En unos días se apiñan hechos. La conjunción puede ser azarosa. Pero sabemos que hay fuerzas que producen azar, corrientes de opinión, solicitudes secretas. El aleteo de una mariposa puede señalar el instante para que todos se desencadenen. Le llamaríamos azar, entonces, a la causalidad ignota que los hace confluir. Son causas, no azares. Solo que indirectas, mediadas, que pueden prescindir de la intencionalidad.
En la semana en que se desarrolló la reunión del G-20 en Buenos Aires, con una ciudad sitiada por las fuerzas de seguridad y las amenazas gubernamentales contra los intentos de movilización, hubo dos estremecedores fallos judiciales. Uno sobre el caso de Lucía Pérez y otro en el expediente por la muerte de Santiago Maldonado. En ambos fallos, las víctimas fueron consideradas responsables de sus muertes, sin que mediara delito ni crimen. La sexualidad y la vida de Lucía fueron juzgadas para dejar impunes a sus victimarios, y la militancia de Santiago lo dejó en el río equivocado. Ni los mercaderes narcos ni las fuerzas de seguridad tienen culpa alguna, desde la perspectiva de los jueces. Las sentencias se dictaron en la misma semana y trataron sobre casos que habían originado profusas movilizaciones. Por justicia para Lucía hicimos el primer paro nacional de mujeres, por la aparición de Santiago nos movimos en todo el país. Los jueces vienen a decir que nuestras movilizaciones son producto de la alucinación colectiva, la manipulación informativa, la paranoia política. Lo dicen en la misma semana en que todo el esfuerzo del gobierno estaba destinado a impedir movilizaciones contra el G-20 o al menos acotarlas a un desplazamiento ritual. Condenan a las víctimas para condenarnos a nosotres a la impotencia y a la paranoia respecto de nuestro propio criterio político.
La impunidad tiene un sentido político. Por eso, resistimos a esa impunidad produciendo modos de encuentro, asambleas, conversaciones, corrillos, artículos, movilizaciones, paros. Resistimos desde la razón y la sensibilidad. La impunidad viene a reforzar el disciplinamiento que tuvo su momento más cruento en los asesinatos. Se dirige hacia nosotras. Es posible por un aleteo mariposón: ganó las elecciones brasileñas un candidato con un programa explícito de derecha y eso abrió las compuertas para que el gobierno y todos los poderes busquen su legitimidad en su núcleo más autoritario. Entre el 3 de junio de 2015 y el triunfo de Bolsonaro no era posible un fallo como el de Lucía, en un caso con esa exposición y resonancia pública. Fue posible, también, porque entre ambos acontecimientos medió la derrota en el Senado y el feminismo fue el nombre de la amenaza para todos los conservadurismos.
Impunidad como disciplinamiento pero a la vez disciplinamiento por mano dura. Un gobierno que se recuesta sobre sus votantes más autoritarios, les brinda como compensación a todas las desdichas y privaciones, medidas de demagogia punitivista. Quiere fuerzas de seguridad sin controles, para que hagan lo que ya vienen haciendo. María del Carmen Verdú, de la Correpi, dice que cada 23 horas hay una víctima mortal de la violencia institucional. Cada 28 horas, según las organizaciones de mujeres, una mujer,trans o travesti es asesinada. La estrategia gubernamental conjuga punitivismo loco, sin juicio ni control, sin gradación porque siempre puede ser pena de muerte, con impunidad judicial para los asesinos. En la asamblea feminista en la ciudad de Buenos Aires, una compañera dijo: venimos a pedir justicia, pero nunca mano dura. La asamblea que decidió paro del 5 de diciembre, fue polifonía, crítica, querella, encuentro, cuidado.
Todo sucedió en la última semana. Los fallos, los cambios de reglamentación, el G-20, los poderosos del mundo custodiados. Pero también circula otro río profundo, el que va amasando las rebeliones, el que dice basta, aunque a veces balbucee, el que quiere aullar y gritar, el que es abrazo, el que murmura. El que espera el aleteo de la mariposa.