“Nunca pensé que iba a grabar un disco de boleros”, confiesa Natalia Politano, más conocida como Poli en la escena rocker. La cantante y guitarrista de Sr. Tomate cuenta que su papá siempre escuchaba boleros, rancheras, música melódica, pero ella jamás se le había animado al género. Pero un día le llegó una invitación de Maxi Prietto, uno de los compositores y vocalistas de Los Espíritus. “‘¿Te copás para cantar unos boleros y subirlos a YouTube?’, decía el mensaje. Y me pareció re divertido”, evoca Poli. Se juntaron “sin saber bien qué iba a pasar” y todo fluyó “naturalmente”. Y ésa es una palabra que remarcan una y otra vez a lo largo de la charla con PáginaI12: naturalidad. La idea inicial de Prietto, en realidad, era grabar el disco con su cuarteto de blues. “Poli vino al ensayo y trajo una canción y después otra y al rato funcionaba todo tan armónicamente que dijimos ‘¡Hagamos el disco juntos!’”, cuenta Prietto y larga una risotada de felicidad. El resultado final es Boleros y canciones, un disco acústico y orquestal en el que actualizan un repertorio de obras tradicionales, y que presentarán hoy a las 21 en el Xirgu Espacio Untref (Chacabuco 875).
El disco fue grabado en Estudios ION con tomas en vivo, tocando todos juntos, como se hacía antes. Un ensamble de doce músicos que interpretaron cuerdas (viola, violín, cello, contrabajo, guitarras), vientos (saxo barítono), piano y acordeón, y percusión (maracas, bongó y batería). Un abordaje orquestal y orgánico, y un color de sonido algo retro. “Lo primero que empezamos a pensar fue que nos gustaba mucho el sonido que se armaba en la sala cuando ensayábamos. Entonces, queríamos que se escuchara así. Por eso grabemos todos juntos. Y ION tiene mucha historia de música acústica, sobre todo con tango y folklore”, cuenta Prietto. El disco fue grabado por Patricio Claypole, mezclado por Pablo Barros y masterizado por el reconocido ingeniero de sonido Gavin Lurssen, quien trabajó con Leonard Cohen y Tom Waits. “En un mes y medio hicimos todo esto. Me lo pongo a pensar y no lo puedo creer. Quedó bárbaro. La toma que hay ahí era la que hicimos. Nosotros nos sentimos bien haciéndolo y eso se transmite. El disco es el reflejo de todo ese proceso: encuentros muy buenos, muy creativos, con mucha música, también descubriéndonos nosotros”, se explaya Poli.
“Los grupos se van dando solos”, continúa el músico de La Paternal. “Hay una intención pero también depende de la energía de los músicos. Terminaba el ensayo y nos quedábamos todo diciendo ‘che, esto está buenísimo’, porque al venir todos del palo del rock y de pronto tocar sin amplificar nada… era como si termináramos una clase de yoga. Fuimos sacando temas y así se fue armando el repertorio. Una de las últimas incorporaciones a la banda, que fue lo que le terminó dando un sonido decisivo al disco, fue Charly (Pacini, de la Orquesta Fernández Fierro), que le aportó una impronta tanguera”. El repertorio recorre un conjunto de canciones y boleros hiper clásicos: “Historia de un amor” (Carlos Eleta Almerán), “Palmeras” (del prócer mexicano Agustín Lara), “Si no te vas” (de Cuco Sánchez) o “Perfidia” (Agustín Díaz), que conviven con dos canciones que Poli desempolvó para la ocasión, “Témpanos lejanos” y “Cigarrillos”. “Las compuse hace añares, sabía que algún día las iba a necesitar. Este disco es muy particular en mi vida, nunca pensé que iba hacer algo así. Entonces, los temas que pongo tienen una cosa muy personal”, dice ella.
Entre las canciones, Prietto estaba casi obsesionado con grabar “El día que me quieras” (Gardel-Le Pera), un clásico de este rincón del mundo que el músico llevó hacia su terreno y le sumó su voz trasnochada y profunda. “El desafío fue buscar algo. No sabíamos bien qué estábamos haciendo ni cómo se podía hacer. Pudimos empezar a explicarlo con el disco en la mano”, dice Prietto. La urbanidad del rock, destellos de psicodelia y cierta impronta pop atraviesan estas versiones construidas a partir de tres premisas: libertad, simpleza y mucho juego. Y eso se refleja en la calidez y el tono para nada pretencioso del disco. “Quizás la pauta fue ser lo más natural posible. No buscamos ni ser rupturistas ni cambiar la historia del bolero y menos destruirlo. Fue como cuando hacemos una canción nuestra; sacar los acordes, la letra y después trabajarlo con el grupo”, dilucida el músico. Y su compañera de dupla, revela: “Para mí es algo muy nuevo porque nunca interpreté canciones de otra gente. Sé tocar dos o tres temas, uno de Los Redondos, otro de Las Pelotas... no me sale sacar nada. En realidad, pienso que me cuesta y entonces no lo hago. Porque a raíz de esto me puse a buscar canciones, acomodarlas a mi manera y me di cuenta que me salen. La idea siempre es que la canción te lleve para algún lado de la emoción”.
