En el segundo Paro Nacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans volvieron a tejerse todos los sentidos políticos de ese feminismo imparable que toma las calles para reclamar justicia y el derecho a una vida digna y autónoma. Era el mismo aire que abrazó a miles de personas de todo el país clamando Vivas nos Queremos. Y desendeudadas. Y deseantes. Lucía Pérez quiso para sí ese poder de saberse libre y alegre, como quiso venir algún día a esta ciudad con su madre para caminar juntas la Plaza de Mayo que el miércoles Marta Montero Pérez partió con voz atronadora. Por Lucía y por todas bramó desde el escenario junto a su hijo, Matías, embargado por una emoción que derramó en cada abrazo. Guillermo, su padre, quedó en Mar del Plata al frente de una marcha multisectorial organizada contra el pacto político, judicial y policial patriarcal, machista y colonial que asola a ese municipio comandado por el intendente Carlos Arroyo. Si en el primer Paro Nacional del 19 de octubre de 2016 se marchó en repudio al femicidio de Lucía, en este segundo paro, organizado en dos asambleas y en menos de una semana, se tomaron las calles y lugares de trabajo contra un fallo judicial que espanta por su obsequiado derroche de impunidad. Se marchó con una fuerza que empujaba desde abajo, desde quienes no están organizades pero se constituyen en la calle como fuerza colectiva y sobre todo organizan su bronca y su dolor transformándolos en goce y acción.
Nadie en esa movilización donde “Todas Somos (y fuimos) Lucía”, como lo dejaba claro la bandera de arrastre, tenía intención de permitir que tres jueces oscuros volvieran a violar y a matar a esa niña de 16 años captada, drogada, violada y asesinada por una banda de dealers. Hijos del poder. Cómplices de élites locales. Consumidores de cuerpos. Los de las hijas de la clase obrera, como eran Lucía y sus compañeras de colegio amedrentadas por narcos merodeadores. Varones adultos que pactan convenios machistas y misóginos al servicio de goces humillantes y violentos.
Hacer nuevamente un paro con repercusiones y acompañamientos internacionales contundentes fue uno de los hechos políticos más relevantes del año desgajado entre los embates del G-20 y la invisibilización de las agendas de los feminismos que plantearon un contrapoder en foros y debates públicos. En la movilización masiva de esta semana pudo palparse el poder de veto real existente en las plazas públicas: de ese límite popular, disidente, no se vuelve. En pueblos y en ciudades de todo el país se comprobó el amplio margen de maniobra querellante para ejercer presión sobre el sistema judicial y esa capacidad de poner en cuestión todas sus consideraciones.
Desde Tribunales hasta Plaza de Mayo la columna de más de 10 mil personas ardió contra quienes consideraron responsable de su muerte a Lucía, contra quienes juzgaron su sexualidad, su vida cotidiana, sus gustos, su ternura, su privacidad, sus vínculos, sus enojos, sus deseos, sus pudores, sus guarradas, sus desplantes. Su adolescencia. Miles de chicxs y mujeres salieron desde sus barrios, trabajos, organizaciones y sindicatos a denunciar que los jueces Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso Huergo y Aldo Carnevale se sirvieron a Lucía en su mesa, volvieron a abrirla, la observaron, la desmembraron como en una lección de anatomía perversa, arrugaron sus narices de playa, la criminalizaron y culpabilizaron. Aquí no hubo crimen. Ella consintió, ella se dejó violar hasta la muerte, se dejó drogar hasta la asfixia. La mala víctima sólo merece castigo. Matías Farías, Juan Pablo Offidani y Alejandro Maciel, penas atenuadas y absolución. Hay un cuerpo ultrajado y manipulado arriba de una camilla morguera que según los jueces nadie convirtió en cadáver. “No somos el banquete de tu abuso” decía uno de los carteles pegados en la pared de donde colgaban en bolsas plásticas los cuerpos desnudos del grupo Expresión Mole.
