Desde Londres
El acuerdo con la Unión Europea no avanzó un paso, pero la primera ministra sigue por el momento en su puesto. El golpe de mano de los eurófobos conservadores más recalcitrantes fracasó por un considerable margen en su intento de sacarle a May la jefatura del Partido con un voto de censura.
En la mañana los rebeldes habían llegado al número mágico de 48 diputados disconformes con su liderazgo. Con ese número alcanzaban el umbral del 15% del total de diputados conservadores que, según las reglas partidarias, se requieren para llevar adelante una moción de censura. No se trataba de una pelea interna de una rosca partidaria. En el sistema parlamentario británico, el jefe del Partido con más diputados –en este caso el Conservador– es el/la primera ministra.
La votación no dejó dudas: 200 legisladores respaldaron a May, 117 le quitaron el apoyo. Un resultado claro, pero no contundente si se tiene en cuenta que se trata de su propio partido y que resulta insuficiente para garantizar la aprobación del acuerdo con la Unión Europea (UE).
La victoria además tuvo un precio. May se comprometió en una reunión con la bancada conservadora previa a la votación a que no se presentaría como candidata a las próximas elecciones de 2022. En otras palabras, puso una suerte de renuncia diferida sobre la mesa para garantizar el apoyo de los indecisos.
El tema de fondo sigue irresuelto. El acuerdo que May alcanzó con la UE en noviembre solo tendrá vigencia si el parlamento lo aprueba. La votación estaba programada para el martes, pero el lunes la primera ministra la suspendió reconociendo que perdería en la Cámara por un número “significativo” de votos. May señaló a un incrédulo parlamento que volvería al continente a buscar un reaseguro sobre el tema de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda.
En eso estuvo el martes sin mucho éxito. El diálogo con dos de sus presuntos aliados en el bloque europeo –el primer ministro de Holanda, Mark Rutte y la canciller alemana Angela Merkel– aportó sonrisas para la foto, pero ningún cambio de fondo. Esta falta de resultados no sorprendió mucho. El viaje de May era ganar tiempo, esperar que algún evento cambiara la relación de fuerzas. En el ínterin la UE fue clara que el acuerdo era “el mejor posible”: no se le podía modificar ni una coma.
Las cosas no cambiaron anoche con la victoria de May. El canciller de Austria, Sebastian Kurz, señaló que se alegraba porque “el objetivo común es evitar una salida británica sin acuerdo”. El coordinador del parlamento europeo sobre el Brexit, Guy Verhofstadt, exhortó a los legisladores a una cooperación interpartidaria. “Si bien no está garantizado el acuerdo, está claro que ni siquiera en el Partido Conservador hay una mayoría a favor de una salida sin acuerdo o un Brexit duro. Es hora que haya cooperación interpartidaria como tenemos en la UE para terminar con la incertidumbre”.
En la cumbre europea hoy en Bruselas habrá más expresiones superficiales de apoyo, pero ni por asomo lo que están pidiendo muchos parlamentarios del oficialismo y la oposición que por eurofobia, eurofilia, cálculo político o simple convicción, rechazan el acuerdo.
Los eurófobos piensan que el acuerdo puede terminar siendo una trampa para que no haya Brexit porque abre la puerta a un seguimiento indefinido de las regulaciones europeas por parte de Irlanda del Norte, algo que atenta contra la unidad del Reino. Los anti-Brexit anticipan una catástrofe económica una vez que abandonen el mercado único europeo y la Unión Aduanera.
Según un documento filtrado al matutino The Guardian, en la cumbre los líderes europeos insistirán en una declaración muy breve diciendo que el llamado “backstop” contemplado en el acuerdo no representa “un resultado deseable”. El “backstop” se aplicaría en caso de que el Reino Unido y la UE no lleguen en sus negociaciones posteriores a la salida británica del bloque el 29 de marzo a un acuerdo para que no haya una frontera física entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte. En ese caso Irlanda del Norte seguiría las regulaciones de la UE que tendrían preeminencia sobre las del resto del Reino Unido.
La votación ayer del Partido Conservador despeja al menos una incógnita. En las últimas semanas habían arreciado rumores de que un grupo de diputados torys iban a desafiar el liderazgo de May. En caso de ser derrotada, los conservadores habrían entrado en un proceso de seis semanas de duración para elegir un nuevo líder que la reemplazase en su cargo de primer ministro. Con la victoria de May, está segura en su cargo en los próximos 12 meses: el reglamento partidario prohíbe otro reto en este período.
Se entiende el alivio europeo: el cambalache británico se hubiera extendido hasta tan cerca de la fecha de salida que muy posiblemente habrían tenido que renegociar ese plazo. Pero el problema está intacto. Ese termómetro de los vaivenes políticos que es el valor de la libra volvió a caer ayer luego de una breve recuperación con el anuncio de la victoria.
La votación dejó en claro que May no tiene ninguna chance de que el parlamento apruebe el acuerdo. Los 112 diputados que votaron para destituirla difícilmente cambien de parecer. Lo mismo sucede con la oposición y con los aliados que le permitieron gobernar en minoría, los unionistas de Irlanda del Norte. El gobierno no ha anunciado una fecha para la votación, pero su silencio tiene un límite: el 21 de enero. Antes, puede suceder de todo. Entre las posibilidades se encuentra que la oposición presente una moción de censura a la primer ministro.
La tercera fuerza política en la Cámara, el Partido Nacionalista Escocés se lo pidió al laborismo en el debate parlamentario del lunes. Las conversaciones están en marcha. Si Corbyn finalmente se decide por la moción de censura, necesita el apoyo de dos terceras partes de la Cámara de los Comunes para que caiga May, pero si le gana por mayoría simple, la primera ministra tendría 15 días para formar una nueva alianza que le permita gobernar. En caso de no lograrlo, el laborismo podría formar gobierno si consigue el apoyo que le garantice una mayoría parlamentaria.
Por el momento, con encomiable estoicismo, May ha logrado sobrevivir una batalla más.