“Hace 23 años que venimos negociando este acuerdo del Mercosur con la Unión Europea y no le veo salida clara”, dijo ayer Danilo Astori, ministro de Economía de Uruguay. Así, puso paños fríos a la ilusión del gobierno de Mauricio Macri en avanzar hacia la firma del convenio de libre comercio, que ahora entró en un impasse hasta la asunción de Jair Bolsonaro en Brasil. De todas formas, hay versiones cruzadas incluso dentro de los propios gobiernos acerca de la viabilidad de una firma a corto plazo. Astori puntualizó que persisten diferencias entre los países del Mercosur, que en el caso uruguayo se enfocan en el sector lácteo, junto al rechazo al acuerdo en el sector agroindustrial de países europeos. Desde el equipo negociador argentino cuentan que a nivel técnico una gran parte del acuerdo está cerrado, aunque resten algunos temas espinosos y sobre todo aclaran que falta el paso más importante: el visto bueno de los presidentes.

Astori se comunicó con la prensa ayer por la mañana en la residencia del embajador de Uruguay en Buenos Aires, luego de asistir a un foro empresario biletaral para la promoción de inversiones. “Mi visión –sobre el acuerdo UE-Mercosur– no es positiva. Para el Mercosur no es prioritario sino que es imprescindible el acuerdo porque sería una ayuda fundamental para mejorar el funcionamiento de los cuatro países. No obstante, la negociación ha venido lenta y difícil y hay problemas importantes para alcanzar consenso”, dijo el ministro de la administración de Tabaré Vázquez.

Astori detalló que “hace poco Brasil hizo una propuesta para el mercado de productos lácteos que para Uruguay era inaceptable. Uruguay marcó su límite, Europa marcó el suyo y por esa razón no hemos podido avanzar”. Otro sector por el que hay pujas es el vino, en este caso entre Argentina y Brasil. El país vecino está en una posición defensiva y no quiere la rebaja de aranceles porque su vitivinicultura está en fase de desarrollo, mientras que la Argentina es muy competitiva en vino y busca una mayor apertura de aranceles con la expectativa de mejorar sus exportaciones a Europa.

También hay otros temas de disputa directamente entre los bloques. Por ejemplo, la UE busca una rebaja rápida de aranceles en autos terminados y autopartes, mientras que los países del Mercosur quieren que esa desgravación sea más lenta, para no afectar a las industrias nacionales. En cambio, la UE quiere achicar lo más posible las cuotas libres de arancel en productos agroindustriales, especialmente en carnes, para lograr el visto bueno del sector agropecuario de Francia, Irlanda y Polonia.

De todas formas, mientras Astori es pesimista en relación al acuerdo, el día anterior a sus declaraciones el canciller de ese mismo país, Rodolfo Nin Novoa, decía que “tenemos muchas expectativas de cerrarlo pero no vamos a poner fechas de cierre. Si no fuera posible firmarlo en lo que queda de este año, el propósito es hacerlo en los primeros tres meses de 2019”.

Otro tema bajo discusión es la regla de origen del sector de maquinaria. La regla de origen consiste en cuánto valor agregado extrarregional se admite en una máquina para que se pueda comerciar entre ambos bloques sin aranceles. Como la UE tiene fuerte integración con Asia y otros países fuera del bloque, quiere que el componente no europeo permitido sea alto. En cambio, los países del Mercosur no quieren que se filtre producción de Asia en los bienes de capital adquiridos a Europea y por lo tanto no quieren avalar un componente alto de valor agregado extra europeo.

Y además de todos los temas técnico-sectoriales está la incógnita acerca de la postura que tomará Jair Bolsonaro, a quien Macri intenta convencer a toda costa para que acepte el acuerdo. El liderazgo del ultraliberal Paulo Guedes en el Ministerio de Hacienda alimenta la idea de una mayor apertura comercial en línea con los postulados del acuerdo con la Unión Europea, y aunque Ernesto Fraga Araujo, futuro canciller, es muy crítico del Mercosur, también tiene una clara vocación aperturista en el terreno del comercio exterior.