La vuelta más esperada
Un afirmación temeraria pero justa: las empanadas de El Santa Evita ranquean entre las más ricas del país. Salteñas, cocinadas en horno de barro, son pequeñas, absurdamente jugosas, repletas de sabor. Un vicio. Y, a $35 cada una, es la entrada ideal para conocer la cocina de Gonzalo Alderete Pages en este nuevo restaurante, que marca su retorno a los fuegos luego de haberse ido, con polémica incluida, el año pasado de Perón Perón.
El Santa Evita recupera esa idea de una cocina amigable, con platos que queridos y algunas vueltas de tuerca que amplían el recetario local. Las lengüitas de cordero con criolla ($150) son deliciosas, lo mismo la provoleta con chutney de cebolla ($200). Entre los principales, están ahí muchos de los best sellers de Gonzalo, nacidos en el duro invierno pero que resisten a lo largo del verano, como el “locro bien pulsudo” y el guiso de mondongo (ambos a $280). La salchicha parrillera con puré, salsa de tomates asados y huevo frito ($300) es bestial; y la arañita de cerdo con batatas al oporto y repollitos de bruselas ($360) es una gran sorpresa.
La carta es amplia, con sabores bien diversos: el pescado gana presencia en platos del día (unas trillas, una lisa entera al horno), el pastel de carne es de osobuco, hay carne de ciervo (garrón entero a $400, en un ragú para unos espaguetis a $280). Y entre los platos más queridos, brilla la milanesa con guarnición de fideos con manteca ($330), un ejemplo de lo que en el mundo llaman comfort food, esa cocina con aroma a infancia. Capítulo aparte, los postres de Florencia Barrientos Paz, pareja y socia de Gonzalo, encargada de maravillas como la mousse de chocolate negro con oliva y un toque de sal ($150).
Es imposible no comparar el nuevo El Santa Evita con aquel Perón Perón donde Gonzalo cimentó su fama. El local actual es más luminoso, con menor parafernalia y mística política, pero con su ideología intacta, simbolizada en un mural, en algunos cuadros, en una tienda con ropa y objetos y en la marcha peronista que, cuando suena, cosecha coros entre las mesas.
El Santa Evita queda en Julián Álvarez 1479. Teléfono: 4833-0131. Horario de atención: lunes a sábados, de 20.30 al cierre.
Filántropo y fumador
Mucho antes de que los cigarrillos fuesen objetos diabólicos y de que un par de enormes empresas multinacionales manejase el 95 por ciento del mercado, ahí ya estaba Virginio Francisco Grego, creador de la marca argentina de cigarrillos Particulares. Virginio comenzó a trabajar en 1922, preparando los cigarrillos a mano, y unos años más tarde ya era dueño de la fábrica más grande de América en el rubro. Se dice que era un filántropo, que donó dinero para escuelas y hospitales, que daba a sus empleados beneficios inimaginables para la época (guarderías, consultorios médicos y odontológicos, biblioteca y un club de barrio, licencia por enfermedad y nacimientos, entre otros). A todo esto homenajea hoy su bisnieto, Alejandro Pochar, con el nombre de su nuevo restaurante, La Particular de Virginio. Una esquina en Barrio Norte, basada en las tradicionales cantinas italianas, y sumando mucho sabor porteño.
El corazón de este lugar es su enorme horno a la vista, de donde sale la mayoría de los platos (incluso muchos de los postres). Un posible recorrido arranca con una parmigiana di melanzane (esa clásica mezcla de berenjenas, mozzarella y pomodoro, a $220) o un camembert al horno con chutney de peras y pistacho ($220). Las pizzas son protagonistas: finitas, elaboradas con una masa de fermentación lenta, salen con piso crocante y mucho ingrediente por encima. Muy rica la de papa, panceta y huevo ($310); y la Virginio, con rúcula, brie, jamón crudo, peras y garrapiñada de almendras ($340). También las pastas salen del horno: fussili al fierrito, ravioles de calabaza, spaghettini, entre otras (rondando los $215), con salsas como manteca y salvia ($80) o scarparo ($100). Hay además ensaladas, carnes (buen ojo de bife de 400 gramos a $385) y una muy buena carta de vinos diseñada por la sommelier Mariana Torta.
Parte del gran atractivo del lugar es su estética: un local luminoso, alegre, que deambula en equilibrio entre la modernidad y el ambiente familiar. Uno de esos restaurantes aptos para todo público y en todo horario.
La Particular de Virginio queda en Juncal 2701. Teléfono: 4823-4221. Horario de atención: lunes a viernes de 8.30 a 24; sábados y domingos, de 9 a 24.
ADN parrillero
Dice la historia que hace treinta años el uruguayo Luis Acuña abrió una rotisería en el barrio porteño de Belgrano, comenzando así su proyecto gastronómico personal, que con el tiempo se convertiría en el El Pobre Luis, una de las mejores parrillas de la Argentina. El lugar creció, con clientes fieles, con cientos de remeras de fútbol colgando de las paredes, y con platos únicos como las pamplonas, esa herencia oriental que consiste en unos arrollados de pollo, de lomo o de cerdo, rellenos de jamón, queso y panceta, y cocinados luego a las brasas. Cuando Luis Acuña murió en 2013, muchos se preguntaron qué pasaría con el lugar. Luis era una persona muy querida, indispensable, resultaba difícil imaginar su ausencia. Por suerte, sucedió lo mejor: la familia siguió adelante, con Liber Acuña –hijo de Luis– al frente, manteniendo la calidad e incluso mejorando algunos detalles. La carta de vinos es hoy más completa, cambiaron algunos elementos de la vajilla, se mejoró el servicio a las mesas. Y, lo principal, se mantuvo el corazón de la casa: la calidad de las carnes. Los chorizos ($155) son perfectos, la molleja ($590) se derrite en la boca. La carne vacuna proviene de novillos grandes, alimentados a pasto (con suplemento final con granos), y se deja reposar al menos 21 días antes de usarla, un proceso que Luis inauguró en una época en la que muy pocos pensaban todavía en los beneficios de madurar la carne. El menú ofrece ojo de bife ($670), T-Bone ($790), bife uruguayo ($570), entre otros cortes, la mayoría también están en media porción. Siguen ahí las especialidades uruguayas, como las pamplonas (entre $410 y $575), el cochinillo ($550) y el hígado a la tela ($100). Postres clásicos y queridos, desde bananas con dulce de leche ($100) a higos o zapallos en almíbar ($175) pasando por un generoso flan casero a $100, culminan una comida de fuerte carácter rioplatense. Los años pasan y las brasas no dejan de brillar en esta esquina de Belgrano.
El Pobre Luis queda en Arribeños 2393. Teléfono: 4780-5847. Horario de atención: lunes a sábados, de 20 al cierre