¿Cuánto se puede conectar auténticamente con lo que se desea y cuánto está permitido de eso? ¿Cómo las conductas están regidas por el contexto? Estas son algunas de las preguntas que atraviesan Un cuerpo salvaje, pieza teatral escrita y dirigida por Silvia Gómez Giusto. De los encuentros semanales auto convocados de Teatro Líquido, un colectivo creativo compuesto por Javier Daulte, Héctor Díaz, Silvia Gómez Giusto, María Marull y Paula Marull, nació la obra. La propuesta del colectivo, entendido como un espacio de intercambio y colaboración permanente, consistió en crear cinco espectáculos, cuyos procesos creativos fueran supervisados por el equipo desde su escritura hasta el estreno.
“La idea en un principio era escribir y acompañarnos en el proceso de escritura. Pero enseguida en la primera charla salió la idea de acompañarnos en todo el proceso de creación. Esto implicaba ir leyendo cada avance de lo escrito, pensar los actores en conjunto, meternos en los ensayos de unos y de otros para compartir, discutir y demás”, explicó Giusto.
En Un cuerpo salvaje, una familia tradicional que se estructura de manera piramidal con la figura del patriarca a la cabeza, pasará todo el verano en una casa de campo junto a un capataz de la estancia y a una indígena (personaje basado en un hecho verídico transcurrido hacia fines del siglo XIX en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde nativos de la zona fueron prisioneros de una ciencia colonialista). Aquí, las mujeres (una de ellas indígena) de la obra representan la sujeción y el sometimiento a un sistema patriarcal que reprime deseos y anhelos que pugnan por salir. Una “peligrosa” bebida funcionará en la historia como metáfora de todo lo prohibido. ¿Será esta poción la que descubra un cuerpo salvaje, encantado por liberarse y volverse erótico?
–¿Comparten alguna premisa las obras surgidas del colectivo Teatro Líquido?
Silvia Gómez Giusto: –No hubo una idea, ni un eje temático para empezar a escribir, más que ir acompañándonos artísticamente. Básicamente está buenísimo discutir todo el proceso de obra. Yo no conozco tantos colectivos en donde se mantenga la individualidad de la obra y al mismo tiempo se pueda abrir el proceso a la opinión de colegas. Hubo un sólo encuentro en donde Javier comentó un libro que había leído sobre una feminista. Yo no tengo dudas de que haber hablado de una feminista para mi obra no fue menor porque ahí empecé a pensar un montón de cosas que creo que están plasmados en la puesta. Y hay algo de los personajes femeninos como eje en las obras, quizás no en la de Héctor en particular, pero sí en todas las demás.
–¿Cómo fue el proceso de escritura de la obra como parte de ese colectivo?
S. G. G.: –No me puse ninguna premisa y en un principio ni sabía de qué iba a hablar, pero sí tuve dos puntos de partida. Uno que fue en base a ese primer encuentro del colectivo en donde pensé todo el recorrido que venimos haciendo como mujeres para conseguir la misma libertad y valoración que los hombres para todos los aspectos de la vida. Yo me hice la pregunta de cuándo las mujeres empezaron a pensar en poder cambiar la falda por el pantalón. Partí de ese recorrido tan tonto como es una prenda, una capa que aparenta ser tan superficial, pero que al mismo tiempo no lo es. Y el otro disparador fue el cuadro de La vuelta del malón, que es un malón que rapta a una mujer blanca que está desnuda, y es el cuadro del que hablan en la primera escena las tres hermanas. Ese cuadro a mí me perturbaba un montón porque es erótico, pero al mismo tiempo están raptando una mujer a la que seguramente violaron, o la maltrataron o simplemente la tenían de rehén. O sea que la mujer era mercancía absoluta. Era un objeto en todos los aspectos.
–Si bien en la obra se presenta una familia tradicional de otra época, el discurso se presenta muy actual con respecto al patriarca y a la figura masculina...
S. G. G.: –La verdad no me daba cuenta hasta que la estaba montando con los actores que todos los temas son absolutamente actuales. La idea de que un grupo de hombres pueda raptar a una mujer, violarla y hacerla desaparecer en un pajonal es algo de todos los meses más o menos. Y también esto se ve cuando el personaje de Argentina habla de la yegua que tienen en la familia y de que los animales no eligen parir. Y ahí ella se compara con ese animal y dice “yo no elegí parir” y les cuenta a sus hijas que “ustedes tampoco van a elegir parir”. Y seguimos igual.
* La obra tendrá la última función del año este viernes a las 22, en Espacio Callejón, Humahuaca 3759.