Si bien la magnitud de las cifras suelen dar cuenta del horror, se sabe y se repite que muchas muertes son una estadística y una sola muerte, encarnada y con rostro, es una tragedia. Por eso, ayer, la imagen de mujeres recostadas a metros del Obelisco con la foto de Lucía Pérez, que unió esos extremos, fue difícil de digerir y anudó más de una garganta. Pero eso llegó después; antes, el arranque elegido para marchar en el marco de un paro nacional de mujeres –el Palacio de Tribunales–, y la consigna pintada en la bandera de arrastre de la marcha –“Todas somos Lucía”–fueron una síntesis del reclamo con el que el colectivo feminista volvió a tomar las calles. “Nos matan y además nos culpabilizan”, decía una chica con algunos años menos que la víctima, mientras comentaba con sus amigas la segunda muerte de Lucía, la judicial.
A las cuatro de la tarde, unas horas antes del arranque de la marcha, la plazoleta frente a los tribunales comenzó a llenarse de mujeres. Solas o en pequeños grupos fueron acercándose, reconociéndose en sus agrupaciones y desplegando banderas y pancartas. La foto de Lucía y el pañuelo verde asomaban por todas partes. Mientras, con la horizontalidad que caracteriza al colectivo de mujeres, se sorteaban los lugares que ocuparían las organizaciones en la marcha.
Manuscritos en cartulinas o en grandes pancartas, en remeras, en alguna espalda descubierta o en la cara, las consignas fueron replicándose de un lado a otro de la plaza: “Hoy no están todas nuestras voces juntas porque desde la tumba no se puede gritar”; “Fue femicidio”, impreso junto a la foto de Lucía; “Destitución a los jueces y funcionarios que amparan la violencia hacia la mujer”; “Si la justicia no cree en las mujeres, las mujeres no creemos en la justicia”, y “Basta de justicia patriarcal”, el hashtags con el que se convocó a rechazar la sentencia de los magistrados Facundo Gómez Urso, Pablo Viñas y Aldo Carnevale, quienes hacen prácticamente responsable a la joven de su propia muerte. Porque consumía drogas, se acostaba con quien quería, no era sumisa y tenía una personalidad fuerte, sin tener en cuenta que hoy ninguna mujer sale ilesa de su género en la calle, el trabajo o el hogar, sobre todo el hogar –más del 60 por ciento de los victimarios son parejas o ex parejas–.
A las cinco, ya se podía ver a las columnas acomodadas sobre la calle Tucumán, encabezadas por la Campaña Nacional contra las violencias hacia las Mujeres y la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. Detrás, Isadora, Juntas y a la Izquierda, MST, NiUnaMenos, Las Rojas, CTA, Mumalá, FUBA, AGD, Frente de Géneros-Feminismo Villero de la Poderosa, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), entre otras.
Con la plazoleta y las calles aledañas desbordada y a siete minutos de las seis de la tarde, la marcha dio sus primeros pasos hacia la Plaza de Mayo, con una foto de gran tamaño de Lucía sobre una cartulina intervenida con colores y la bandera de arrastre donde se leía: “Todas somos Lucía. Justicia patriarcal es impunidad”. Atrás, sosteniéndola, iban el hermano de Lucía y su mamá, Marta Montero, Nina Brugo, histórica defensora de los derechos de las mujeres, y Gustavo Melmann, papá de Natalia, la chica secuestrada, violada y asesinada por policías de Miramar, en 2001. A esa hora, el repudio contra la justicia era replicado en varias provincias: Mar del Plata, Chubut, Salta, Santa Fe, Corrientes.
“Lucía Pérez presente, ahora y siempre”, gritaron todas al unísono, subiendo el tono emocional del encuentro en el que, tras el ulular agudo y ancestral, comenzaron a hilvanar nombres de mujeres asesinadas: Natalia Melmann, Diana Sacayán, Rocío Juárez, Laura Iglesias, una letanía a la que la multitud respondía ¡Presente!, ahora y siempre.
Tras enfilar por Cerrito, a metros de la avenida Corrientes, la marcha se detuvo. Un grupo de mujeres, con la foto de Lucía colgada en el pecho, se acostó sobre la calle e inició un siluetazo, al que minutos después se sumaron la mamá y el hermano de la joven desatando un efecto dominó: todas las primera filas de la marcha, incluida la cabecera, se fueron recostando o sentando, según el lugar que encontraban. Diez minutos después de la intervención que concentró todos los flashes, las columnas se encaminaron por Saenz Peña al grito de “y ahora que estamos juntas/ Y ahora que sí nos ven/ abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer/ arriba el feminismo que va a vencer”, que se fue multiplicando, al igual que el “ay ay ay ay que bronca que me da/ Estado femicida y justicia patriarcal” para repudiar el fallo que se difundió el 28 de noviembre pasado, cuando se realizaban marchas por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Ese fallo que es parte de la mirada con la que el patriarcado organiza el campo simbólico distribuyendo afectos y valores en la sociedad, generando modos de desear que albergan los celos, los golpes, las humillaciones y en definitiva toda una agenda emocional machista para la cual la muerte, en este caso de Lucía, no tiene culpables: para los jueces se trató una asfixia por ingesta de estupefacientes. Ni menor vulnerada por adultos en una relación desigual ni femicidio.
En el cierre, sobre el escenario montado en la caja de un camión, mientras se sucedían los aplausos, Marta Montero agradeció a todas: “Este aplauso es para ustedes. Ustedes son Lucía. Cada una de ustedes son la voz de Lucía, de esa chica que no empezó a vivir cuando le cortaron las alas y la mataron”, y remarcó que “a Lucía la violaron hasta matarla”, y el jueves con el fallo, “volvieron a violarla”. Después, llegaron las palabras de Nora Cortiñas, quien antes de fundirse en un abrazo con Montero, reclamó “justicia para Lucía”, y repudió “a los jueces que con sus expresiones no hicieron más que seguir lastimando y echándole la culpa” a la joven.