Es sábado a la tarde y casi no hay gente en el centro, que parece un pueblo. La Plaza de Mayo, semivacía. Nos reunimos en un bar, enfrente al Colegio Nacional Buenos Aires. Vuelan pigmentos de la flor de tilo y la mesa, en la sombra de los árboles, se llena de polvo. A las 14.30 suenan las campanas de la iglesia San Ignacio, que está al lado del Colegio. Unos minutos después, Gabriela Mansilla me pide que empiece la entrevista, explicándome que sigue viviendo en el mismo barrio de siempre, con calle de tierra, y que tiene tres horas de viaje.
¿Qué tenés pensado hacer después de que te censuraron la charla?
–No me lo tomé personal. No lo tomo como que censuraron a Gabriela Mansilla, que censuraron un libro mío. Acá están prohibiendo hablar de las niñeces. El libro Mariposas libres muestra la realidad de las infancias trans. No es la historia particular de Luana, sino una pluralidad. Cuestiona a la sociedad, a la formación docente, profesional, a vos en particular (en cualquier prejuicio). No voy a hacer nada que no sea avalado o promovido por la Universidad, porque si salgo yo ¿a qué?; sino me la creo. Yo acompaño y hacemos...
Yo nena, yo princesa era la voz de una mamá desesperada...
–Le preguntaba a mi hija que le pasaba y buscaba respuestas. Acá la respuesta ya la tengo y en lugar de tener la mirada en Luana, la tengo en la sociedad, en la cultura, los responsabilizo de lo que sucede, por haber visto una travesti en una esquina y no haberse acercado a preguntarle por qué está ahí con 14 años. Se censura a todo un colectivo. Si prohibís esos libros, esa mirada, le estás quitando la vida a quiénes lo necesitan. Si una mamá lo lee y lo entiende, ya no reprime. Es mucho más grave que censurarme a mí o a ese libro. Están censurando una lucha, una historia, una posibilidad de tener una vida mejor. Está bueno lo que hizo la Universidad, que habiendo participado durante tantos años, los dejaron plantados. Como sacaron mi presentación decidieron bajarse de todas las charlas y presentaciones.
Después de la visibilización de Luana y de la información que fuiste dando en los medios ¿Cómo reaccionan ahora los vecinos que antes te insultaban?
–Me decían de todo, ahora no me hablan. En la escuela de Luana y Elías, que pasan a 6º, son tres o cuatro las madres que me saludan, y son 40. No me permiten hablar del tema porque dicen que Dios creó al hombre y a la mujer, y eso hace que sus hijos agredan a Luana.
¿Y Luana? Ya tiene 11 años y empieza la pubertad...
–Estamos trabajando mucho con Luana en darle el lugar de transgénero. Obviamente varón no es, pero tampoco es mujer, esa mujer de la idealización. Ser transgénero es aceptar tu cuerpo, verte, amarte, reconocerte, respetarte, y en eso transitarte. Y en el devenir lo que sea, lo que sientas. Si no, está la estereotipación de las operaciones. Las tetas, las hormonas, porque son dos opciones nada más. Y el tercer lugar está tan violentado que nadie quiere estar ahí.
¿Sería reivindicar la palabra travesti?
En ella todavía no, porque es chica. Pero trasngénero, sí.
La ley de Género es única en el mundo al no pasar por exámenes médicos- psiquiátricos, pero faltó la T...
–Falta que la sociedad entienda. Ni con el DNI alcanza. Me sirve si la llevo a un dentista, pero un pediatra que la revise... Los médicos no entienden y reaccionan mal. Me preguntan qué diagnóstico tiene, y Luana está escuchando todo. No quiero que la nena pase como cualquier niña cuando es transgénero. Si ella quiere adaptar esta feminidad y quiere llamarse y nombrarse mujer, está perfecto; pero también tiene que reconocer que nunca va a ir a una ginecóloga. Vestirse y tener el DNI no es que ya está, esto recién empieza...
PRIMER PLANO
Luana baja las escaleras del consultorio de la psicóloga que la atiende, después de haber pasado por otrxs 10 profesionales que no la escuchaban, no le creían lo que ella sentía y trataban de encaminarla por la heteronormatividad. Nos saluda contenta. Se la ve alegre.
