Un poster que dice “Post Post Post Punk”, un chico tirado en un sofá gastado y sucio, un celular apretado entre las manos y un gato estirándose en un cuarto de paredes grafiteadas con emojis tristes, casi emulando el scrolleo de un muro virtual imaginario. La portada de Antes de que me olviden, el primer libro del joven historietista Jo Murúa, no es la usual en el medio que habita. Primero, porque es una foto intervenida en vez de una ilustración explicativa. Y esa foto podría ser fácilmente la tapa de un disco punk, de una novela de iniciación o el backstage de una película indie. Y además, porque quien aparece flamante y desganado ilustrando el inicio de su propio libro de dibujo es el mismo autor, una licencia a la que no cualquiera de sus pares se ha animado por el momento.
“En realidad, es casi un engaño esa tapa”, se ríe Jo Murúa, “¿Pero acaso tengo que estar muerto para aparecer en la tapa de mi propio libro?”. De cualquier manera, engaño o no, esa tapa disruptiva funciona de manera más que orgánica para abrir un libro ecléctico en sus contenidos y de formato experimental. Antes de que me olviden es como la habitación empapelado de posters y calcos de un adolescente, o el cerebro de un millenial que piensa en hipervínculos y no se decide a cerrar ninguna pestaña abierta en el navegador. No se puede decir que este sea un libro exclusivamente de historieta, aunque la contiene. Más bien, se trata de un cuaderno de artista que funciona como trabajo retrospectivo de los últimos seis años de dibujos, experimentación, y educación formal y sentimental de este autor de 28 años adepto a Simon Hanselmann, Max Cachimba y Los Simpsons, que no se decide a darle play a un tema de los Ramones o a uno de trap.
Aunque Jo Murúa es una voz fuerte del circuito independiente del dibujo local, que ha auto-editado decenas de historietas en fanzines, ilustrado flyers para bandas locales, expuesto en lugares tan under como bares de fichines o tan institucionales como el Centro Cultural Recoleta, y publicado tanto en la Fierro como en proyectos independientes como el suplemento Mal flash de la revista NAN junto varios de sus contemporáneos, se tomó un tiempo largo para lanzar su primer libro en solitario. El material y la intención estaban ahí desde hace tiempo, pero ¿qué? ó ¿con cuál de todos los estilos posibles?, ¿por qué uno solo y por qué la obligación de elegir? Esa indecisión hiper consciente usada como hilo conductor cohesionan este libro que reúne una selección de trabajos que Jo Murúa fue desarrollando durante todo un período iniciático personal: el proceso en que decidió abandonar una educación formal en Bellas Artes en la universidad y lanzarse de lleno a la producción personal y la autogestión con pares. Ese proceso se hace más que evidente apenas al primer vistazo del libro, increíblemente divertido y estimulante de atravesar en la variedad de estilos, materialidades e inquietudes que reúne con total naturalidad.
“Yo veía a autores que son cercanos a mi, con quienes hemos laburado y que me encantan, como Maria Luque o Juan Vegetal, que tienen un estilo muy abierto y descontrolado, pero que a la hora de producir siguen un proceso más bien ordenado y tradicional. Eso, en medio del auge de la novela gráfica, siempre me hizo pensar que esa era la única manera correcta de hacerlo, y aunque hice algunos intentos nunca se me dio naturalmente, estaba un poco estancado en la idea de sentarme todos los días a laburar en el mismo registro. Ahora, por suerte, me di cuenta que hacer algo como esto también es posible, creo que el libro es como un zapping, incluso una revista, o una falsa antología de varios autores, pasas la página y no sabes bien con qué te vas a encontrar y eso pensado como una decisión editorial me encanta”, cuenta Jo, que toma un vaso de cerveza sentado en el taller de su casa en Villa Crespo, donde vive con una pandilla de dibujantes y graffiteros.
Haciendo un paneo por Antes de que me olviden se asoman variedad de técnicas y estilos: fotos de fanzines fotocopiados, historietas autoconclusivas clásicas, pinturas cuasi barrocas distorsionadas, ilustraciones en acuarelas, viñetas en marcadores. Ahí conviven recortes del mundo e intereses del autor durante los últimos años: versiones alternativas y drogotas de Los Simpsons, aventuras paranoides de chicos perdidos en la angustia existencial de la comunicación digital, desazones amorosas, posters posibles de bandas imposibles o pequeños cuadros porno protagonizados por personajes ultra-tiernos pintados con la mayor seriedad: “Siempre digo que en mi educación hubo una mezcla de estudiar Bellas Artes formalmente y de escuchar punk todo el día. Y hoy pienso que el punk no es usar la cresta o escuchar los Ramones, y le veo el punk a las cosas. Los Beatles pueden ser punk, Max Cachimba es muy punk. Tal vez me interesa esta cosa del equilibrio, de mezclar un estilo infantil con una historia de adultos en problemas, o de divertirme dibujando una pija gigante en una ilustración que hice super tierna como una pequeña actitud punk en lo cotidiano”, cuenta Jo.
El libro –que salió hace apenas un par de meses con su de mezcla humor negro, porno simpático, ciber-desazón y pesimismo colorido– buscaba una casa editorial que pensara en posibilidades no solo de contenido, sino de decisiones editoriales, de materialidades que no fueran las tradicionales y de posibilidades para registrar la búsqueda estilística. Ahí apareció Waicomics, que se convirtió en su sello, una editorial autogestiva local comandada por autores, cercana a las europeas Apa Apa, Kush! o Fulgencio Pimentel en sus búsquedas e interesada en títulos inusuales, que ya ha editado nombres como Muriel Bellini, Iván Riskin, Juan Vegetal y Olivier Schrauwen. “Algo iniciático para mí en la adolescencia fue leer las entrevistas de Liniers: recuerdo que él decía que si le preguntas a Quino por Mafalda, después de todos estos años, seguramente te va a odiar. Así que él quiso crear un mundo propio con unas reglas que le permitieran hacer lo que quisiera y mantenerlo sin aburrirse nunca. Pienso un poco en esta idea, y en el formato que acabo de explorar para futuros trabajos, tener eso como bandera editorial. Crear un libro que me permita hacer cosas que me inquieten en cada momento, si flashé con fotos, si estoy con otro tipo de arte, que sea posible hacerlo en un libro y tenga sentido. Pensar en un libro de artista, no de historietas, tu libro, tu vida, tu retrospectiva en vida”.