Andrea Alvarez despide el año esta noche, a las 20, en la sede de San Telmo de la sala Caras y Caretas (Venezuela 330), con una fecha muy propia de estos tiempos de empoderamiento de la mujer en la Argentina. “A mí siempre me gustó trabajar con proyectos de mujeres”, afirma la cantante y baterista, amén de figura femenina referencial en el rock argentino. “Pero no siempre puedo, y esta vez lo hice a propósito. Como esta fecha la produzco yo, llamé a varias artistas que me gustan. Y logré coincidir con Olympia (en 2017, el trío riot grrrl sacó su disco debut, OY!), que es un grupo que me encanta, y Mariana Bianchini, (la ex cantante de la agrupación de rock alternativo Panza puso en circulación este año su segundo álbum solista, Matrioska), que también me encanta y conozco desde hace tiempo. No estaba buscando alguien que me abriera a mí, sino que quise generar un show más temático. Si bien la noche la voy a cerrar yo, las tres tocamos más o menos el mismo tiempo”. 

–¿Cómo estuvo su 2018?

–Pasó de todo este año. Económicamente, no estuvo bueno. Pero, por suerte, puedo seguir viviendo de la música, lo que no es poco. Me hubiera gustado estar más activa con mi banda, aunque no me quejo porque pude tocar con Draco Rosa (también recibió la invitación de Natalia Oreiro para sumarla a su agrupación). La pasamos muy bien, y tuve otros lindos momentos con mi grupo. Y algo que hice todo el año, y que continuaré en 2019, es el documental que estoy preparando: Las chicas están bien. Es la historia no contada de la mujer en el rock argentino. Eso me ocupó mucha energía. A pesar de que lo vamos haciendo de a poquito, terminamos la etapa principal. Y buscaremos más fondo para terminarlo. Este show también cierra esa investigación. 

–¿Durante el proceso de investigación del documental pudo dar con la primera banda de rock de mujeres del rock argentino?

–La primera banda de rock de mujeres que hubo acá fue la que tuve yo, Rouge. Y ahí empezamos a cantar temas propios de Claudia (Sinesi) y María Gabriela (Epumer). Esto fue en 1980. Si existió otra en los sesenta y setenta, no la conozco. Estamos hablando de rock, porque cuando hacen algo que tiene que ver con la historia de la mujer en la escena lo amplían. Entonces meten a chicas del pop, que no está bien ni mal, pero no son del rock. O por ahí ponen a Miss Bolivia. Mezclan todo. 

–¿Qué opinión le merece el proyecto de ley de cupo femenino para festivales musicales que se debate en la actualidad? 

–Me pasan varias cosas. En lo que tiene que ver con el feminismo y la reivindicación de la mujer, puedo cuestionarle un montón de cosas al movimiento. Pero lo voy a defender. Hay circunstancias con las que no estoy de acuerdo, aunque lo considero una necesidad valiosa. Con respecto al cupo, refuto algunas propuestas de la ley. Sin embargo, cuando hablo con Celsa (Mel Gowland) y Mavi (Díaz), que son las que más están metidas en la situación, obviamente concuerdo con la necesidad. Creo que la problemática está en la música independiente. No me parece que los festivales sean un lugar atractivo para estar, al menos como están concebidos en la Argentina. 

–¿Por qué no le parecen atractivos los festivales locales?

–No me parecen atractivos porque no tuve las mejores experiencias. A menos que seas headliner, los artistas no pasan buenos momentos, ni ganan plata, ni tienen horarios que le sirvan para promocionarse. Y creo que perjudican a la escena en la manera como acaparan a un público que luego no va a otros eventos. No me gustan como están hechos los festivales en la Argentina desde hace mucho tiempo. Lo que sí considero positivo fue que se empezó a hablar de la ausencia de presencia femenina en la artística de los festivales. Hay un porcentaje muy chico, y pertenece a los artistas de las multinacionales. Antes podían decir que no se las tomaba en cuenta porque no convocaban público o porque no eran buenas. Aunque no creo que ésa fuera la razón. Me parece más bien que se trata de una cuestión cultural. 

En este país es un misterio por qué a alguien le va bien y por qué no. 

–En ese sentido, recibió un espaldarazo importante cuando Soda Stereo la reclutó como percusionista…

–Sí, pero sabés qué pasa: ninguna de esas apariciones me sirvió en mi carrera  personal. Si no, estaría tocando en México. Que todo el mundo lo mencione como si fuera lo único que hice en mi vida, nunca me funcionó. Siempre me manejé de forma independiente, y eso me perjudicó mucho a nivel expositivo. Tras 20 años de trayectoria, hay un montón de gente que desconoce lo que hago.

–¿En serio cree que no es conocida?

–La gente me reconoce por la calle y me saluda. Pero no tienen idea de lo que hago. 

–¿Y está atenta a lo que hacen las nuevas generaciones de músicas? 

–Estoy atenta desde siempre. Me encanta mezclarme con los más jóvenes, es necesario para mí. No encuentro diferencias, aunque tampoco me hago la pendeja. Me gusta estar actualizada musicalmente, me sale naturalmente y me interesa. Y estoy abierta a eso. Aunque no veo lo mismo en las chicas más jóvenes. Me sorprende su desconocimiento sobre las pioneras. Parte de la lucha feminista está en reconocer y registrar lo que hicieron las que estuvieron antes. 

–Pasaron tres años desde la salida de su último álbum, Y lo dejamos venir, y dos tras la aparición del EP Porque sí. ¿Está preparando nuevo material?

–En el verano quiero terminar una canción que estoy haciendo, y también preparo un cover de Manal, que sacaré de forma digital. Pero mi proyecto principal es concluir la película.