impresionante porque en los primeros viajes íbamos a 10 kilómetros por hora, no había caminos, los vehículos se rompían... Pero en los últimos viajes ya ese paisaje empezaba a cambiar. Habían encontrado diamantes y empezaron a hacer caminos de prospección... Y el gobierno, para el que este grupo nunca había sido un tema, de pronto empezó a creer que era muy importante “incorporar al pueblo de los bosquimanos”. Estamos hablando de grupos que no habían tenido contacto con gente de afuera, que nos recibían solo a través de un “embajador”, alguien que nos presentaba y que daba fe de nosotros.

–¿Y qué pasó después?

–Los sacaron del desierto, a muchos de ellos. De hecho desde el 90 hasta el 2000 y pico, no pudimos viajar. No dejaban entrar porque se estaba sacando a un grupo muy arquetípico en la antropología. Los sacaron de ese desierto a reducciones. Y ahí se rompe la cultura, porque son cazadores recolectores y viven en comunidades muy pequeñas, de 70 u 80 personas. Pasaron a vivir en reducciones de mil personas. A pesar de todo, sé que estos grupos siguen defendiendo a su modo su cultura y su modo de estar en el mundo. Y esta es mi muy pequeño homenaje, y como dije, mi modo de celebrar lo compartido.