El consumo de bienes en las cadenas de supermercados y autoservicios se redujo un 5,9 por ciento en noviembre frente al mismo mes del año pasado, calculó la consultora especializada Scentia. Es el peor resultado desde febrero de 2017, cuando las ventas cayeron un 6,6 por ciento frente al año anterior. En once meses, la baja del consumo masivo acumula un 1,3 por ciento. El derrape de las ventas se explica porque los precios le ganaron por goleada a los ingresos: en los supermercados, la inflación en los últimos doce meses es del 45 por ciento, lo cual apuró una fabulosa redistribución del ingreso en contra de los asalariados y del consumo. Además, el Indec informó ayer una caída del indicador de servicios públicos del 4,6 por ciento en septiembre de forma interanual (ver aparte). Con el pago del medio aguinaldo y la reapertura de algunas paritarias, se espera que el consumo muestre algún grado de repunte en diciembre.
Una de las muestras del nivel de reversión en las condiciones socio-económicas durante el gobierno de Cambiemos es la caída de las ventas de bienes de consumo masivo, que tienen un componente fuerte de alimentos y bebidas, artículos de limpieza y de higiene, es decir bienes relativamente esenciales. La caída del 5,9 por ciento de noviembre está calculada en relación a noviembre de 2017, cuando el consumo ya mostraba una baja del 0,7 por ciento frente a noviembre de 2016. Y en noviembre de 2016, el consumo también bajaba un 5,9 por ciento en relación al mismo mes de 2015. En definitiva, según la consultora Scentia dirigida por Osvaldo del Río, el consumo está 12,1 puntos porcentuales abajo en relación a noviembre de 2015. Esa caída está medida en cantidades de bienes consumidos en supermercados.
La baja promedio del 5,9 por ciento fue más profunda en el Interior del país (-7,6 por ciento) que en el AMBA (-3,4) y más profunda entre los autoservicios (-8,5) que en las grandes cadenas de supermercados (-3,7). La categoría más perjudicada fue limpieza de ropa y hogar, con una merma del 9,6 por ciento en noviembre frente al mismo mes del año pasado, seguido por bebidas sin alcohol (-7,9 por ciento). El rubro de perecederos más “en frío” cayó un 7,5 por ciento, mientras que en higiene y cosmética la merma fue del 7 por ciento. La categoría de alimentación bajó un 4,1 por ciento y desayuno y merienda, 6,7 por ciento. Sólo bebidas alcohólicas registró un comportamiento positivo, con un alza del 6,9 por ciento, gracias a la diversificación y ampliación del mercado de la cerveza.
La crisis del consumo en noviembre también fue registrada por la Fundación Germán Abdala, que calculó un retroceso de 9,6 por ciento en noviembre frente al mismo mes del año pasado y la sexta caída consecutiva. Fue la contracción más profunda en el indicador mensual de consumo (IMC) desde agosto de 2002, cuando hubo un retroceso de 11,2 por ciento. A diferencia de Scentia, que analiza el desempeño de las ventas en supermercados, el IMC incluye bienes de consumo no durable.
La otra cara de la caída del consumo es el deterioro del poder adquisitivo como resultado de la inflación, que no sólo es impulsada por la inflación en bienes de consumo masivo sino también por las tarifas y la nafta, mercados en donde el Estado tiene mucho poder de regulación. Según los cálculos del Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET), el salario real presenta una caída del 15,4 por ciento en los últimos doce meses, el peor desempeño desde 2002. Desde la asunción de Mauricio Macri, el poder de compra del salario se achicó un 18,1 por ciento en promedio, a partir de la caída del 5 por ciento en 2016, una recuperación parcial del 3 por ciento y la caída acumulada del 6,3 por ciento en lo que va de 2018.
Para diciembre se espera algún tipo de mejora en el consumo masivo en función de una serie de factores. En primer lugar está el pago del medio aguinaldo, que mejora la posición de los asalariados del sector privado. En segundo término, la reapertura de algunas paritarias importantes, como es el caso de los metalúrgicos, que arreglaron una nueva cuota de aumento de lleva el acuerdo salarial anual a una suba del 40 por ciento. En tercer lugar está el bono de 1500 por hijo para los titulares de la Asignación Universal por Hijo (AUH). La situación volvería a contraerse en el verano, que encima compara contra los primeros buenos meses (en términos relativos) de 2018 antes del estallido de la crisis cambiaria.