El día después de su cumpleaños número 23 el violinista ruso Artem Díaz Kolesov, que para ese entonces vivía en Chicago y había escapado de su homofóbica tierra natal gracias a una beca en Canadá, se filmó hablándole a cámara durante unos quince minutos. Se dirigía de refilón a su familia y amigos pero también a los jóvenes rusos y a todo aquel que quisiera saber cómo se crece como niño gay en un país donde el odio es cuestión de Estado. Cuenta la historia de cómo se crío en una casa con seis hermanos, en un pueblo chico, con padres fervorosamente religiosos. “Si alguien de nuestra familia resultaba ser gay, mi familia debería matarlo con sus propias manos”: esa era máxima en su casa, en su barrio y en su iglesia. El video se volvió viral: de pronto empezó a recibir mensajes diarios sobre el tema, algunos de amenaza, otros de agradecimientos. La iglesia a la que asistía tomó el video como contraejemplo para disuadir a “los jóvenes con tendencias homosexuales”. Después del video, según cuenta Artem, unas diez personas de su antigua comunidad le escribieron para decirle “que estaban en el closet y lo difícil que era la vida así. Ni hablar de las lesbianas que me escriben. Ellas directamente no cometen un delito porque el deseo femenino no existe. Estamos hablando de un país que hace poco despenalizó las palizas contra las mujeres siempre y cuando sean cometidas en la intimidad del hogar”.
Por estos días Artem visita Buenos Aires, invitado por la Usina del Arte, para participar del “Homenaje a Olivier Messiaen”, en su 110º aniversario. Interpretará, el “Cuarteto para el fin del tiempo” que el francés compuso en el campo nazi de prisioneros de Görlitz, Alemania, donde estaba detenido. La obra fue estrenada por él mismo en piano y otros tres prisioneros, en violín, violonchelo y clarinete (los instrumentos que estaban a mano), en enero de 1941 en el mismo campo.
-Siempre me llamó la atención como los artistas pueden producir obras alucinantes en circunstancias catastróficas. Es posible que la composición pusiera a Messiaen en una posición fuera del espacio en el que se encontraba. Me hace pensar en Varlam Shalaámov y otros tantos poetas sobrevivientes del gulag. Sus hijos eran asesinados, ellos encarcelados y mientras tanto ellos ahí adentro escribiendo música y poesía.
¿Hay alguna relación entre la estructura de la pieza y el contexto en el que Messiaen la compuso?
–Muchas emociones muy íntimas están ahí. No es que él hubiera estado describiendo con música cómo se sentía, no es literal. Pero a medida que la pieza avanza vas perdiendo la noción del tiempo, el tempo se va desvaneciendo, en un momento se convierte en algo muy random, más que un ritmo, empieza a sonar como campanas. No necesariamente tenés que ser perseguido para conmoverte con algo así pero sin duda significa mucho para alguien como yo, que ha tenido que huir de su país por lo que soy.
Con el video de tu salida del closet infringiste la llamada “ley de propaganda gay” rusa. ¿Sabés qué significa concretamente eso aun estado fuera de tu país?
–Es muy angustiante saber que no puedo volver a Rusia porque podía ir preso por haber grabado un video contando mi historia y diciéndole a los adolescentes rusos lgbti que no hay nada de malo en eso. En Rusia es ilegal hablarles a los menores de cualquier tema relacionado con lo lgbti. Podría enfrentar cargos graves. No me siento seguro no sólo porque el Gobierno está en mi contra, sino también porque no tengo allá una familia que me proteja.
¿Por qué decidiste grabar y dar a conocer el video?
–Después del video cientos adolescentes rusos se comunicaron conmigo, hasta niños de siete años. Estoy en conversación con un joven que está siendo procesado por expresar en redes sociales que es gay. Los años pasan y Rusia se retrae más y más sobre su costado conservador, toda una ola de conservadurismo llamada bandera del orgullo familiar. Cada día me escribe alguien nuevo para agradecerme por poner en circulación algo tan personal. Incluso me escribe gente para contarme sus secretos, gente a la que incluso la he escuchado lanzar comentarios tremendamente odiantes pero que están llenos de miedos. Yo mismo fui uno de esos “odiadores”. Entonces, ¿cómo no voy a grabar ese video?
¿Hablaste con alguien de tu familia después de eso?
–Después del video hablé con mi padre por primera vez en diez años. Es un hombre preparado, un ingeniero, al mando del primer submarino nuclear que tuvo mi país. Dijo que simplemente no entendía por qué necesito ser gay. Mi madre ya me ha dicho que conoce un neurólogo que me puede ayudar. Rusia tiene un alto índice de suicidio joven. Es casi imposible descifrar cuántas de esas muertes están vinculadas con la persecución a las personas lgbti porque como nadie habla. Mi padre lo considera un capricho occidental.
Ahora vivís en Los Angeles y estás casado...
–Doy clases y doy recitales en L.A. Mi marido está haciendo un Doctorado. El tocaba el clarinete, pero tiene un padre algo tradicional en algunos temas que le dijo que mejor se dedicara a estudiar algo más serio. Así que se está doctorando en Literatura. La razón por la que decidimos casarnos hace dos años no diría que fue la más romántica del mundo.
¿Por qué no fue romántico?
–Tuve un problema en el último minuto con una beca. Nos habían becado para un proyecto espectacular pero una de las integrantes del ensamble decidió volverse a China después de que ganó Trump. Al faltar un integrante perdimos la beca y quedé “a la intemperie”. Me desesperé y mi pareja me dijo “Ya está, qué tanto drama, casémonos. Si total pensábamos hacerlo”. Me lo dijo mientras manejaba su auto.
¡Se puede decir que te casaste por la Green Card!
–Risas. Me casé a las apuradas. Estaba en los planes pero el contexto nos empujó. Tuvimos que pasar una revisión de Migraciones. Yo huyo de mi tierra natal pero no diría que Estados Unidos es la tierra de la libertad. Se vive un racismo feroz. Mi marido es hijo de una mexicana, una mujer maravillosa que apenas puse un pie en su casa me trató como a un hijo. Viven en una zona rural, con ovejas y todo. Mi marido nació en Estados Unidos, también habla español, tiene pelo oscuro y con rulos y se llama Eduardo Díaz. Yo me puse su apellido, por eso ahora soy Artem Díaz Kolesov. Durante la entrevista de Migraciones casi ni miraron mis papeles. Y por más que les dijimos que el extranjero era yo, todo el interrogatorio se centró en por qué Eduardo se llamaba así, de dónde era su familia y por qué sabía español. A mí me hicieron una sola pregunta: ¿por qué quería adoptar el apellido “Díaz”?
Artem Díaz Kolesov participa del “Homenaje a Olivier Messiaen”, junto a Víctor Julien-Laferrière, Juan Ferrer y Juan Martín Miceli. Viernes 14 de diciembre a las 21 en la Usina del Arte.