En la semana en que recordamos los 35 años del retorno de la democracia en el país y se conmemora el día internacional de los Derechos Humanos, el Director del posgrado en Genética, Derechos Humanos y Sociedad de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), Víctor Penchaszadeh, conversó con Universidad y destacó el rol que puede tener la ciencia “en materia de información, garantía y ampliación de derechos”.
El también ex-presidente y miembro del Consejo Directivo de la Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética UNESCO, y autor del libro Genética y derechos humanos: encuentros y desencuentros, publicado por editorial Paidós, reconoce los avances y manifiesta que la genética aún puede hacer un mayor aporte a la comunidad.
¿Cómo definirías tu trabajo y cómo se vincula con la universidad?
A lo largo de mi historia profesional, enseñé e investigué sobre genética, derecho a la salud y derecho a la identidad en universidades de Argentina (UBA, Universidad Nacional de La Matanza, Universidad Nacional de Tres de Febrero), Venezuela (Universidad Central de Venezuela) y Estados Unidos (Albert Einstein College of Medicine y Universidad de Columbia), además de haber sido profesor invitado en decenas de universidades de diversos países. El trabajo universitario no puede ocurrir aislado del medio social en el que estamos inmersos y donde hay tantos problemas por resolver. Mis áreas de trabajo universitario (genética y derechos humanos, bioética, salud colectiva), son también mis áreas de activismo social, en las que procuro que el conocimiento científico guíe acciones que contribuyan a la justicia social, la equidad y el bienestar.
Cuando se observa todo el aporte que ha hecho la ciencia a la labor de las Abuelas de Plaza de Mayo, se hace presente el importante rol que puede jugar en materia de información, garantía y ampliación de derechos. ¿Cuál es tu mirada en relación a esta idea del conocimiento puesto al servicio de las demandas sociales?
La gesta de Abuelas demuestra que la ciencia puede y debe estar al servicio de las grandes causas en las que están en juego valores humanos fundamentales como la dignidad y los derechos de las personas y las poblaciones. No concibo otra idea de la ciencia. En el caso particular del derecho a la identidad, que es tan caro para los argentinos, aprovecho para comentar que sería reduccionista confundir el derecho a la identidad genética con el hecho de que la identidad personal depende de muchos factores interrelacionados además de la genética, entre otros, depende de la historia, la cultura, el amor, la crianza, el lenguaje y la educación.
Por otra parte, actualmente la actividad científico-tecnológica a nivel global está controlada por el complejo científico-industrial-financiero privado, para el que lo más importante es el mercado y el rédito económico de las grandes corporaciones por sobre las necesidades y el bienestar de los pueblos. Es fundamental recuperar la concepción que establece que, para que la ciencia sea ética, debe contribuir al bienestar, no sólo del ser humano, sino de todas las especies vivas y del planeta que compartimos. Entre las demandas sociales a cuya solución la ciencia puede y debe contribuir, están la lucha contra la pobreza (¡el 50% de los niños argentinos son pobres!), el hambre y la inequidad (¡el 1% más rico de la población mundial se ha apropiado del 50% de la riqueza del planeta!), y el derecho a la salud y la educación.
¿Considerás que la genética y la bioética pueden hacer un aporte aún mayor a la comunidad?
¡Por supuesto! Ambas disciplinas tienen mucho para contribuir al conocimiento de la especie humana y a la armonía social. La genética, que comenzó impregnada de prejuicios y elitismo (como el racismo y la eugenesia), evolucionó hacia una definida defensa de los derechos humanos, en particular proveyendo metodologías para asegurar la vigencia del derecho a la identidad, como ha ocurrido en Argentina. Ahora, debe seguir combatiendo el reduccionismo y el determinismo genéticos, que están en la raíz de muchos males sociales, como las restricciones al derecho a la salud, la exclusión, el racismo, la discriminación y la estigmatización del diferente. Por otro lado, existen aún muchas áreas desconocidas de la estructura y funcionamiento del genoma que la genética deberá elucidar.
En cuanto a la bioética, que se originó en el primer mundo en la década de los 70 para afrontar los problemas éticos en la atención individual de la salud en esos países, ha agregado a sus preocupaciones la situación global de falta de vigencia del derecho a la salud, la injusticia social y las inequidades colectivas, especialmente en los países pobres. Asimismo, la bioética latinoamericana critica la modalidad imperante del desarrollo científico-tecnológico desbocado que privilegia la acumulación y reproducción del capital por sobre las necesidades reales de la comunidad. Con estos enfoques, tanto la genética como la bioética seguramente pueden hacer grandes aportes a la sociedad.
En este sentido, ¿cuáles considerás que son los nuevos desafíos para la genética? ¿Qué rol cumple la universidad pública en esta dirección?
Los nuevos desafíos de la genética, especialmente en el ser humano, son abordar la complejidad de la estructura y la función del genoma en su interacción con el medio ambiente, y estudiar más el fenómeno de la epigenética, es decir, la manera en que el ambiente actúa para regular la actividad de los genes. Es necesario aceptar que los genes no actúan aislados del medio ambiente (“un genoma es tan bueno o malo como el ambiente con el que interactúa”) y, por ende, todos los rasgos humanos resultan de la interacción permanente entre nuestro acervo genético y las experiencias medioambientales biológicas, psicológicas y sociales. La responsabilidad de la universidad pública en esta tarea es fundamental, tanto en la investigación sobre esta temática como en la formación de los científicos de ciencias básicas, los científicos sociales y los profesionales de la salud. El reciente experimento totalmente reñido con la ética realizado en China, en el cual se modificó un gen en embriones humanos, con la premisa falaz de que los productos resultantes serían más resistentes al VIH, debiera aleccionar a la sociedad, y especialmente a las clases medias y altas, de que jamás un genoma de “diseño” podrá ser el camino a la salud, el bienestar y la felicidad.
Otras ramas del conocimiento científico han avanzado mucho en materia de divulgación. ¿Considerás que la genética tiene todavía un camino por recorrer?
Todavía existen en la sociedad muchos mitos en materia de genética, generados por ignorancia, desconocimiento e intereses creados. Estos mitos pueden ser contrarrestados con la desacralización del ADN, la educación del público sobre los alcances y limitaciones de la genética en su interacción con el medio ambiente, y el conocimiento de los factores económico-sociales que impulsan deformaciones interesadas de la ciencia en aras de la acumulación de capital.