En general se escucha hablar de “productividad” en ámbitos académicos, económicos, empresariales. Esto no reviste ninguna novedad. Las formas de concebirla pueden rastrearse ya en los padres de la economía política clásica (Smith, Ricardo, Marx). Smith la relacionaba con la división del trabajo y con la ampliación del mercado; Ricardo vincula la productividad con la especialización de las ventajas comparativas para el comercio exterior; para Marx, el tema es complejo y debe enmarcarse en el proceso acumulación capitalista visto como un todo. Lo importante es retener que para los tres autores el “trabajo” humano es la esencia que otorga valor (y precio) a los productos.  

Con el tiempo, las sutilezas de la economía política clásica fueron desvaneciéndose para ser rescatadas parcialmente por el keynesianismo. Paulatinamente, la hegemonía del saber económico fue monopolizada por la ortodoxa liberal o neoliberal que delegó en el mercado la potestad de regular y disciplinar a la sociedad. A la par, relegó al sector trabajador de toda conquista pasada. Sin más, esta es la línea inclaudicable que asume el actual gobierno: adscripción al canon neoliberal desmontando derechos y políticas de la gestión anterior. 

No es casualidad que hoy resuenen las fanfarrias oficialistas enalteciendo un discurso “modernizador” embebido de una lógica que entroniza conceptos como “eficiencia”, “competitividad”, “productividad”, “racionalidad”. En esta línea, los CEOs que asumieron puestos de responsabilidad en la gestión pública marcan el camino en esa dirección. No debemos sorprendernos de la utilización de este bagaje conceptual porque estos funcionarios suscriben cada letra de la economía neoliberal. En esta búsqueda de libertad de mercado recobra importancia el tema de los “costos” que, junto con la tasa de ganancia, pasan a convertirse llanamente en una obsesión. 

Incluso antes de ser presidente, Macri declaró que el salario era “un costo más”. Concepción ideológica que equipara el factor humano con los demás “insumos” productivos. A partir de ello, el salario se convierte en un elemento a “disminuir” sin importar su naturaleza para incrementar los beneficios privados. Las consecuencias sociales del neoliberalismo no están contempladas en sus “planillas de Excel”, sin embargo los despidos y retiros anticipados son señales halagüeñas para los organismos de crédito internacional. 

Desde Prat-Gay en adelante las medidas económicas estuvieron inspiradas bajo la égida “productivista”. En verdad la idea por detrás del plan económico tiende a robustecer la tasa de ganancia de los grandes grupos económicos mientras se acorrala paulatinamente al sector trabajo imponiendo, entre otras atrocidades, límites arbitrarios a las paritarias salariales o persiguiendo judicialmente a líderes de centrales obreras. 

En definitiva, la connotación política e ideológica que surge de las entrañas del neoliberalismo enmarcada en el concepto de “productividad” se impone como pretexto para una brutal “racionalización” de la planta de asalariados. Ella esconde la verdadera cara del patrón de acumulación propuesto desde el gobierno: concentración del ingreso con exclusión.

* Economista.