En ese paro de todos los feminismos posibles, capaces de disputar poder y fundirse en lazos indestructibles de sororidad y construcción política duradera, cada 3 de Junio frente al peligro ominoso de las violencias que el Estado no asiste ni acompaña, o ante necesidades urgentes como las jornadas históricas por la legalización del aborto, se demostró que el desmonte de la corporación machista, como señala la antropóloga Rita Segato, está en marcha. Desde la asamblea feminista del lunes en la Ctep hasta hoy volvieron a cruzarse demandas, agendas, duelos impostergables, palabras a voz en cuello que siempre radicalizó amorosa la madre de Lucía con esa línea de fuego que inició en Mar del Plata y vino a continuar en Buenos Aires. “Y en cada rincón del país donde tengamos que pedir justicia por Lucía y por todas las Lucías que violan, matan y descartan como si fueran basura.”
No fue letanía ni tan solo consuelo colectivo desgarrar las gargantas al grito de Lucía Pérez, Natalia Mellman, Melina Romero, Lola Chomnalez, Chiara Páez, Laura Iglesias, Sheyla Ayala, Diana Sacayán, Alicia Muñiz, Paola Acosta, Candela Sol Rodríguez, Carla Figueroa, Wanda Taddei, Fátima Catán, Soledad Bargna, Roxana Galliano, Araceli Ramos, Marisol Oyhanarte, Natalia Di Gallo, Sheyla Ayala y Natalia Sandoval, entre cientos de nombres que interpelaron durante toda marcha. Es memoria y acción para reparar todo aquello que está pendiente pero también puro poder popular enlazado en pañuelos naranjas, verdes y magentas, en estampas emblemáticas de NiUnaMenos, en aullidos que magnifican la escena de bengalas humeando verde violeta, los tonos de ese saludo eterno que volvió a regalar Nina Brugo caminando junto a Manta Montero, Gustavo Mellman, Andrea Antico, la cuñada de Santiago Maldonado, y lxs familiares de víctimas de femicidio que la rodeaban. Con el orgullo cómplice de las diputadas Myriam Bregman, Araceli Ferreyra, Romina del Plá y Victoria Donda. Porque entienden que en unidad se producen nuevos saberes y construcciones que contengan a todes y den nuevo impulso frente a los fundamentalismos morales, religiosos y políticos. Mucho de esa trama condenó a Lucía y a lo que hacía con su vida.
–Queremos justicia para Lucía. Repudiamos a los jueces que con sus expresiones no hicieron más que seguir lastimando y echándole la culpa –expresó Nora Cortiñas en nombre de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
“Más allá de estos jueces antiguos, que ni saben lo que es la violencia de género. Más allá de que sean unos viejos de mierda, acá hay otra cosa: el narco, el municipio. Los narcos son máquinas de muerte en Mar del Plata”, advirtió Marta sobre el escenario frente al Cabildo. “Investiguen al municipio a (el intendente Carlos) Arroyo, a Mar del Plata. Y esas absoluciones de Farías, Offidani y Maciel. ¿Se creen que somos tontos? Estuvieron todos comprados. Hasta los peritos de la Corte compraron.”
Las fiscalías descentralizadas especializadas en géneros es un reclamo antiguo del movimiento de mujeres en Mar del Plata. La Federación de Sindicatos de Trabajadorxs del Poder Judicial (Fe-Sitraju) exigió la formación de todxs lxs agentes judiciales, de todos los niveles, con perspectiva de género, responsabilidad que remarca su titular, Vanesa Siley, debe ser tomada por la Corte Suprema de la Nación y por las cortes provinciales. El miércoles, las mujeres de Comodoro Py fueron a la marcha desde los tribunales federales para reclamar la formación urgente en perspectiva de género.
–Vamos a pedir justicia, pero nunca mano dura –dijo una compañera en la asamblea feminista en la Ctep.
Contra el pacto machista, paro feminista. Sin punitivismos ni violencia institucional. Ahora y siempre. Ya no se puede hablar de las violencias de géneros como ficción. Los pronunciamientos de todos los sectores, organizados o independientes, son capaces de dar vuelta un fallo y de reponer Justicia y cuidados donde no lo hay. Por Lucía Pérez y por todxs lxs que pelean por una vida digna, sin disciplinamientos. El segundo Paro Nacional volvió a configurar herramientas para frenar el recrudecimiento de la trama sexista contra la vida de niñxs, adolescentes, mujeres y otras femineidades, y contra las alianzas de dominación entre machos. Con los pies en las calles, rompiendo ese statu quo de poderes rancios para armar nuevos engranajes libres de violencias.