La TV Pública Argentina es una pantalla de (otra) época. La política de ajuste implementada por el gobierno de Cambiemos no sólo erosiona la calidad de los contenidos que emite la señal pública, lo que hizo derrumbar drásticamente su audiencia. La nueva mala del “plan de austeridad” encabezado por Hernán Lombardi, titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos (SFMyCP), es que la emisora se convirtió en un espacio fértil para la emisión de repeticiones y programas grabados. Los números son contundentes: apenas seis horas y media por día se emiten en vivo, mientras el resto de la programación se cubre con latas y repeticiones de viejos ciclos emitidos allá lejos y hace tiempo. El colmo de la política de vaciamiento es que el canal estatal ya no sólo se limita a reponer antiguos programas producidos en la esfera estatal, la mayoría generados durante la anterior gestión: el martes repuso en TV abierta Historia de un clan, la ficción de Underground que Telefe estrenó en... ¡2015! Como si lo que sucede en pantalla no fuera suficiente, hay otro hecho que agrava la situación: tras la renuncia hace un año de Horacio Levin al cargo de Director Ejecutivo de la TV Pública, y de Jorge Sigal a la Secretaría de Medios, no hubo ningún reemplazo.
La reposición tres años después de su estreno de la ficción inspirada en “el clan” Puccio (la familia sanisidrense que en los ochenta se dedicó al secuestro y asesinato de empresarios allegados) es una imagen que representa el estado actual de la TV Pública. ¿Cuál tendría que ser el objetivo primordial de un sistema de medios públicos? ¿Debería plasmar en sus contenidos las temáticas y lenguajes que los privados-comerciales desechan cotidianamente? ¿O, por el contrario, tendría que conformar una programación con un fuerte perfil cultural-educativo, transmitiendo valores ciudadanos y democráticos? ¿O, acaso, los medios estatales deben apuntar a competir con los privados por una porción de la audiencia, con formatos y búsquedas que replican los contenidos mainstream? Esas son preguntas que siempre se ponen en debate alrededor de los medios públicos. A tres años de haberse hecho cargo del sistema de medios públicos argentinos, parece pertinente preguntarse: ¿cuál es el perfil artístico-informativo de la TV Pública que construyó la gestión de Cambiemos?
Un repaso por su programación sirve para analizar la gestión de la emisora. A nivel integral, el primer dato que surge es que de las 24 horas de programación diaria, de lunes a viernes, sólo seis horas y media se emiten en vivo: las tres horas y media que se distribuyen entre las cuatro ediciones de los noticieros TVP Noticias, las 2 horas de Cocineros argentinos y la hora de Maratón 2018. Las 15 horas y media restantes se completan con programas grabados, que se reparten entre ciclos estrenos (Cine clásico, cada noche, Todo tiene un porqué, Filmoteca) y repeticiones (las dos horas diarias con material ya emitido en Encuentro, la de Pakapaka, la de Documentales con viejas producciones internacionales, y las repeticiones con las que rellena la grilla entre las 2 y las 6 de la madrugada). Es decir: un cuarto de la programación diaria se emite en vivo, de la que más de la mitad es cubierta por los noticieros. Los fines de semana, la programación en vivo directamente no existe, al igual que la información, tras la eliminación este año de las ediciones de los noticieros de los sábados y domingos. A modo de comparación, en marzo de 2015 la programación en vivo diaria alcanzaba las 10 horas y media.
En la grilla actual, la producción realizada íntegramente por personal del canal tampoco abunda. Los programas que son de producción propia se limitan a los noticieros, Maratón 2018, Filmoteca y Cine clásico, con el asterisco de que estos dos últimos ciclos ocupan mayoritariamente su espacio con la proyección de películas antiguas (aunque no por eso menos interesantes). Las horas producidas en el canal alcanzan en este 2018 un piso histórico. De hecho, en la programación diaria se mantienen varias producciones externas: Cocineros argentinos es una producción de Kapow y la TV Pública, Todo tiene un porqué es una realización de Mandarina Televisión, y Cada noche es producido por Gotama Productora. Además, las franjas de Encuentro y de Pakapaka están conformadas por ciclos producidos por empresas privadas. A modo de comparación, en marzo de 2015 la producción realizada en el canal alcanzaba las 11 horas diarias.
Un párrafo aparte merece el análisis del prime time. En la franja horaria de 20 a 24, la de mayor encendido, la TV Pública no cuenta con programación en vivo: a las 20 emite un ciclo de Documentales internacionales de vieja data (Colores el espectro de la ciencia, y 24 horas en el planeta tierra); a las 21 contenidos de Canal Encuentro de ayer y hoy ya emitidos (desde el heredado Mentira la verdad hasta la más reciente Los visuales); a las 22 la reposición de Historia de un clan (martes a jueves), Ronda de editores (lunes) y Televisión Pública Internacional (viernes); mientras que a las 23 está programado Cada noche, el ciclo de entrevistas a cargo de Graciela Fernández Meijide, Silvina Chediek, Damián Glanz, Diego Scott y Marcelo Pasetti.
La gestión de Cambiemos en el canal parece limitarse –entonces– a mantener la señal al aire, sin ningún otro objetivo que achicar los medios públicos a su mínima expresión. El enfoque “federal y plural” que Cambiemos había prometido para la TV Pública brilla por su ausencia. La posibilidad de alcanzar una pantalla con contenidos de calidad también. La promesa de desterrar el formato de coproducciones con empresas privadas, revalorizando la producción propia con trabajadores del canal, es otra deuda. Plasmar en la TV Pública el siempre a mano y tan declamado modelo de “la BBC” es, a esta altura, una quimera: cada vez más lejos está la emisora pública de encabezar el sistema televisivo argentino. A tres años de comenzada la nueva gestión, las premisas de “educar, informar y entretener” con las que la BBC nació en 1931 tampoco parecen verse reflejadas en una programación a la que cuesta encontrarle virtudes artísticas-informativas. Una pena.