Rosalía le cambió la vida el día que escuchó a Camarón de la Isla por los parlantes de un auto estacionado con la puerta abierta. Esa voz la traspasó, dirá ella, que por entonces tenía trece años y empezó a estudiar baile flamenco. Nacida y criada en San Esteban de Sasroviras, Barcelona, por sus venas no corre sangre gitana y eso le ha valido acusaciones de apropiación, pero Rosalía conoce la historia y sus propios pasos y no se hace cargo: “Tuve que trabajar mucho para conseguir acercarme al género”, declaró. La Escuela Superior de Música de Cataluña acepta un alumno por año en la licenciatura en flamenco; ella entró en 2014.
Nada de este bagaje era necesario saberlo cuando su nombre brilló por primera vez en las redes, a mediados de 2016. Fue en el hit suave “Antes De Morirme”, uno de los primeros éxitos del madrileño C Tangana. Antón Álvarez, su nombre de pila, un egresado en Filosofía que inició carrera en el hip hop underground y se reinventó de un año a otro como artista “urbano” –la etiqueta para los performers latinos de trap, reguetón fino y fusiones: básicamente pop–, todo un empresario de sí mismo lleno de visión y capacidad, dijo que él la buscó para componer juntos. Que vio la oportunidad de ser parte de la carrera de la mejor artista que dio España en muchos años.
El álbum debut de Rosalía, Los Angeles, ya venía en elaboración: salió a principios de 2017. Un trabajo de investigación primero –combina extractos de clásicos del flamenco que le cantan a la muerte: le interesaba la distancia “casi exótica” que tiene con el tema, dice ella–, una obra fabulosa de voz y guitarra y toques de electrónica, hecha en conjunto con Raül Fernández, un músico y productor todoterreno generación 70, también conocido como Refree. Esa música se definió en reseñas como “flamenco hipster” y llevó a Rosalía a tocar en el megafestival Primavera Sound, además de darle un fan que equivale a un pueblo entero: Pedro Almodóvar. Hay imágenes de él en sus shows y de ella en el set de filmación de Dolor y Gloria, la nueva película de Pedro con Penélope Cruz y Antonio Banderas.
Hace solo tres meses que Rosalía firmó contrato discográfico, con Sony. Fue después de publicar dos adelantos de su nuevo álbum. Lo aclara porque hace falta, porque parece un milagro que una obra llena de concepto y marcas de identidad conecte así con el mainstream norteamericano. Lo cual no significa que no tuviera equipo y estrategia, pero todo estaba diseñado y en marcha antes de que llegara el apoyo. El 30 de mayo, el colombiano J Balvin –el latino más posicionado en Estados Unidos por ahora– lanzó su disco Vibras, donde Rosalía colabora con un estribillo en una balada r&b. Cuatro días después, el hada española se llevó toda la atención, cuando apareció en YouTube “Malamente”.
La canción triunfó por su raíz y vuelo. Podría despojársela hasta la voz y las palmas y funcionaría también, emocional y narrativamente. El conjunto, con todos los artilugios del pop –los looks, la coreografía, el tra tra de leit motif–, puso a bailar a celebrities como Emily Ratajkowski y Kourtney Kardashian en sus historias y llamó la atención del malabarista Pharrell Williams –ya se juntaron a trabajar–, pero también del etéreo europeo James Blake. “Malamente”, que tiene por subtítulo “Capítulo 1: Augurio”, va por las 40 millones y medio de vistas, recibió cinco nominaciones a los Grammy latinos y ganó dos: los primeros premios de Rosalía, a sus 25 años. Agradeció a las mujeres que se abrieron camino en la industria a la vez como compositoras, productoras y performers, y al productor que trabajó bajo su liderazgo, Pablo Díaz Reixa, que por su lado ha lanzado música carnavalera y experimental como El Guincho.
Dos años llevaba trabajando en El Mal Querer, editado en todos los formatos a principios de noviembre. El proyecto –que también fue su tesis de recibida– se creó en base a una novela del siglo XIV de autor desconocido llamada Flamenca, que llegó a manos de Rosalía a través del artista y estudioso del género, Pedro G. Romero. El libro trata sobre una pareja de recién casados sobre la que parece haber caído una maldición: el hombre idiota de celos decide mantener encerrada a la mujer y ella pare un hijo en el calvario. Esto Rosalía lo contó después de lanzar otro hit puro y excitante en la misma línea visual del primero –urbana y contemporánea, rescatando elementos y enalteciendo el barrio industrial donde creció–, “Pienso En Tu Mirá (Capítulo 2: Celos)”. Ahora se entiende que a lo largo del disco, también canta desde el punto de vista de él, lo que vuelve todo más peculiar, fluido e interesante. Porque los videos son más pictóricos que noveleros, y aunque haya actores, la única protagonista es ella: Rosalía con joyas hasta las uñas, vestida de autor, actuando sus letras, bailando con gracia y fuerza.
Los cuatro videos que lanzó coinciden con los temas más radiales; el más reciente, “Bagdad (Capítulo 7: Liturgia)”, con más razón porque recrea la melodía inconfundible de “Cry Me A River” de Justin Timberlake, que supuestamente nunca cede nada pero a Rosalía sí. Cuando lanzó el disco entero, subió el resto de la lista a You Tube con retratos suyos trabajados como si fueran estampas religiosas por el joven e inquietante Filip Custic, también de España. En la última ilustración está apuntando con un arco y por flecha hay una rosa; la canción se llama “A Ningún Hombre (Capítulo 11: Poder)” y se entiende al final quién se quedó con la voz. Ahora en todo el mundo se está hablando de El Mal Querer y de flamenco. Su exuberancia visual y tramados pop son la alfombra roja de una obra profunda, con grandes momentos de tensión, más bien experimental y minimalista. Rosalía admite que todo el proyecto le implica muchas horas de trabajo y que su parte preferida es el estudio: la comodidad y libertad que le permite ese espacio. Dice bastante de ella el interés con el que habla de la música, las suelas gastadas de sus tremendas zapatillas Naked Wolf y saber que en realidad tiene las uñas cortas porque toca la guitarra.
Rosalía tocará el 29 de marzo en el Lollapalooza Argentina, Hipódromo de San Isidro.