Desde un sillón en el rincón de un céntrico hotel de Buenos Aires, Ernesto Samper, ex presidente de Colombia y ex secretario general de Unasur, proyecta su mirada hacia el sur del continente americano para hablar de los nudos problemáticos que lo atormentan y de cómo podrían desenredarse. En diálogo con PáginaI12, el ex mandatario esboza el problema de fondo: el sistema presidencialista latinoamericano está en crisis. La solución, dice, es cambiar el sistema de gobierno. Pero, por encima, la integración regional.
–¿Cómo ve el presente y el futuro de los organismos de integración de la región?
–Creo que la integración está atravesando uno de los momentos más difíciles, especialmente, por el papel que Brasil está empezando a dejar de jugar. La integración sudamericana se armó, entre otras cosas, para que Brasil tuviera una plataforma de proyección internacional como un líder regional. Creo que, lamentablemente, el nuevo gobierno no está dispuesto a jugar ese papel convocante. Pero nunca había sido tan importante la integración como ahora. La región está amenazada desde varios frentes internacionales, por la crisis europea, por la agenda del señor (presidente de Estados Unidos Donald) Trump, por las dificultades que están encontrando los países emergentes y nunca estuvimos tan lejos poder continuar tranquilamente con el proceso de integración. Pero para encontrar algunas circunstancias positivas, creo que habrá un contrapeso en México.
–¿La democracia en la región está amenazada?
–Si el concepto de democracia fuese un concepto restringido que confunde la democracia con la posibilidad de que los ciudadanos voten cada determinado tiempo por un líder que representa un proyecto político y punto, pues sería difícil decir que no hay democracia en la región. Pero si el concepto de democracia implica la necesidad de que haya partidos, que haya alternativas, que se respete el derecho a la diferencia, a la movilización social, que se respete la representatividad, esa democracia está amenazada. Porque en la región han venido surgiendo unos poderes fácticos que son unos actores que están haciendo políticas sin responsabilidad política. Son grupos económicos, grupos comunicacionales, jueces y fiscales que están al servicio de causas políticas, y redes sociales que están interviniendo en la política de manera casi anónima. Entonces, la interacción de todos esos nuevos protagonistas de una política que no tiene controles de alguna manera está recortando la democracia. si aceptamos que la democracia, además, es un gobierno cuya legitimidad se deriva de que interprete a unas mayorías sociales, estaríamos entonces más distantes de pensar que aquí hay una democracia.
–¿Cómo se combaten esos poderes fácticos?
–Creo que, en primer lugar, hay que devolverle la vigencia y el protagonismo a los partidos políticos, además de llevar adelante una reestructuración a fondo de los partidos. Aquí está haciendo crisis el viejo sistema presidencialista latinoamericano. Tenemos unos presidentes que actúan como unos monarcas, que mandan en todas partes sin que se les obedezca en ninguna, que tienen que hacer alianzas diabólicas con los sectores parlamentarios a través de prebendas, privilegios y dádivas corruptas para poder gobernar. Tendríamos que pensar seriamente en un tránsito, quizás, a un sistema como el de la quinta república francesa, en el que el jefe de estado es elegido por mayoría de los ciudadanos, como sucede actualmente, pero hay un jefe de gobierno que es el resultado de coaliciones con los partidos. Eso le devolvería a los partidos una función verdaderamente democrática y orgánica.
–¿Cómo es la situación de Unasur?
–Difícil, pero no es la primera vez que Unasur tiene dificultades institucionales. En este momento está en problemas por lo mismo que permitió que naciera el organismo, que fue la regla del consenso, es decir que todos debían estar de acuerdo sobre todo. Eso es lo que hoy en día le está haciendo más daño. Es lo que causa que no haya sido posible que se pongan de acuerdo para elegir a mi sucesor. Creo que esto es absurdo y que de alguna manera debería resolverse. Inclusive he propuesto que habría que establecer por consenso que se respete la ley de mayorías simples. Si se logra restablecer el curso normal de Unasur, será posible salir adelante.
–¿Cuál es la importancia de Unasur en este momento?
–La gente piensa que Unasur es solamente el escenario político en el que se ha movido, evitando el golpe de estado en Ecuador, el golpe de estado en Venezuela, la segregación territorial en Bolivia. Esas fueron intervenciones muy importantes en el campo político, pero no hay que olvidar que Unasur, además, tiene un diseño como la Unión Europea. Hay 23 grupos de trabajo, de salud, de educación, de conectividad, de infraestructura, de tecnología, de medio ambiente, en los cuales se han identificado a lo largo de estos diez años agendas comunes de políticas públicas. Es un patrimonio muy valioso que no puede perder la región. Por ejemplo, la gente no sabe que gracias a Mercosur y Unasur se puede trabajar en cualquier parte de la región con el permiso temporal de trabajo. O que también gracias a Unasur con la sola cédula de ciudadanía cualquier sudamericano puede viajar por Sudamérica, no se necesita pasaporte. Por eso le hago una invitación a los países a que reflexionen sobre la utilidad de este mecanismo de integración.
–Hay algunos países como Perú y Ecuador que querían pedir a los migrantes venezolanos pasaporte para entrar en sus territorios.
–Eso es absolutamente ilegal. El concepto de integración con movilidad de personas que se trabajó en Unasur es un concepto que, en este momento, es un ejemplo para el mundo que está desarrollando prácticas xenófobas.
–Con respecto a su país, ¿cómo ve el gobierno de Iván Duque en estos pocos meses que lleva como presidente?
–Creo que el problema del gobierno de Iván Duque, a poco más de 100 días de haber comenzado, es que no se ve ni bien ni mal, no se ve. Sin embargo, hay factores que podrían llevar positivamente a un cambio. El presidente Duque es un presidente joven, es convocante, es una persona de diálogo y así comenzó. Pasa que en temas tan de fondo como el tema de la paz hay una improvisación que nos está comenzando a costar y a hacer bastante daño. Lo más profundo es el tema del posconflicto. Tenemos 7 millones de víctimas, 300 mil personas produciendo cultivos ilícitos, y no hay una respuesta de mediano y largo plazo para esas familias. Simultáneamente, están comenzando a aparecer en las regiones como tumores metastásicos del conflicto, en las cuales hay una presencia de la violencia muy fuerte. Estamos en una especie de circunstancia de transición entre avanzar a la paz o retroceder a la guerra, que es muy complicada.
–Las relaciones con Venezuela están tensas. En una entrevista usted dijo que ve la posibilidad de que pueda existir un conflicto armado.
–Es que veo que peligrosamente los dos países no tienen en este momento ninguna comunicación. Tenemos unas situaciones fronterizas muy complejas y muy sensibles, fronteras calientes donde hay presencia de narcotráfico, de guerrillas, tenemos 35 mil a 40 mil venezolanos cruzando diariamente a Colombia. Esas fronteras establecen niveles de complejidad que no se pueden manejar si los gobiernos ni siquiera se hablan. Y ya hay voces invitando a la guerra de lado y lado. Y lo peor que le podría pasar a los dos países en este momento, en la situación social en la que se encuentra Venezuela y en la situación de debilidad con todo el proceso de paz en Colombia, sería que nos metiéramos en una guerra, en la cual sí habría actores internacionales que tendrían interés.
Entrevista: Bianca Di Santi.