A fines de los ‘60, Jaki Liebezeit estaba en Barcelona, tocando la batería con el gran Chet Baker y pensando seriamente en suicidarse. A pesar de haberse convertido en un buen baterista de free jazz, este músico alemán nacido en 1938 en Dresden, que había tocado con el Manfred Schoof Quintet, no lo encontraba sentido a su vida. Pero en 1968, en Colonia, empezó a trabajar en una música excitante, hipnótica, magnífica y caótica, fruto de la composición colectiva con el cantante estadounidense Malcolm Mooney (luego reemplazado por el japonés Damo Suzuki), el tecladista Irmin Schmid (alumno de Stockhausen y John Cage), el guitarrista Michael Karoli y el bajista Holger Czukay. Y así la vida empezó a tomar sentido.
Según su socio rítmico Czukay, lo que hacían con Can no era improvisación en el sentido clásico del jazz sino una “composición instantánea”. Grababan todo lo que hacían, y luego lo editaban cuidadosamente, en sintonía con los experimentos de Miles Davis con Teo Macero o de productores jamaiquinos de música dub como Lee Perry o King Tubby. “Era como en un equipo de fútbol: vos sabés el objetivo pero nunca sabés adónde va la pelota: es una sorpresa permanente. Y editar, por otro lado, es un acto de destrucción.”
Resulta paradójico que el hipismo extremo de una banda que supo buscar influencias en la músicas del mundo (japonesas, árabes, africanas o balinesas) haya sido luego rescatado en primera instancia por las bandas más importantes del post punk: desde P.I.L. (cuyo bajista Jah Wobble colaboró frecuentemente con Liebezeit y Czukay) a The Fall y Joy Division, cuyo sonido industrial y minimalista ya estaba presente –con mucho más vuelo musical y menos angustia, pero también mucho menos prensa– en discos salvajes y monumentales como Monster Movie (1969), Tago Mago (1972) o Future Days (1973).
Fue Jaki Liebezeit el que alentó a sus compañeros a tocar menos notas y ser más sintéticos, y por algo lo reclutó Michael Rother para sus discos solistas después de Neu!: “Mi mayor influencia fueron las máquinas de ritmos antiguas: me daba curiosidad el sentimiento que generaba la repetición. Cuando arrancamos éramos una de las únicas bandas con estudio de grabación propio y eso nos influenció; quizá por eso es que ahora que muchas bandas trabajan con sus propios estudios todos nos entienden mejor”, dijo hace unos años este baterista que también colaboró con Brian Eno, Depeche Mode y Primal Scream, así como en proyectos como Pantomband o Drums Off Chaos.
Después de marcarle el ritmo a una era y de abrir caminos musicales luego recorridos por el punk, la música industrial, la electrónica y el ambient, el corazón de Jaki, rodeado de sus seres queridos y enfermo de neumonía, dejó de latir el fin de semana pasado.