Tute hace Canciones dibujadas. Así se llama el proyecto que une sus músicas y sus letras, con sus dibujos, los de colegas suyos, la participación de reconocidos intérpretes y videos animados. Ricardo Mollo, Kevin Johansen, Lisandro Aristimuño, Víctor Heredia, Miss Bolivia, Adriana Varela, Jaime Torres, Inés Estévez y Gillespie son solo algunos de ellos, y las Canciones dibujadas pronto tendrán una presentación en vivo: será el próximo jueves a las 21 en el Teatro Xirgu (Chacabuco 875). El momento reunirá música e imágenes, como su nombre lo indica, tendrá banda en vivo y actuarán muchos de los invitados, con Tute oficiando de maestro de ceremonias. Todo, con entrada gratuita.
Con producción de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, un par de estas canciones ya pueden verse en el canal de esta institución, www.un3.tv http://www.un3.tv. Como la pegadiza “Barcos de papel”, interpretada por Manuel Moretti de Estelares y Tomy Loiseau (hermano de Tute) de Mamushkas, animada con los dibujos muy característicos de Tute (el relato es el de una pareja que se está separando en un bar que se llama Les paroles, como un homenaje a Jacques Prevert, explica el ilustrador). O “Sabana esperanzada”, entre el folklore y los sonidos contemporáneos, con letra de Tute y música de Jaime Torres, que cantan Ricardo Mollo y Charo Bogarín de Tonolec, con una animación en arcilla y stop motion hecha por Aldana Loiseau (hermana de Tute). “Ahí está flotando el espíritu de mi viejo y el de su programa”, dice Tute sobre este trabajo de animación. Su viejo es Caloi, y el programa Caloi en su tinta.
Hay otra de las canciones que hace presente a Caloi: “Sin querer”, que Tute le dedica a su padre. La canta Lisandro Aristimuño y la dibuja (los dibuja, a padre e hijo) Max Aguirre. “Es una de las canciones más importantes del disco, la escribí al poquito tiempo de que murió. Lisandro la canta con una profundidad increíble. Antes de grabarla me iba mandando avances, me mostraba cómo iba trabajando la letra. Se lo tomó muy en serio, y me hizo un gran regalo”, dice el dibujante. Hernán Lucero, Rolo Sartorio de La Beriso, Gustavo Ecclesia, Matías Padilla y Juan Blas Caballero (a cargo de los arreglos y la producción musical) también forman parte del trabajo. Que además de poder verse por el canal UN3 (en varios operadores de cable y en plataformas digitales), se transformará en un particular vinilo objeto editado por Epsa Music, que suma láminas de los ilustradores que participan del proyecto. Allí suenan y se ven “Baila!”, interpretada por Kevin Johansen y con un recitado de Miss Bolivia (con dibujos y animación de Ed Carosia); “Caballos blancos”, en la voz de Víctor Heredia y el sampedrino Matías Padilla, con dibujos de Esteban Tolj; “Palabras Imposibles”, con aire de tango e interpretada por Adriana Varela, o “Canción para Dorotea”, que Tute escribió para su hija, hoy adolescente.
“Esta es la unión de dos universos que me interesan, la canción y el dibujo”, dice Tute sobre su nuevo proyecto, con el que sigue ampliando un universo creativo cuyas viñetas más populares se han vuelto agenda, calendario, remera y hasta vino malbec. “Como no sé cantar ni tocar la guitarra, lo que hice fue invitar a una gran selección nacional de músicos. Fui pensando, puntualmente, para cada canción que escribía, en quién podría interpretarla. A veces eran amigos, gente que quiero y admiro; otras no los conocía pero conocía su voz y me parecía que era la ideal. Los fui invitando y por suerte todos aceptaron y pudieron”, relata sobre el inicio del trabajo. La propuesta tomó forma con la producción de UN3, el canal de la Universidad de Tres de Febrero, en el que Tute ya había hecho Tutelandia, un programa de entrevistas.
–¿El punto de partida entonces son las canciones, no los dibujos?
–Sí, y la prehistoria sería la de los cantautores que escuchaba de chiquito: Serrat a la cabeza, los cantautores franceses o cubanos. Me llamaba mucho la atención eso de los cantautores, escuchar una historia cantada, la conjunción de la música con una letra. No se me dio por estudiar música de chico, aunque había un piano en casa, el músico de la familia fue mi hermano. A mí me gustaba escuchar las letras. Me acuerdo que con nueve o diez años me dormía con Serrat: iba a agarrar el disco en pijamas, lo ponía en la bandeja, ponía la púa en el primer tema, apuntaba el parlante grandote hacia mi cuarto y me acostaba. Si no llegaba a dormirme le levantaba y daba vuelta el disco.
