“Las reglas de un juego patriarcal”, así se detonó el taller para hablar de “feminismos y deporte” en el ELLA, 4to Encuentro Latinoamericano de Feminismos, que se llevó a cabo el último fin de semana en La Plata con activistas de toda la región.
Abrimos los lockers y llevamos los borradores sobre la deconstrucción del deporte, se respiraba un aire como de ir a jugar de visitante, entrar a un club en donde tenés que preguntar donde están los baños y leer miradas que muchas veces intentan traducir y discplinar. El aula donde nos reunimos funcionó como vestuario, lugar donde se tejen complicidades y también el disciplinamiento del cuerpo.
Olivia Santana, primera mujer cis y negra en ser electa para ocupar una banca en la Asamblea Legislativa del estado de Bahía, Brasil, también fue titular de la Secretaría de Políticas para las Mujeres (SPM), y, durante su gestión, se produjo un aumento en la demanda de redireccionamiento de fondos para deportistas mujeres, para quienes el deporte significa un medio que abre camino hacia una vida de derechos, la posibilidad de acceder a una beca de estudios universitarios en países donde la educación superior está mayoritariamente privatizada y las universidades públicas son de la élite académica. El deporte es, también, la posibilidad de construir comunidad y de encontrarse fuera del hogar.
Santana advirtió que la religión pentecostal está avanzando en la región e interpelando los sentidos de la construcción comunitaria que se gestan en múltiples lugares, incluidos los espacios deportivos. Fue enfática al señalar que el feminismo debe prestar más atención a que los ámbitos deportivos sean espacios donde puedan construirse frentes feministas, que combatan el avance neoliberal y machista de estos grupos religiosos, a partir de la problematización del sistema patriarcal y capitalista en el que vivimos.
Danielle se presentó: mujer trans y handbaalista de Brasil, relató como a partir de que inició su transición fue excluida del equipo de handball en el que jugaba desde joven con cis-varones y que por esto no tuvo oportunidad de acceder a una beca de estudios. De pie en el centro del aula, contó que ahora tiene un lugar en un equipo femenino donde la reconocen en su identidad. Con orgullo, mostró la camiseta de su selección y giró para que se vea bien que la casaca lleva su nombre impreso. El día en que su equipo ganó un campeonato –ella no pudo participar del torneo por estar lesionada–, la entrenadora le entregó una medalla y ella lloró de emoción. Dijo que su equipo “es como una familia.”
En este vestuario aparecen compañeres que cuentan cómo se han alejado de deportes que antes disfrutaban y que ya no por estar supeditados a lógicas binarias. De esto decanta que en el deporte se halla una forma de organización que puede acoger, pero que hoy día funciona principalmente con la lógica capitalista y patriarcal. Les compañeres de Paraguay propusieron pensar cómo el mercado opera sobre las vidas de lxs deportistas, comentan que los cis varones pueden jugar hasta los 35 años y luego son desechados; por su parte, las cis mujeres pueden jugar hasta la edad que quieran “porque no venden”. Futbolistas y fútbol como productos de mercado.
El balón sigue pasando de mano en mano ¿Qué experiencias de deportes conocemos por fuera de estas lógicas? Una compañera guatemalteca contó la experiencia de las indígenas de Chisec, en el municipio del departamento de Alta Verapaz en la República de Guatemala. Empezaron por conseguir jugar al fútbol en un cuarto de cancha, antes siempre ocupada por cis-varones, luego la mitad y ahora son ellas quienes deciden cuándo se juega. “Van todas detrás de la pelota, festejan todo. De afuera las miran y se preguntan de qué se ríen tanto.”
Laura Valle Lisboa es trabajadora en el Departamento de Educación Física, Tiempo Libre y Ocio, de Montevideo, Uruguay. Ella concibe al juego desde lo lúdico y plantea que el deporte deviene en una institucionalización del juego donde las reglas, lo competitivo, el rendimiento, son conceptos que actúan en detrimento de lo recreativo. “¿Qué son los juegos modernos?, cuando crecemos dejamos de jugar”, una afirmación que hace eco en las paredes del aula, la reverberación de lo crucial que es pensar como está organizado el juego y los deportes en la niñez.
Otra compañera de Brasil contó que un juego llamado “baleado” se está popularizando en el país. Es un deporte que no exige alto rendimiento físico y que muchas mujeres se encuentran a jugar siendo este un medio para alejarse de las tareas domésticas y salir del hogar. Decimos muchas veces que el equipo es una familia, la familia como lugar de pertenencia y de contención, pero también nos preguntamos sobre cuáles son las reglas que se nos imponen para pertenecer a ese clan.
¿Quiénes quedan fuera y cuáles son los costos de ser parte? ¿Qué tipo de familias deportivas construimos cuando éstas están reguladas por el Estado, las federaciones y las empresas del espectáculo deportivo?
Muchas preguntas aparecieron en torno a la hormonación y una vez más el modo de organización binaria, misógina y exitista del deporte. ¿Nos animaremos a escribir de una buena vez por todas otras reglas?
El Comité Olímpico Internacional (COI) tiene un enorme poder por el modo en que sus definiciones recaen sobre lxs deportistas. Maria Patiño –ex atleta española– quien fue dejada fuera de competición por ser acusada de no ser mujer al no pasar las pruebas de control de género, hace googlear a un grupo de estudiantes de nutrición de La Plata que no conocían el caso ni tampoco cómo abordar las profesiones con una perspectiva que permita pensar los cuerpos de otra manera. “Para esto estamos acá”, dicen.
Cuando ya entramos en tiempo de descuento, Danielle se animó a abrir nuevamente los campos de juego: pensar el deporte desde el placer es una manera de imaginar la transversalidad, “el deporte es hoy una manera de encontrarnos sin pantallas y por eso es tan poderoso”, agregó casi sobre el final de este encuentro en el taller-vestuario.