“No lo cuento porque es único, sino justamente porque no lo es. Es una maravilla del movimiento. Siempre le tuve miedo al costo que podía tener hablar. Pero el precio de guardarlo era mucho más alto que el precio de callarlo. Cuando lo sacás generás un efecto dominó en el que, sobre todo, mujeres pero también pibes se animan a hablar y a interpelar a la sociedad. Si en algún lugar mío había miedo ya no queda un lugar en donde pueda entrar el miedo. Me sano a mí, pero están sanando cosas que me parecían impensadas”, dice, emociona, arremete, segura, aguerrida, dulcemente fortalecida, victoriosa por el poder popular de las palabras, la actriz Thelma Fardín a Las12 después de denunciar públicamente, en una conferencia realizada el martes 11 de diciembre, en el Multiteatro, junto a Actrices Argentinas; travestis en reclamo al cupo laboral trans; la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito; el pedido de justicia para Higui y otras personalidades y colectivos feministas para denunciar lo que sufrió en Nicaragua, el 17 de mayo del 2009, en una habitación de un hotel, al final de la gira de Patito Feo, por parte de Juan Darthés.
La charla comienza con una merienda, una de muchas, en abril de este año. Ella también es una y es muchas. No se disuelve su historia, su piel como una corteza transparente y mestiza, de rasgos marcados y pestañas que sorprenden hasta mirarla como mira ahora: de frente. Las palabras resuenan. Pero no son las mismas. Entre abril y diciembre las palabras se vuelven una victoria. Porque la victoria es decirlas. Thelma tampoco es la misma. Está fuerte, decidida, con las lágrimas que ya no huyen del dolor centrífugo, pero que tampoco la condenan a reproducir en loop un dolor que desgarra y que ahora tiene nombre. Al que ella le pone nombre. En el primer relato, en el primer encuentro con Las 12, casi al comenzar el año, la culpa rondaba como un perro que le mordía los talones y la quebraba, las justificaciones iban y venían de la pileta en la que las niñas chapoteaban como estrellas alzadas a un cielo mutilado de infancia y las explicaciones juzgaban sin justicia el lugar de chica que no podía, no tenía, no sabía defenderse de quien nunca debió acercarse ni acecharla puertas adentro de una habitación en donde quedó encerrada con el éxito como corralito de una forma de neo violencia de género a las it girl adolescentes.
Las palabras iban y venían, con el pan compartido como masa indeleble de la masa de mujeres y del hummus que untaba el cuidado como abrazo ante la intemperie, hacia la misma tarde, de mayo, en Nicaragua, que ahora comprende que era noche porque allá anochece temprano, porque hablamos, en diciembre, un día después de aterrizada de Managua. Y la noche también vuelve a su lugar como el día. El short tiene que ser explicado en el Ministerio Público Fiscal. ¿A qué se le dice short? Tuvo que explicar cada lengua, cada prenda, cada minuto. Y poner el cuerpo a las pericias. Pero fue decidida. Igual que decidió hablar, después de hablar, porque el silencio no era una opción para continuar con su vida. La puerta era buscar cómo hablar, tocar puertas, leer libros, juntarse con otras víctimas, revolver café y expedientes hasta encontrarse y encontrar la manera, encontrarse entre la marea feminista y también encontrar las espaldas en el que su voz no solo no se pierda, sino que no termina en una querella como el paredón de las que no quieren callar y son acorraladas por los bozales legales de los que tiene poder de litigar y de intimidar. Thelma ya no es la misma. Dice que ahora que es una mujer, que se nombra mujer, que dejo incluso la forma tímida de llamarse como una mujer en construcción, ahora comprende que a los 16 años era una niña. Y ahora que se comprende cuenta esa misma noche con una decisión que la lleva a llorar a cámara, a contarlo todo, a saber que a la ola brava se la salta de frente y se habla con agallas. Y a filmar un video valiente, desgarrador, porque a las sutilezas se las cuestiona. Y ya no hay margen para dudas. No puede haberlo. No es no. Y no.
Thelma Fardín lo dijo y no la escucharon. No. No y su nombre. No. Ahora lo vuelve a decir. Para que se escuche. Y lo dice en su nombre y, también, en el de muchas. En las puertas del Estado que tocó y no le abrieron, en el de la abogada Sabrina Cartabia que buscó cada una de las palabras para nombrar lo innombrable, en el de la fiscal que sacó los códigos y se fijó los plazos y miró el mapa para entender que la jurisdicción no se podía saltear, en las marchas y asambleas de Actrices Argentinas en las que participó, en el amigo filósofo que también escuchó y cuidó para que pueda hablar sin exponerse (o incluso para que se exponga sin doblegarse) y en Belén López Peiró, la autora de Por qué volvías cada verano, el libro indispensable que narra el abuso y la revictimización de las que se animan a denunciar abuso y que abrazó a Thelma en su camino para denunciar y que se convirtió en uno de los libros, en uno de los muchos, igual que Teoría King Kong, de Virginie Despentes, que leyó como una de las formas de ocupar las noches en que su voz dejó las dudas y se convirtió en una daga contra la inmutabilidad del patriarcado. También tocó puertas de funcionarias que no fueron abiertas. Y del feminismo latinoamericano. Si plurinacional es mucho más que una bandera es que la jurisdicción feminista abra sus fronteras y haya lugar para amparar a quien quiere hablar y tiene que denunciar en una patria que dejó la revolución en la vergüenza y ahora persigue hasta los carnavales feministas. Pero que ampara en sus redes a quienes la necesitan. Y así, desde una patria chiquita, Thelma pudo hablar.