¿Cómo educás a su hermano?
–Le hablo mucho. Él tiene asperger, los cinco sentidos exacerbados, los abrazos le molestan si es que él no los permite, los ruidos. Tiene muchos conflictos en la escuela porque no entiende cómo los varones le pegan a las nenas. Y si la tocás a Luana se enoja muchísimo. Hablamos de las orientaciones sexuales.
¿Cómo está emocionalmente Luana?
–Si yo fuera con esta niña a cualquier lugar, así como vos la estás mirando, no haría falta dar ninguna charla. Si la llevo al médico, me cuesta explicar que es transgénero. Ay, no parece, te dicen; y aparece otro estereotipo... No sé qué esperan. Y empiezan: qué tiene, qué no tiene, qué le falta, qué le sobra.
¿Y en la escuela?
Lo que les cuesta a los compañeritxs es, obviamente, lo que les cuesta a sus padres ¿la ves, no? Una nena, pero tiene pene. Está creciendo y va a seguir creciendo. No tiene por qué vivir una vida de cis género, cuando no lo es. No le van a crecer los pechos, va a menstruar, no se va a hacer mujer.
¿Te dice algo en relación a eso?
No, no, con todo lo que hemos hablado y trabajado con Valeria (Paván, psicólogx) sabe el lugar que tiene, por eso cada vez lo nombramos más: ni varón ni mujer, transgénero femenino. Y cómo vaya siendo, ni siquiera esperar que se comporte de una manera o de otra; como lo vaya sintiendo, lo que a ella la haga feliz.
En algún momento pensaron en el uso de inhibidores...
El tema de la hormona es porque hay una inseguridad, te pesa mucho el estereotipo ¿necesitas una barba? Es para la mirada del otro. Y lo que yo quiero de esta nena es que haga lo que sienta para su propia mirada. Ella va cambiando y yo informándome... No duermo, soy como una lechuza pensando toda la noche. Pensando en cómo me tengo que comportar con ella. El tema de los inhibidores todavía lo seguimos pensando. Para que Luana pueda transitar mi pensamiento, primero que es mío, que yo tenga una postura frente a esto no significa que ella la vaya a tener. Después, que ella acepte a su cuerpo, no quiere decir que lo pueda sostener en el afuera. Nosotras la acompañemos, pero después ella sola va a tener que caminar por la calle y relacionarse. Si la presión es mucha, por ahí la aguanta y por ahí no. Es tan personal.
¿Qué cambios notás en Luana desde que empezó con su transición?
–No está tan princesa. No rechaza su cuerpo. Hoy puede estar despeinada y se lo permite. Hoy no tiene que estar con tacos y brillos. Te dice, ay mamá, no importa. Es muy pensante. Es muy inteligente y muy sensible.
¿Y en la familia qué pasó después de la decisión de Luana?
–Crecimos todes. Hay mucha tranquilidad ahora. Lo que no va a parar nunca es la preocupación de que le pase algo, de que la lastimen, mucho más exacerbado que en cualquier otra niña.
¿Y sobre los cambios que no va a tener?
–El cuerpo de Luana hay que nombrarlo. La escuela lo tiene recontra claro y lo va a hacer. Pero hay familias que no quieren que trabajen la ESI, menos van a querer que nombren el cuerpo de Luana. Si los compañeres de Luana aprenden esto, el día de mañana no van a discriminar a ninguna travesti. Cuando vamos a comprar un par de zapatillas nos preguntan si de nena o de varón, y ya nos miramos y nos reímos los tres. Ya vamos a tener otra sociedad. Pero son estos dos que van a seguir enfrentándose a una sociedad que va a seguir diciendo si es para nena o varón.
Escuché a mucha gente decir que le hubiera gustado tener una mamá como vos...
–Que una mamá acompañe a sus hijas no es algo extraordinario. Cuando alguien hace lo que corresponde es como un héroe, y no soy una heroína. Estoy acá porque me hice cargo de lo que pasa. Cuántas mamás faltaron. ¿Dónde estaban?