A todo esto, se sumaron dos invitados de renombre que, en lugar de sobresalir, aportaron sutilezas y se adaptaron a la propuesta colectiva: Andrés Calamaro y Gustavo Santaolalla, que metió su ronroco en “Veinte años” (María Teresa Vera). “Con Calamaro veníamos charlando mucho de música y conociéndonos al mismo tiempo; entonces hablábamos de blues, de free jazz y en un momento nos pusimos a hablar de boleros. Y empezó a tirar data, sabe mucho. Y le dije que estábamos haciendo un disco de boleros, le compartí algunas canciones y se re copó”, cuenta Prietto. Lo invitó a participar. “Me dijo que sí, caí a la casa con Pablito (Barros) y en una tarde metió todos los coros de ‘Perfidia’, las voces de ‘Si no te vas’ y la voz principal en ‘Guitarras, lloren guitarras’ (Cuco Sánchez). Fue una especie de cátedra, sobre todo en ‘Perfidia’. ‘Estaría bueno hacer unos coros tipo Los Panchos’, me dijo y me encantó. Lo hizo todo muy rápido, en seguida armó ese colchón de voces ‘a lo Calamaro’. Es el oficio. Prefiero más el oficio que la virtud, porque son horas que estuviste haciendo algo. Podés mentir en muchas cosas pero en el oficio no”.
Si bien el cantante y compositor viene indagando en la música folklórica latinoamericana hace algunos años e incorporando ese material a su propuesta solista, su relación con el bolero se dio en un contexto puntual, casi revelador. “Nunca había reparado en el bolero en mi vida, hasta el 2012, cuando estaba en México, en una cantina donde había muchos músicos tocando un bolero tras otro, cantando y llorando. Y me fasciné, me volví loco, me encantó”, recuerda y los ojos se le iluminan. “Tenía un prejuicio con las letras del bolero, quizás porque las consideraba cursis o muy simples. Pero cuando ves el folklore, todo lo que se arma ahí; cada uno lo canta desde su propia experiencia. Todos cantando y brindando. Era como una liberación de las historias de cada uno. Hay un montón de folklores distintos y están todos buenos. Después me puse a escuchar más a Agustín Lara, Chavela Vargas, al trío Los Panchos… los coros que hacen, la cantidad de canciones que grabaron. ¡Son unos genios totales!”.
–Una experiencia musical que resultó muy bien fue la de la mexicana Natalia Lafourcade, que en su disco Musas trajo al presente un repertorio folklórico tradicional…
Maxi Prietto: –Sí, está revisitando todo desde un lugar natural y fresco. Los mecanismos de la música profesional se van volviendo prácticas habituales (por ejemplo, grabar por separado la batería y el bajo) y te olvidás de lo más simple, que es tocar.
Natalia Poli: –Lo que pasa es que hay canciones que son increíbles.
¿Cómo no vamos a cantar esto? La canción en sí es una obra de arte. Entonces, hay que permitirse cantarla y tocarla, y no necesitás ser “la voz del bolero”. El canto tiene que ser para todos, no solo estar reservado para las grandes voces. Yo me lo tomo como una cosa nueva en mi vida, más allá de cantar un bolero. “Mirá, estoy cantando esta canción que pensé que solo la podía cantar María Marta Serra Lima”. ¡Claro que la puedo cantar y grabar, igual que cualquier persona!
–¿Tiene que ver con un signo de época? Años atrás no era tan común que un porteño, por ejemplo, tocara una chacarera o un carnavalito…
N. P.: –Hay que abrir el juego y romper esas fronteras, porque si no siempre estamos con la etiquetita: “Yo hago esto y no puedo hacer otra cosa, porque si no dejo de ser esto.” ¿Quiénes somos? ¿Somos una sola cosa en la vida? Sería terrible si fuera así. Creo que este disco también tiene que ver con eso.
M. P.: –Aparte es música popular. Y nosotros nos asumimos como parte de esa cultura popular que está ahí. En la cultura del rock es todo muy de autor, la interpretación no es algo tan común, a menos que sean las bandas tributo, que tienen que ver con la imitación, no con apropiarse de algo. Y salirse de ahí también tiene que ver con integrarte a una música que pertenece a todos. Y nos pasa tocando en bares “Historia de un amor”, que es una canción que la conoce todo el mundo. Y la gente la canta con mucha alegría. Vemos eso en los bares de acá y me acuerdo la situación que viví en México. Mucha gente nos comenta que ahora están escuchando re copados bolero y jamás habían reparado en eso.