Dos ficciones tan parecidas como diferentes. Esa es la primera impresión que surge del debut el mismo día y a la misma hora, pero por distintas pantallas, de Amar después de amar (Telefe, lunes a jueves a las 22) y Quiero vivir a tu lado (El Trece, lunes a jueves a las 22). Las dos principales apuestas de ficción de los canales líderes mostraron en su primer capítulo cómo es posible hacer de estructuras similares dos programas en forma y contenido completamente diferentes. Ambas historias cuentan el vínculo entre dos familias amigas, en las que un hecho extraordinario –un accidente en ADDA, un erróneo diagnóstico de enfermedad mortal en Quiero...– hace que emerjan secretos que se mantenían ocultos o reprimidos, y que cambian las relaciones para siempre. Pese a compartir ese disparador, ADDA y Quiero... son dos tiras diarias completamente diferentes, tanto en estética como en el lenguaje narrativo.
Las dos producciones nacionales de ficción dieron en el “superlunes” la más contundente prueba de que –más allá de preferencias subjetivas– la industria audiovisual argentina está capacitada para producir interesantes propuestas. Frente a la escasez y la invasión de latas extranjeras que copan la pantalla, tanto Quiero... como ADDA debutaron con capítulos de calidad, con historias que parten de situaciones y estructuras similares para plasmar historias que se desarrollan a través de búsquedas y objetivos muy distintos. Mientras el primer envío de ADDA sentó las bases de una historia que gira en torno al policial romántico, el de Quiero... pareció transcurrir en torno a la comedia romántica.
Lo interesante de este “debut doble” es que ambas ficciones incorporaron a sus historias ciertos elementos innovadores. Protagonizada por Isabel Macedo, Federico Amador, Eleonora Wexler y Mariano Martínez, ADDA cuenta el vuelco feroz que evidencian dos parejas ante un secreto que sale a la luz. El aspecto sobresaliente de la propuesta es que la ficción cuenta con dos tiempos de relato, en el que el pasado y el presente se intercalan permanentemente, en una suerte de thriller que irá atando los cabos sueltos a partir del desarrollo de ambas narraciones. A partir de una estética moderna, con un trabajo cuidado de la imagen, ADDA atrapó en su primer episodio por la buena cantidad de preguntas sin responder que dejó la historia escrita por Erika Halvorsen, Gonzalo Demaría, Micaela Libson y Esteban Garrido. La típica historia de amor cruzado cuenta en la ficción de Telefe con un interesante enigma policial que dinamiza su desarrollo: ¿qué pasó realmente con el auto de los amantes que dispara la historia? ¿Fue un accidente o un atentado? El uso de la imagen aérea a través de drones y de la pantalla dividida para las transiciones moderniza visualmente el contenido.
En un tono más cercano a la comedia, pero sin caer en el registro absurdo ni en el costumbrismo, Quiero... construye una historia de enredos entre dos familias cercanas. El diagnóstico –que luego se sabrá que es erróneo– de que Verónica (Paola Krum) tiene un tumor maligno en el cerebro, y que le restan seis meses de vida, la lleva a declararle el amor que siente desde la adolescencia al mejor amigo de su marido, poniendo patas para arriba la amistad entre ambas familias. En la ficción de Pol-Ka, que también se vale de flashbacks para contar la construcción de las relaciones entre estas “dos familias que son una”, el elemento disruptivo es el uso de la mirada a cámara que algunos personajes asumen para narrar algunas situaciones. La ruptura de la “cuarta pared” le imprime al relato un aspecto atractivo, a partir del cual los autores, Carolina Aguirre y Leo Calderone, logran construir un vínculo que da la sensación de ser más cercano entre los televidentes y los personajes. En un primer envío, que tuvo mucho de presentación y de disparador del conflicto, se destacaron la composición de Gabriela Toscano de una modelo en decadencia al borde del colapso y la ama de casa ludópata a cargo de Florencia Peña. En una pantalla escasa de propuestas de ficción, Quiero... y ADDA demostraron en su debut que una misma historia se puede contar de muy diversas maneras. Y que a la producción argentina de ficción le sobran capacidad y recursos para hacerlo.