–¿Y en la historia más reciente, cómo nace?
–Hace diez años Hernán Lucero me invitó a ponerle letra a una música de él. Yo nunca lo había hecho, había escrito poesía (me gusta mucho la poesía y siento que la uso mucho en mi laburo), pero nunca había escrito una canción. Acepté el convite y fue espectacular, me di cuenta de que me salía. Le fui pidiendo cada vez más música, generamos un montón de canciones, de tango y fuera del tango también. Con eso hicimos una selección y armamos el disco Tangos nuevos, donde él hacía las músicas y cantaba y yo escribía las letras y dibujaba. Ese fue el puntapié inicial. Llegó un momento en que yo estaba tan apasionado con la escritura de letras, que él no llegaba a cubrir mi demanda, no tenía más músicas. Y ahí se me empezaron a ocurrir melodías a mí, pero se me ocurría un pedacito y no tenía idea qué hacer con él. Se lo pasaba a Hernán, y él lo trabajaba. Después siguieron apareciendo melodías y empecé a armarlas como me parecía. Así empecé a armar mis propias canciones.
–Así que fue aprendiendo mientras hacía…
–Es raro, porque no sé tocar lo que escribo, y apenas puedo balbucearlo. Hace dos años que estoy estudiando canto y en algún momento me encantaría poder cantar alguna de mis canciones. No en público, me daría terror, pero sí me gustaría grabarlas.
–¿El dibujante y la exposición no se llevan bien?
–¡Nada bien! (risas). En general el dibujante es ante todo un observador, creo que ahí empieza el trabajo. Y la observación se hace desde la periferia, no podés ser centro y observador al mismo tiempo, tenés que pasar inadvertido. A mí me encanta mirar a la gente, ver sus gestos, cómo se mueve, cómo actúa, y mirarme a mí mismo también. Analizar esas cosas es el primer trabajo. Después el dibujo es producto de esas observaciones. Lo otro, salir a un escenario a cantar o a tocar un instrumento, es de una exposición muy grande. En cambio escribir canciones requiere esa misma disposición a observar que el dibujo. Ahí sí me muevo bien.
–¿Cómo las trabaja?
–Lo pienso en canciones, como un formato distinto, novedoso para mí. Yo escribí muchas poesías, hace unos años edité un libro, y era bien distinto. El poema, como tal, tiene una música interna propia, vos estas ahí silabeando esas palabras que tienen un funcionamiento autónomo, se sirven de sí mismas, no precisan de nada más para funcionar como poemas. En cambio la canción es otro universo, las letras están en concordancia constante con la música. Y de hecho me dejo inspirar por las melodías. Funciona bien distinto.
–¿Cómo relaciona las dos facetas artísticas?
–Lo vivo con mucha naturalidad, no veo esta división de compartimentos estancos: ahora soy dibujante, ahora hago canciones. Más o menos fluye, aparecen ideas y naturalmente se ubican en su mejor vehículo: una historieta, una canción, una pintura, una poesía, una película. Una vez tenía una idea y no tenía duda de que era para una película. Me puse a estudiar cine, porque no sabía cómo hacerla. Y terminé filmando con un equipo en Lobos esa idea. Después apareció otra y filmé en la ciudad, con actores profesionales… El motor vital es siempre el de las ideas. No soy muy amigo de las etiquetas, aunque entiendo que hay un mundo que te exige todo el tiempo definirte, quién sos, a qué te dedicás. Yo siento que me dedico a un montón de cosas, algunas más, otras menos, algunas mejor, otras peor. Pero me gusta esta diversidad, ir abriendo puertas novedosas. Y la canción es una de ellas.
–¿Cuál le lleva más trabajo?
–Obviamente, vivo el vértigo: como dibujante tengo veinte años de experiencia, como autor de canciones, no. Entonces estoy expuesto todo el tiempo a situaciones inéditas, y en el medio tengo que aprender, pero también eso me estimula. Meterme en un estudio de grabación es algo nuevo, por ejemplo. Me encanta porque además salgo del tablero, de la soledad y el sedentarismo propio de esta actividad. Ahí estás en contacto con otros, tomando decisiones, llegando a acuerdos, con los músicos, con el productor… Es todo un mundo nuevo.
* Las entradas para el show gratuito se pueden retirar a partir del miércoles en la boletería del Xirgu, o reservar escribiendo a [email protected].