El caso del Coco Garrido ayer continuó en la línea de las paradojas. La sentencia, leída en videoconferencia desde General Roca (donde pertenecen los jueces), absolvió a los dos policías acusados de negligencia en la muerte del joven, pero no porque aceptara su versión del suicidio sino todo lo contrario, porque los jueces sospechan que lo mataron. El fallo ordenó investigar de nuevo el caso, tal como pidió la querella y contradiciendo la versión instalada por la fiscalía (presuntamente acusadora) que, menos en los dos perejiles enjuiciados, coincidía en un todo con la defensa de ambos absueltos.

Aunque mediáticamente la absolución fue presentada o bien como una derrota de la acusación, o bien como la confirmación del suicidio, el fallo coincidió sustancialmente con el alegato de la querella.

Los jueces Sandro Gastón Martin, Gastón Pierroni y Gustavo Quelín, de General Roca, absolvieron porque no encontraron pruebas durante el juicio que pudieran sostener una condena por negligencia a Laura Valeria Leiva y Emilio Victorino Oyarzún, los policías que estaban de guardia y que supuestamente olvidaron quitar el cinturón con el que sostenían que se suicidó. La defensa de los acusados sostenía que la negligencia debía correr por cuenta de sus superiores, mientras que la fiscalía sostenía que la habían cometido los dos acusados, negligencia que según fiscalía y defensa había concluido en el suicidio.

Los jueces, en cambio, consideraron de valor el testimonio de la perito Virginia Creimer quien introdujo durante el juicio una versión no contemplada por la defensa pero tampoco por el fiscal del caso, Martín Lozada. Cabe recordar que cuando ocurrió el crimen, el caso recayó en el juez Ricardo Calcagno y después pasó al por entonces juez de Garantías, Martín Lozada. Precisamente, la abogada de la querella, Marina Schifrin, en su alegato había hecho hincapié en que, para la reconstrucción del caso, el juzgado a cargo no entregó el cinturón de Garrido, y tuvieron que realizarla con un cinturón semejante. Y recordó que el cinturón usado se rompió cuando le colgaron un peso igual al del Coco. Es decir, no se hubiera podido suicidar.

Creimer había participado como perito convocada como especialista en una reautopsia en aquel momento. Y en su testimonio durante el juicio recordó que la personalidad del Coco no tenía características suicidas, demostró que se había defendido, que había sido golpeado y que sufrió un impacto adormecedor en el cráneo. Además, sostuvo que no había surcos de ahorcamiento en el cuello, y que había sido asfixiado con presión de las manos. También cuestionó la autopsia que no siguió los protocolos, y a la actuación de los médicos que revisaron a Garrido inicialmente y luego lo mal atendieron.

Los jueces consideraron que no había pruebas de que se hubiera suicidado, pero sin sostenerlo, dieron crédito al testimonio de Creimer, quien sostiene que lo mataron.

Los familiares sostuvieron que fue “un primer paso para encontrar la verdad de lo que le ocurrió al Coco.