La final interminable tuvo su desenlace en la cancha, pero muy lejos de América. El torneo que se desarrolló bajo un marco de sospechas permanentes, también se definió con las dudas alrededor del juego. La revancha se pudo realizar por el fallo en contra de Boca de dos organismos independientes de la Conmebol: la Unidad Disciplinaria de esa entidad y el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS). El club intentó con sus reclamos obtener la Copa Libertadores a partir de un fallo a su favor, por el ataque que recibió el micro que trasladaba al plantel el 24 de noviembre pasado, a pocas cuadras del estadio Monumental, sin jugar al fútbol.
El presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, remarcó que eso fue una “traición” después del acuerdo al que había arribado con su colega de Boca, Daniel Angelici, para que la revancha se jugara al día siguiente de la emboscada. Lo que había ocurrido en 2015 en la cancha de Boca estaba latente: los jugadores de River fueron rozeados con gas pimienta cuando se dirigían a jugar el segundo tiempo, en la serie por los octavos de final. Esos 45 minutos nunca se jugaron.
D’Onofrio se tomó un vuelo esa misma madrugada a Asunción para presentarle a la Conmebol un informe con la gravedad de los hechos. El dirigente aclaró luego que sólo fue a dejar testimonio sobre las lesiones que padecían los futbolistas de River, y que nunca pidió que le den a River el partido por ganado. Sin embargo, Boca fue descalificado del certamen.
El encuentro de ayer estuvo en duda hasta el último sábado mismo, cuando el TAS dio su veredicto sobre lo que pretendía Boca. La velocidad con la que tomó su resolución fue sorprendente, teniendo en cuenta que los casos que llegan al TAS son analizados con detenimiento, y las decisiones finales suelen demorar meses.
Las malas inclusiones de jugadores fue otro punto destacado en esta Copa. Bruno Zuculini (River) y Ramón Abila (Boca) debían cumplir fechas de suspensión por expulsiones en sus clubes anteriores. Pero no lo hicieron. A Santos de Brasil, por el mismo error, le dieron un partido por perdido ante Independiente. El motivo para no suspender a River y Boca nunca fue transparentado.
La debacle de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) quedó más expuesta cuando Gianni Infantino, presidente de la FIFA, decidió que el partido de ayer se jugara en el estadio de Real Madrid, después de ordenárselo a Alejandro Domínguez, responsable de la Conmebol.
El fallecimiento de Julio Grondona abrió una puerta esperanzadora para que las autoridades dejaran de lado un accionar oscuro, pero no sólo no ocurrió sino que se empeoró. En la AFA alguien dijo: “Con Julio, ese segundo tiempo se jugaba. Y esta final se hacía en Argentina, no tengas dudas”. Muy triste.
El fútbol argentino continúa con respirador artificial hace tiempo. Pero puede ser que alguien se lo haya quitado, y no le avisó a nadie.