“(...)¡qué!, ¿es posible que en cuanto ha que andas conmigo, no has echado de ver que todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés? Y no porque sea ello así, sino porque andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores, que todas nuestras cosas mudan y truecan, y las vuelven según su gusto y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos”.
Don Quijote, Capítulo XXV.
Los recientes comicios en la República Federativa del Brasil, donde fue escogido presidente el ultra-derechista Jair Bolsonaro, pusieron nuevamente sobre la mesa la compleja relación entre fake news y procedimientos electivos democráticos (https://www.publico.es/internacional/america-latina/elecciones-brasil-noticias-falsas-llevar-bolsonaro-victoria-brasil.html). Como en Gran Bretaña cuando se decidió el Brexit o el turno electoral donde los y las estadounidenses ungieron a Trump, en nuestro país hermano parece haber incidido en alguna proporción el esquema noticias falsas-trolls-posverdad. Esto es, la creación de contenidos con mentiras maliciosas y tendenciosas que son distribuidas mediante plataformas sociales por personas físicas o un software para crear un estado anímico general de confusión previo a concurrir a las urnas.
En la nota titulada “Troll Center” (PáginaI12, 22.03.17, https://www.pagina12.com.ar/27084-troll-center) esbocé algunos indicios sobre el rol práctico que juegan las estrategias info-comunicacionales (entre ellas las campañas negativas o difamatorias) en el libre flujo de contenidos, asegurando sin más que ese enfoque presentaba una respuesta alternativa al interrogante sobre cómo nos informamos, una visión diferente a la que se ingresa utilizando el neologismo de posverdad. Intentaré en unos pocos párrafos suplir ese vacío y abundar en el tema, sobre todo porque pienso que detrás de la persistencia de dicho concepto hay un lavado de cara para salvar la vaca sagrada del establishment informativo mundial, que es la objetividad. Una determinada aplicación de la objetividad, que termina funcionando como corset disciplinario ante las posibilidades de establecer lecturas, interpretaciones u opiniones en el periodismo.
Hay consenso alrededor del diagnóstico: transitamos un problema de calidad informativa en su aspecto más primario. Antes de abordar la ausencia de ofertas diversas y los diferentes umbrales de accesibilidad, en la actualidad aparecería como característica prioritaria un empobrecimiento de la información, en tanto dato que resulta de una labor periodística. Vale decir que anteriormente esa tarea era exclusiva del periodismo y que ahora es extensiva a todo/a aquel que se anime a usar una red social como medio de distribución, ya que por ello se suele cargar la responsabilidad al crecimiento exponencial de medios de comunicación digitales que escapan a todo tipo de procedimiento de chequeo, edición y/o corrección poniendo al mundo de la información en crisis.
Esto se presenta como una novedad de la era del internet y una verdad inobjetable pero no es ni una cosa ni la otra. En todo caso, hay que prestarle atención a los procesos que modifican la ecuación de veracidad, incorporando el crecimiento exponencial en la circulación de cualquier dato que se inserta en la red. No es un asunto de esencia sino de escala porque no hay elementos sobre los cuales pararse para asegurar que estamos ante un paradigma de la posverdad. La información falsa existió siempre pero podemos ver que la característica disruptiva es la afección cuantitativa sobre la población, sobre los procesos democráticos y sobre el libre/sano flujo de información. Esa sensación que muchos describen como un bombardeo de información, en cantidades imponentes, de forma desorganizada y desjerarquizada.
¿Hay un cambio sustancial en el nexo que une la realidad con la representación de ésta como para aseverar que la verdad ha muerto o carecemos de las herramientas prácticas y conceptuales para hacer frente al cambio de escala de la mala información? ¿Existen desarrollos pedagógicos para combatir las noticias falsas o solamente podemos intentar una solución delegando a las plataformas la detección y eliminación de fake news? Los caminos que se tomarán para solucionar estos problemas no van a afectar solamente a la libertad de expresión o al mundo de la información sino a las democracias en su sentido más amplio.
* Licenciado en Periodismo UNR