El Fondo Monetario Internacional destacó esta semana la política monetaria del Banco Central. El organismo aseguró que el plan ultra ortodoxo está dando resultados y que a partir de abril del próximo año empezarán a observarse los primeros frutos para el mercado interno. Esta vez con un esquema sustentable en el tiempo. La institución a cargo de Christine Lagarde no tiene opción. Debe hablar bien de las medidas del Central. Tiene a su cargo la dirección de la entidad y define el trazo grueso de la política monetaria. ¿Pero la estrategia está realmente dando buenos resultados para ordenar el caos financiero de los últimos meses? Existen muchas variables que dejan en jaque las declaraciones del Fondo. La principal es el derrumbe de las reservas. En las últimas semanas el organismo se transformó en un colador de divisas.
El 30 de octubre ingresó la ampliación del FMI por unos 5 mil millones de dólares. El Central acumula desde ese momento una pérdida de reservas de más de 4 mil millones. El stock pasó de 54 mil a arañar 50 mil millones de dólares. Fueron menos de 30 días hábiles. Esto implica un ritmo de caída diaria de 140 millones de dólares. La tendencia es difícil de sostener en el tiempo. Esta semana las divisas de la autoridad monetaria rompieron la barrera de los 50 mil millones y la preocupación que existe en el mercado es cuánto son los dólares líquidos en el organismo. La mayoría de los consultores coincide que se ubican en un rango de entre 10 y 15 mil millones.
Esta no es la única cuenta interesante. El problema estructural del Central es más claro aún cuando se revisa en forma agregada la composición de la reservas. El organismo tiene muy pocas divisas genuinas (compradas al sector privado en el mercado cambiario). La mayoría de los dólares de las reservas es deudas con otros bancos centrales, organismos internacionales de crédito, bancos extranjeros y ahorristas del mercado interno.
Los números son sencillos. El stock de divisas es de 50 mil millones de dólares. De ese total unos 16 mil millones de dólares son encajes de depósitos de bancos públicos y privados. Esto implica que no le pertenecen al Central ni los puede utilizar en caso de una nueva emergencia cambiaria. Las reservas netas suman 34 mil millones si se le descuenta estos depósitos encajados. Pero no es único concepto importante para descontar. El organismo tiene un swap de yuanes por el equivalente a 11 mil millones de dólares. Se trata de otra deuda. El organismo puede usar estos dólares pero antes o después deberá devolverlos si los gasta. La resta de estos pasivos ubica las reservas en 23 mil millones de dólares.
La otra deuda importante que la autoridad monetaria computa en las reservas es la del Fondo Monetario Internacional. Ingresaron unos 15 mil millones de dólares en junio y 5 mil millones en octubre. El lector que sigue atento las cuentas se sorprenderá. Las reservas netas del préstamo del Fondo (y de los encajes y del swap chino) suman 3 mil millones de dólares. Incluso este monto tampoco pertenece al Central. Son divisas que el organismo le adeuda a los bancos extranjeros por haber emitido deuda de corto plazo en formato de Repo.
Esas cuentas ofrecen un panorama poco alentador. La tensión no es únicamente cuántos dólares líquidos tiene la entidad a cargo de Guido Sandleris. El problema es que las divisas propios (genuinas) del organismo suman cero. Es un rotundo fracaso para un país que en dos años se endeudó con acreedores internacionales por más de 100 mil millones de dólares. Las reservas propias del Central no tienen ni una sola divisa de esos recursos. La entidad no tiene patrimonio para armar un fondo anticíclico. No tiene patrimonio para intervenir en el mercado cambiario. Sólo cuenta con dólares que no le pertenecen y que deberá devolver.