“Ya estoy advertida. Sé algo. Sé que no son los vestidos lo que hacen a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen.”
Marguerite Duras
Para aquellos que no la conocen, Duras, hija de padres franceses, nació en Saigón-Indochina 1914. En 1932 se trasladó a París donde estudió derecho, matemáticas y ciencias políticas. Publicó su primera novela en 1943 a la que le siguieron más de veinte. De su extensa producción narrativa cabe destacar El arrebato de Lol V. Stein, Un dique contra el pacífico, Escribir. En 1984 publicó El amante, novela con la que ganó el Premio Goncourt y que la consagró como una de las grandes escritoras del siglo XX. Ha escrito también teatro y guiones cinematográficos. Murió en París en 1996.
Leer a Duras es una cita con el goce femenino, es decir, con lo extranjero y esto hace que no sea cualquier encuentro.
Para el psicoanálisis, la mujer entra al igual que el hombre en el goce fálico. Esta entrada tiene como condición el acceso a la palabra. Los seres hablantes estamos inscriptos en la significación fálica, pero algunos acceden a un otro goce: el goce femenino.
Mientras que el goce fálico se experimenta de manera puntual y está localizado en zonas específicas del cuerpo, tiene un límite y está articulado a lo simbólico, el goce femenino presenta la desmedida, lo abierto, es un goce sin ley, goce singular, no transmisible ni compartido.
Lacan refiere en uno de sus seminarios lo siguiente: “Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe, desde luego, cuando ocurre. No les ocurre a todas”1.
Caracteriza a este goce femenino lo innombrable, lo indecible, debido a que se resiste a una de las funciones de la palabra: la representación. Es por eso que este goce femenino es imposible de nombrar.
“Los dos saben que la distancia ya no es mensurable en adelante entre aquella que grita a la noche, fundida en la generalidad del deseo, desfigurada por el abismo…” (M. D.)
Ahora bien, ¿cuál es la extranjeridad de Duras?, ¿extranjera o inmigrante de la lengua?
Duras escribe desde el exilio porque escribe desde ese saber no sabido. Sabe más de lo que cree y dice más de lo que quiere.
“Lo desconocido que uno lleva en sí mismo: escribir, eso es lo que se consigue. Eso o nada”. (M. D.)
Muestra ese punto enigmático. Su escritura presenta ese goce femenino debido a que nos confronta como lectores con lo abierto, con eso que no cierra, con eso no sabido. Es un encuentro con el vacío, no con la falta. Haciendo de la mujer una extranjera de sí misma. Deja a la mujer ausente de sí y en una imposibilidad de acceder al saber de ese goce. Nadie sabe sobre ese goce. Lo femenino carece de referente. La mujer es un enigma.
“Ella entonces ya lo vio. Durante unos segundos. Pero la imagen está allí para siempre. No hablo de tu rostro, sino de tu cuerpo”. (M. D.)
Esto inefable, inubicable, indecible y hasta excesivo queda por fuera de la palabra y Duras nos lo hace sentir en su escritura. Nos muestra cómo ella está no toda en el goce fálico.
Este por fuera de la palabra, es decir, lo que no entra en lo simbólico, lo excluido, ese goce ilimitado, entra en su escritura logrando así un tratamiento de la misma. Eso extranjero se le vuelve íntimo. Y es en ese punto donde gesta una nueva lengua. Esta invención la convierte en extranjera de su propia lengua.
“El único poema verdadero es necesariamente el que ha desaparecido. Para mí, este libro no existe”. (M. D.)
¿Acaso la escritura de Duras no es el pasaporte a encontrarse con lo extranjero de la lengua, es decir, con lo excluido de lo simbólico? Duras escribe en y sobre la orilla de la lengua, transcurre su escritura en ese litoral, y se convierte así en inmigrante de la misma.
“Debiera existir una escritura de lo no escrito. Un día existirá. Una escritura breve, sin gramática, una escritura de palabras solas. Palabras sin el sostén de la gramática. Extraviadas. Ahí, escritas. Y abandonadas de inmediato”. (M. D.)
* Licenciada en Psicología (UBA). Clínica Psicoanalista. Compiladora y autora de La máquina des-escribir. El sujeto entre líneas (Letra Viva, 2014) y El arte de lo real. La máquina des-escribir II (Letra Viva, 2016). Coordinadora del Equipo de Familia (Hospital Álvarez, GCBA).
1 Lacan, Jacques, Seminario XX, Editorial Paidós, p. 90.