Faltan algunos días para que concluya 2018 pero la CGT decidió cerrar su año calendario el pasado 13 de noviembre. Ese fue el día que se publicó el decreto que impuso el pago de un bono de cinco mil pesos para los trabajadores registrados en empresas privadas pero en dos cuotas. El “paliativo”, como lo definió la conducción de la central sindical, significará unos pesos más en los bolsillos flacos de los asalariados pero está lejos de resolver la estrepitosa caída del poder adquisitivo y la flexibilización que se viene imponiendo en el mundo laboral. A pesar de ello no visualizan un año complicado porque el Gobierno estará concentrado en renovar su mandato. Por lo tanto, buena parte del actual Consejo Directivo pondrá toda su energía en participar de la disputa política. Por caso, hay un sector que se emociona con Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y hasta con Roberto Lavagna y, con la misma intensidad, se distancia de Cristina Kirchner. Por el contrario. el sector del sindicalismo que se muestra como más combativo y que se referencia en el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN) se acerca a la ex presidenta. En todo caso, tanto unos como otros se preparan primero para la disputa por el control del peronismo para luego avanzar a los comicios presidenciales.
A la CGT y su histórico edificio de la calle Azopardo la conducen gordos e independientes que tienen, como principal característica, la tendencia a imponer la negociación por sobre cualquier medida de acción directa que existe o pueda llegar a generarse en el mundo sindical. Estos conducen gremios populosos, en cuanto a cantidad de afiliados, pero las ramas del trabajo que representan no tienen la capacidad de parar un país, como los sindicatos del transporte, aunque sí pueden complicar la vida cotidiana. Aún así lograron mantener el poder en la CGT, condición excluyente y necesaria para trabajar en el escenario electoral.
Entre gordos e independientes hay semiplena coincidencia en rehuir de cualquier acercamiento con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En estos días, uno de sus principales referentes se animó a generalizar y dijo que “el movimiento obrero no apoya a CFK”. Luego reconoció que ellos prefieren más a Sergio Massa o al gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey y hasta Roberto Lavagna. A los dirigentes Armando Cavalieri (Comercio), Omar Maturano (La Fraternidad), Andrés Rodríguez (UPCN), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Roberto Fernández (UTA) y Gerardo Martínez (Uocra) se les ilumina el rostro cuando hablan con y de Lavagna. En ese punto coinciden, por ahora, con el gastronómico Luis Barrionuevo que también es un devoto del economista. Sin embargo, no rompen definitivamente con la ex mandataria. Pero el pragmatismo no lo pierden y sostienen que pueden considerarán una posible relación con CFK si ella acepta “sumarse como una más” en la mesa del peronismo. Parece una afirmación que denota firmeza pero para estos gremios es una forma de mantener la puerta entreabierta.
En este sector hay un dirigente que por ahora está haciendo un camino diferente: Héctor Daer, quien se sumó a la mesa sindical del PJ que armó José Luis Gioja donde se abrazó y saludó con su adversario sindical, Hugo Moyano. Sus compañeros de CGT lo miran con recelo y afirman, sin sonrojarse, que es la prueba “del juego ambiguo” que suele realizar el hombre de la sanidad.
Ser parte del armado electoral es la principal preocupación de gordos e independientes y, como tal, aspiran a ver sus nombres en las futuras listas de candidatos e incluso ser parte del esquema de un posible gobierno peronista. Para eso es preciso bajar la persiana de la CGT y aseguran que el próximo año no habrá grandes problemas en lo sindical, que la actual conducción seguirá firme hasta el fin de su mandato en 2020 y que cualquier inconveniente que surja será sectorial por lo que cada gremio deberá ocuparse de resolverlo por su cuenta. Un ejemplo de esta decisión es el silencio del Consejo Directivo ante el conflicto de los gremios aeronáuticos que defienden Aerolíneas Argentinas de los ataques del Gobierno nacional.
La otra vereda
En la acera de enfrente del Consejo Directivo hay por lo menos dos espacios gremiales que también serán parte de la disputa electoral. Uno de ellos es que lideran el taxista Omar Viviani y Sergio Sasia de la Unión Ferroviaria. En lo que hace a preferencias políticas este grupo, conocido como el Movimiento de Acción Sindical Argentino, tiene más coincidencia con gordos e independientes que con los que integran el FSMN.
El Frente Sindical puso por ahora la disputa por la conducción de la CGT en el congelador. En principio porque dicen que apuestan a no fracturar a la central obrera pero eso dependerá de la coyuntura política que se puede traducir en un triunfo electoral de Cambiemos. En el terreno político no disimulan su relación con CFK y en ese tema uno de los que jugó con fuerza fue el titular del Smata, el mecánico Ricardo Pignanelli, quien junto al canillita Omar Plaini trabajaron para lograr la reconciliación de Hugo Moyano con Cristina Kirchner. En su momento, algunos de los miembros del FSMN consideraron que la foto con la ex presidenta aceleraba los tiempos pero ahora ya no se quejan tanto.
Este grupo, que creció hasta llegar a aglutinar a más de 70 sindicatos, no es kirchnerista a ultranza pero entienden que sólo un peronismo con cariz nacional y popular permitirá recuperar el terreno perdido ante el gobierno de Mauricio Macri. Por el contrario, consideran que la oferta que representan Urtubey y algunos gobernadores no se diferencia mucho de lo que hoy viven con Macri pero, como reconocen, tendrán que hacer el esfuerzo de buscar puntos de acuerdos para mantenerlos bajo el paraguas del PJ si es que se quiere ganar la elección presidencial.
Este es un razonamiento bastante similar al que usan para justificar la razón por la que en todo este año 2018 no fracturaron la CGT. Entienden que la existencia de dos centrales obreras favorece al gobierno macrista. Es por eso que en la tarea partidaria que se están dando repiten la frase que resume esta estrategia y que la que pronunció Pignanelli: “Hay que profundizar la unidad hasta que duela”.