Entre lo acústico y lo electrónico, abriendo “una trama que corre por debajo” de uno y otro sonido, según define, Fena Della Maggiora está lanzando su quinto disco de estudio, El río vida. El gerundio tiene que ver con una modalidad actual: la de ir mostrando tema a tema, hasta llegar al disco completo, en un modo diferente de pensar su difusión y circulación. En este caso, ocurrió con las canciones “No basta” y “Para no pensar”, seguirá en febrero con “Arbol japonés”, y llegará en forma de disco completo en marzo. Mientras tanto, Della Maggiora va mostrando sus canciones, también en formatos novedosos. Hoy a las 21 hará el “experimento” de un concierto “íntimo y circular” en Clima Studio (Lugones 1662), en una propuesta que se completa con una pequeña performance de teatro y comida.

El río vida trae canciones compuestas por Della Maggiora, algunas con invitados como Fito Páez o el brasileño Paulinho Moska. “Me aparté del concepto de banda de rock y pop tradicional, quería explorar otros sonidos y atajos. Terminó siendo un disco con un audio diferente, tiene  arreglos de cuerda, guitarras acústicas españolas, pero por abajo una trama electrónica. Nos llevó más tiempo, unos siete meses de laburo, pero con Mauro Cambarieri (el productor) finalmente llegamos a lo que buscábamos”, se alegra el compositor. “Fue un disco muy tocado en vivo en el estudio, que luego fuimos construyendo y deconstruyendo. Hicimos muchos intentos, y terminamos tocando todo nosotros, salvo los bateristas que vinieron a grabar”, cuenta del proceso. 

En el medio hubo un video, el de “No basta”, que cuenta una historia muy actuada, con la participación de Andrea Rincón y Mirta Busnelli, y Della Maggiora encarnando a un oficinista. “Ahí soy un perdedor total… Es parte de la historia de mi vida, ir tras una mujer y que ella no me de bola”, se ríe el cantautor. 

–¿Trabaja con lo autobiográfico?

–Siempre mis canciones tiene un cierto aspecto autobiográfico. Yo escribo sobre cosas que me pasan, o proyecto cosas que creo que me pasarían en la persona de otro…  Es un truco bastante eficiente, y es todo un exorcismo, por otro lado. 

–¿Y ahora va mostrando canción tras canción, de a una? 

–Es la modalidad que eligió el sello discográfico colombiano independiente por el que sale, Discos Fiera. También es una apuesta a abrirnos a tocar en Colombia más seguido, a hacer asociaciones con otros músicos que fueron muy fructíferas. La idea es ir a tocar en abril allá, en marzo a Uruguay, y acá vamos a hacer ciertos experimentos como este show íntimo circular. He visto en otras ciudades esos tiny desk concerts, que se hacen en lugares pequeños, puede ser una biblioteca, una sala, con el público ubicado en 360 grados y la banda tocando en el medio. Lo vi en Colombia y en México en casonas antiguas, donde había una pequeña obra teatral previa, como un stand up, un grupo de música, algo rico para comer.  Son experimentos que hacemos porque lo que conocíamos hasta ahora está costando mucho, la cosa está bien chunga... Y así mientras vamos buscando atajos, nos vamos poniendo ingeniosos.

–¿Son tiempos de agudizar el ingenio?

–Es que uno no puede dejar de hacer lo que hace. Yo no puedo dejar de hacer música. Y la coyuntura es tan adversa que la cabeza empieza a funcionar y alguna salida siempre se encuentra. No lo digo con mucha alegría, me encantaría que las condiciones fueran otras, pero no ocurre eso. Y al final resulta que sí, en la adversidad empiezan a salir cosas piolas.

–¿Va a seguir en la televisión?

–Al parecer Desde la vida en la televisión pública sigue teniendo continuidad, también en condiciones adversas de presupuesto. Es un programa que tiene una función social muy concreta, por el respeto y la integración de las personas con discapacidad. Pero eso se hace carne de una manera insospechada. En los miles de mails que nos llegan nos damos cuenta de que realmente ayuda. Y yo tengo un compromiso emocional muy fuerte, porque hace once años que lo hago. En algún momento pensé en dejarlo, porque no soy partidario de extender tanto algo. Pero no podría ser suplantado fácilmente, porque la empatía que hay con los chicos y las familias es muy fuerte. Hay chicos que empezaron con nosotros hace siete u ocho años, y vimos cómo tuvieron una evolución muy esperanzadora. Hay historias muy fuertes. 

–¿Puede contar alguna?

–Hay un chiquito, Lautaro, que tiene “su momento” en el programa. Es un gordito adorable que tiene un síndrome extraño, síndrome de Kabuki, y entre otras particularidades él se asustaba mucho cuando veía una máscara, o a alguien pintado o disfrazado. Sus papás no sabían qué hacer, hasta que empezaron de a poquito, se pintaban ellos los ojos o la  nariz de payaso, se ponían una peluca… Y así de a poco Lautaro empezó a perderle el miedo. Entonces empezamos a decirles a los padres que lo disfrazaran a él. Así fue, cada vez más, hasta que perdió el miedo. Y hoy el momento de Lautaro es cuando él elige un disfraz, y ya viene disfrazado y con un texto que me pasa previamente. No puedo explicar la sensación que tengo al ver la alegría de Lautaro en su momento. No somos sensibleros, no hay pianitos tristes ni golpes bajos, pero me gusta contar estas historias, porque son el motivo para seguir haciendo ese programa.