El 5 de diciembre del 2018, en Managua, la Embajada de Argentina en Nicaragua, quedó certificado que el 4 de diciembre se realizó la denuncia ante el Ministerio Público Fiscal que fue remitido al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Ya habían existido otras acusaciones públicas y otras mujeres querelladas por hablar (Calu Rivero, Natalia Junco y Anita Co). “El compromiso es trabajar para erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres”, sostuvo el Presidente Mauricio Macri que, sin embargo, envió al Congreso un presupuesto reducido en un 18 por ciento para el Instituto de las Mujeres y el Plan de Acción contra la Violencia de Género. Pero además tuvo que dar explicaciones de porque se seguía sosteniendo un spot publicitario, realizado en 2016, por el Ministerio de Desarrollo Social, en el marco de una campaña contra la violencia machista. “Por respeto a la denuncia de Thelma Fardín contra Juan Darthés resolvimos levantar de estas redes un spot publicado contra la violencia de género del que el acusado formaba parte”, intento explicar en Twitter.
–¿Un insulto? ¿Un empujón? –preguntaba el actor en la campaña oficial.
La Unidad Especializada de Delitos Contra la Violencia de Género comenzó una investigación autónoma contra el nombre real (que no es el actoral) del denunciado que avanzó de manera firme. Se realizó una valoración psicológica para ver el daño psíquico, identificar el relato y la sintomatología. También se le practicó una valoración física en la que se encontraron antecedentes compatibles con la agresión relatada en la denuncia. Y a la que se le dio carácter de urgencia.
El 17 de mayo del 2009 Thelma tenía 16 años y el denunciado 45. Ella llegó a Nicaragua después de una gira con la serie “Patito Feo”, en el que representaba el papel de Josefina Beltrán (la mejor amiga de Patito), contratada por la productora Ideas del Sur. El Centro Nicaraguanse de Derechos Humanos (Cenidh) pidió a la Justicia una inspección en el hotel donde estaban hospedados y que la Policía Nacional y el Ministerio Público realicen una investigación exhaustiva sobre la responsabilidad del denunciado. Thelma salteó vallas y policías armados, migraciones y miedos. Al final del viaje rompió en llanto. Pero ya no se rompió. Nunca más.
Thelma Fardín nació en Bariloche y empezó a trabajar a los ocho años con Pequeños fantasmas, en el Multiteatro (el mismo lugar donde se hizo la conferencia de prensa que resultó clave en estos días); a los diez hizo un programa en Canal 7 que se llamaba Chicos argentinos y a los 13 llegó a Sos mi vida. En algún momento se quiso sacar el oficio encima para enchastrarse más porque le gustaba actuar y no solo poner play al cuerpo actoral. Y el gusto también es algo que se recupera con la palabra.
Nunca dejó la escuela, pero siempre estudió teatro los sábados a la mañana. Empezó en la escuela pública de Villa Lugano y siguió en la escuela n° 18, de Villa Adelina. Terminó rindiendo libre. Entró a los 14 años a Patito Feo y le sorprendió el éxito. Llegaron a ser teloneras de High School Musical, la serie de Disney, en el que ella quería ser Gabriela porque era traga y le gustaba bailar, como ella, que quería ser política y actuar. La serie de Ideas del Sur (en el que se fomentaba la división entre divinas y populares, la pica entre chicas y la exclusión de las que no encajaban), se grabo entre el verano del 2007 y el 2008. En el 2009 empezó la gira por Uruguay, Paraguay, Venezuela, Colombia, México, Honduras, El Salvador, República Dominicana y Nicaragua. “Vivía en un nivel de vorágine que no sabía lo que pasaba en el mundo”, recuerda, entre los 14 puntos de rating diarios y las 34 funciones del Gran Rex en vacaciones de invierno. “Vivíamos en un micro mundo entre el estadio, una camionetita, el hotel y el avión”, sintetiza. Y recuenta: “Yo quería ser actriz, no quería ser famosa”.
El 17 de mayo del 2009 vivió una situación –que relató en su video y en otra nota de PáginaI12– invasiva y de aprovechamiento por parte del único actor adulto del elenco entre un equipo de ochenta personas. “En ese momento no pude percibir el peligro”, comprende ahora que comprende que a los 16 era, apenas, una chica. En ese momento, entre otros actos, él le dijo “Mirá cómo me la ponés”. Y la forma de revertir la culpabilización fue volverlo grito y red colectiva con la respuesta “Mirá cómo nos ponemos” en un video que hicieron junto a su amiga inseparable Denise Nenezian. “Me partí la cabeza para desfarandulizarlo y politizarlo”, cuenta sobre el largo proceso para cuidar y potenciar las palabras. Ella pudo pensar esa hilación de palabras como un boomerang en el que ya no es víctima, no se culpa, no acepta culpas y en cambio, sí es parte de una trama con prepotencia de respuestas.
No es no. Y no hace falta decir nada más que no. “Pasaron años para que entendiera que no es una frase completa”. Pasaron nueve años. Pasaron tardes y meriendas. El tiempo pasa. Pero no se esfuma. El tiempo es ahora. Y la revolución es futuro. “Somos un montón y si mi caso sirve para visibilizar la problemática yo pongo el pellejo”, apuesta. Y en la apuesta la canela y el chocolate fluyen por el café que condensa con otro aire la tarde pasada de mediodía. Los aromas salen como el dolor. Como el revuelo mediático. Como lo que ya no puede guardarse. Y, entonces, la piel miel, marrón, transparente, profunda, retoma un color latente, el color que pierde la invisibilidad del miedo.