La comunidad educativa de la Escuela de Cerámica N° 1 de Almagro salió ayer a la calle para rechazar el traslado intempestivo de su sede al barrio 

Vélez Sársfield, a más de siete kilómetros de su actual ubicación, dispuesto de forma inconsulta por el Ministerio de Educación porteño. Autoridades de la escuela, docentes, no docentes, auxiliares, alumnos y familiares cortaron la avenida Rivadavia, a la altura de Bulnes, con la consigna: “No al traslado, si a la ampliación”. Después, realizaron una asamblea para rechazar la mudanza, que les fue comunicada via email el lunes pasado, que no sólo complicaría la vida de los estudiantes –el 80 por ciento de la matrícula pertenece al barrio–, sino la de muchos docentes que dictan materias tanto en el bachillerato como en la tecnicatura, que también funciona en el edificio, o en escuelas de la zona, y que no podrán compatibilizar las horas de clase. 

El lunes 26 de noviembre, a pocos días de finalizar el ciclo lectivo y con los alumnos ingresantes ya inscriptos para el curso del año próximo, la directora de Educación Artística de la Ciudad, Helena Alderoqui comunicó por email el traslado de la institución ubicada en Bulnes 45 a un edificio en la calle Juan B. Alberdi 4139, en la Comuna 10, que está destinado a la Escuela Artística Rogelio Yrurtia, con la que compartiría el predio. Esto es: a setenta y ocho cuadras del lugar actual, que equivalen a una hora y veintiocho minutos caminando o a veintitrés en auto, de acuerdo a Google Maps; y a entre 35 y 40 minutos de viaje en transporte público, de acuerdo a la aplicación oficial Cómollego.ba.

Con la mudanza de la escuela fundada en 1940, en la que fue casa-taller del maestro ceramista Fernando Arranz, la institución quedaría desdoblada en dos sedes que, según denuncia la comunidad educativa, impediría “la realización de proyectos pedagógicos en las distintas modalidades y grupos etarios, que hasta ahora se vienen desarrollando con grandes resultados”. A su vez, la distancia pondría en riesgo la fuente laboral de los docentes, quienes arman sus horarios de clase en función de la ubicación de las escuelas en las que trabajan, la mayoría de ellos en más de una institución. 

El traspaso también va a implicar la desorganización familiar de aquellos que están cursando, quienes deberán invertir más tiempo de viaje y utilizar varios medios de transporte para llegar al nuevo edificio. A lo que se suma la dificultad para los ingresantes, adolescentes que recién dan sus primeros pasos para adquirir autonomía, cuyos padres tal vez eligieron la escuela no sólo por su orientación o historia sino por la cercanía, y que ahora deberán enfrentar una travesía de casi 80 cuadras para estudiar.

“La mayoría de los alumnos son del barrio y con el traslado muchos se pueden quedar sin escuela. Y a los que están por ingresar, que ya se inscribieron y que se preparan para dar un examen, en ningún momento les dijeron que la escuela se iba a mudar. Recién la semana pasada, de forma arbitraria, el Ministerio anunció el traslado, cuando había un proyecto en la Legislatura para expropiar un predio lindero a la escuela para ampliar las instalaciones, y al que el Pro se negó a dar quórum”, explicó a este diario Andrea Bohus, mamá de dos alumnas del bachillerato, quien remarcó que el traslado “es un desarraigo, que atenta contra la identidad y la historia del barrio”, y “de una escuela” por la que pasaron artistas como Antonio Berni, Lino Spilimbergo, Liliana Maresca, Antonio Pujía, Emilio Villafañe, entre otros.

Celeste Mac Dougall, docente de la escuela, explicó que “esto es un proyecto que excede el reclamo del Cerámica porque lo que quieren es hacer un polo educativo artístico en esa zona, con todos los problemas que trae aparejado en relación a la propuesta escolar y a la centralización artística en un solo barrio”.

Desde hace años, la comunidad educativa, en la que se cursa el Bachiller con Orientación Cerámica y la Tecnicatura en Cerámica Artística; y Auxiliares en Cerámica, Vitral y Esmaltado sobre Metales, venía reclamando una ampliación porque les hace falta un comedor, un salón de usos múltiples y un lugar para hacer actividad física. 

El 22 de noviembre, se iba a tratar un proyecto de la legisladora de Unidad Ciudadana Victoria Montenegro, que declaraba de utilidad pública y sujeto a expropiación el edificio de Bulnes 27, lindero a la escuela, y la puesta en valor del edificio histórico porque presenta problemas edilicios. Sin embargo, el bloque oficialista, Vamos Juntos, decidió no permitir el debate.

Una semana después, la comunidad educativa denunció que Alderoqui, la directora general de educación superior Marcela Pelanda y la subsecretaria de planeamiento e innovación educativa Mariela Gallo, “irrumpieron sorpresivamente en nuestra escuela, interrumpiendo su normal funcionamiento e intentaron mantener una conversación a puerta cerrada con el estudiantado, sin sus docentes y sin la presencia de sus familias, con el pretexto de mostrarles ‘el proyecto’”. Tras el ingreso de las funcionarias porteñas, madres y padres se acercaron a la escuela y, según explicaron, las invitaron a concurrir a la asamblea. En línea con la política dialoguista que implementa el gobierno, declinaron la invitación. Ayer, el grito en la calle era uno solo: “El Cera no se va, el Cera no se va”.