Hay que tratar de esquivar el lugar común –y mentiroso– de “las mujeres en el rock”, porque en el rock argentino siempre hubo grandes músicas, y caer en la tentación de etiquetarlas dentro de un movimiento es, sí, otro asunto a deconstruir. En todo caso, lo que cualquier espíritu inquieto puede salir a comprobar es algo inserto en la generalidad de la escena independiente, que en estos años ha cobrado visibilidad y relevancia por potencia de laburo, por fijación de nuevas reglas, más allá de los géneros. Ese fenómeno es lo que lleva a dar cuenta de la ingente cantidad de minas que la están rompiendo en grabaciones y shows. Tienen el doble laburo de saltar las reglas del mercado y la opresión machista que durante años las relegó al lugar pintoresco de la piba que toca un ratito o la corista con minifalda. Pero sobre todo tienen el talento necesario para enriquecer una notable oferta artística que caracteriza al nuevo siglo.
Paula Maffía es una de las referentes del agitado movimiento que anima a la música argentina. Su nombre reluce junto al de –lápiz y papel, o bloc de notas del celular, lo que quiera– Lucy Patané, Andrea Alvarez, Mariana Bianchini, Cam Beszkin, Flopa Lestani, Carolina Pacheco, Lu Martínez, Marina Fagés, Daiana Leonelli, Juliana Moreno, Mariana Päraway, Natalia Politano de Sr. Tomate, Luludot y Florencia Mazzone de Lxs Rusxs Hijxs de Putx, Barbi Recanati, Las Taradas, Olympia, Eruca Sativa, Las Ligas Menores... hacer recuento es difícil porque hay más, son muchas, y uno siente que está cometiendo una injusticia porque seguro quedan nombres afuera. No se trata de llenar el estante de “mujeres en el rock” (con ese “rock” como un amplio paraguas estilístico): se trata de contribuir a la visibilidad de una obra que cimenta la confianza en lo que les creadores de música en Argentina construyen desde hace décadas.
Pero hablando de Paula: quien la haya visto en vivo sabe de su capacidad para enternecer con esas “canciones susurradas” de las que habla en esta entrevista, y al siguiente tema golpear en el plexo solar con la potencia de una fiera nunca enjaulada. El multitasking que suponen sus múltiples proyectos es una proyección de su incansable necesidad de decir y cantar, de encontrar vehículos diferentes para algo tan humano como la multiplicidad de estados de ánimo y el instinto creativo. Como muchas de estas artistas, Paula Maffía lleva pañuelo verde, pero su militancia principal es por el arte.
Por eso lo de esta noche es una de esas ofertas que no conviene rechazar. Pero con la tranquilidad de que es otro episodio en el historial de una artista que no detiene su marcha, y que no está sola. En esto sí se puede correr el riesgo de caer en el lugar común, porque lo que está sucediendo hoy es, también, un signo de los tiempos de reivindicación femenina: las mujeres músicas, cuyas referentes históricas (gente como Gabriela, Fabiana Cantilo, Hilda Lizarazu, Celsa Mel Gowland, María Gabriela Epumer) debieron pelear con un contexto que pretendía que pidieran permiso para todo, tomaron en sus manos el poder de hacer lo que quieren sin esperar la patente de nadie. Pero sobre todo: estas mujeres nos están dando grandes canciones. Y ahí se terminan las discusiones al pedo.