Por penales, Central se coronó campeón de la Copa Argentina, luego de igualar 1-1 con Gimnasia en los noventa minutos. Era la cuarta final que disputaba el equipo rosarino, que había caído ante Huracán, Boca y River.
Había mucho en juego en el Malvinas Argentinas mendocino. Desde 1993 que el Lobo platense buscaba desahogarse con el grito de campeón. En aquel año, con Roberto Perfumo en el banco, se había llevado la Copa Centenario. Dos años después, en 1995, Central sumaba su último título --la Copa Conmebol-- de la mano de Angel Zof, un técnico que hizo escuela en la entidad rosarina. Y como en cada final, la prioridad con la que ambos salieron fue mantener el orden. No había espacios para las sorpresas. Cada movimiento tenía una respuesta estudiada. A ninguno de los dos le sobraba talento individual para las maniobras ofensivas. Entonces cifraban sus esperanzas de desequilibrar en las pelotas paradas. Cada corner, cada falta, eran ocasiones para que Ayala --por el lado de Gimnasia-- y Gil y Parot --por el lado de Central-- probaran puntería para encontrar las cabezas de Silva, Tijanovich y Faravelli, en el Lobo, y de Zampedri, Ruben y Camacho, en el Canalla. Era un partido intenso, pero de bajo relieve futbolístico. Hasta que a los 19 minutos, la búsqueda por arriba le dio réditos al equipo de Bauza. Camacho peinó un centro en el área y en el segundo palo apareció Zampedri, quien remató directo al palo. Tras un borbollón, el rebote volvió a sus pies y el ex Atlético Tucumán no perdonó al convertir el 1-0.
Conseguida la ventaja, se jugó el partido que quiso Central. Porque el once de Troglio se desesperó. Perdió el orden y se fue a buscar el empate a pura presión, intensidad y voluntad. Los rosarinos estaban cómodos defendiéndose y agazapados esperaban algún contraataque. Y la tuvieron, pero Arias mandó por arriba del travesaño el cabezazo limpio de Zampedri.
Troglio se jugó a cambiar la historia en el complemento. Puso a Hurtado por el inexpresivo Tijanovich. Arriesgó y encontró el empate, en un contrataque que manejó Silva y definió Faravelli, luego del pase exacto de Comba.
La igualdad rompió el partido. Con una capacidad atlética que resaltaba tanto como la falta de talento para el juego asociado y la creación de maniobras de ataque, Central y Gimnasia construyeron un partido de ida y vuelta tan parejo que fue necesario ir a los penales para consagrar al campeón.