La comuna 13 se multiplica en casitas que cuelgan de las colinas de Medellín. Fue un feudo de Pablo Escobar pero hoy vive en constante progreso. De uno de sus barrios, El Socorro, salió el 1º de marzo de 1995 Jaime Enrique Quintero Cano, el padre de Juanfer. Nunca más volvió, nunca más los militares que iban a recibirlo dieron un dato oficial sobre su paradero. Buscaba trabajo y pensó que lo encontraría en el Ejército. Se equivocó. Su hijo tenía apenas dos años cuando desapareció. "No lo conocí, pero siento que lo que soy hoy también es por él", contó este año en la TV colombiana el zurdo que asiste a sus compañeros con la precisión de un notable jugador de billar. El que dibujó una de las mejores postales de la final en Madrid --su golazo para poner en un cuadro-- y que quedará para siempre en la historia de River. El joven que sus detractores arrepentidos recibieron como un souvenir en enero de este año y ahora lo observan embelesados como si fuera el mejor regalo navideño.
Jaime Enrique tenía casi su edad cuando la familia comenzó a buscarlo. Había jugado en las divisiones menores del Atlético Nacional. Era un volante habilidoso aunque diestro. Cuando se perdió su rastro, el capitán del ejército Eduardo Zapateiro Altamiranda, que tenía a su cargo la instrucción del recluta, dijo que debía haber regresado a Medellín, "que él mismo lo había embarcado en un avión y que le dio la orden de que se presentara en la IV Brigada". El recuerdo es de Silvia Elena Quintero Cano, la hermana de Jaime y tía de Juanfer. La mujer todavía lo busca como referente de la Corporación Proyecto DES que apoya a los familiares de las víctimas.
Aquel militar habría mentido. Incluso acusó a Quintero Cano de haber sido encontrado fumando marihuana en el cuartel. Silvia ya no duda de que jamás subió a una aeronave y sí a un micro del que lo bajaron en Mutatá, departamento de Antioquía. ¿Acaso fue un retén del ejército o un grupo de paramilitares? No se sabe. De lo que hay certeza es que Zapateiro Altamiranda hizo carrera en las fuerzas armadas: llegó a brigadier general y estuvo al mando de la Fuerza de Tarea Conjunta Omega y de la Escuela Militar de Cadetes. La tía de Juanfer le dijo en una entrevista al sitio www.kienyke.com <http://www.kienyke.com> el 16 de julio de 2015: "Mi corazón dice que el Ejército Nacional, a mi hermano y a muchísima gente más, los desapareció con el mismo modus operandi. Para que los familiares quedemos nadando en un mar de impunidad".
Colombia, según las estadísticas del Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) difundidas en agosto pasado, registra 82.998 desaparecidos entre 1958 y julio de 2018. Recuérdese que el país vivió la guerra civil más larga del continente. Pero el Registro Unico de Víctimas (RUV) lleva contados muchos más damnificados en un período más corto. Unos 153.400 casos denunciados entre 1985 y 2015, según el periodista Yhoban Camilo Hernández Cifuentes. También existe el Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres (SIRDEC), del cual este cronista obtuvo los datos oficiales sobre el papá de Quintero bajo el código 2009D01584. La fecha de su desaparición fue registrada el 4 de marzo del '95 y la denuncia sobre ese delito de lesa humanidad el 26 de julio de 2009.
La familia vio por última vez a Jaime Enrique el 1º de marzo de 1995. Un año y casi tres meses después de que las fuerzas de seguridad abatieran a Pablo Escobar, el jefe del Cártel de Medellín, el 2 de diciembre de 1993. El 18 de enero de ese año había nacido el volante de River. Era una criatura que pronto se quedaría sola con su madre Lina María Paniagua, una jovencísima de 17 años. Hoy, un cuarto de siglo después, la mujer se desquitó de los críticos de su hijo tras la final de la Copa Libertadores: "Juanfer tuvo sus altibajos y fueron dos años muy difíciles para todos nosotros. El nos está mostrando que hay Juan Fernando Quintero para mucho rato. Quería decir esto ante las cámaras para los que dijeron que era un acabado y un fracasado. El acabado y el fracasado le dio el triunfo a River y ahora son campeones".
Quintero es un hijo que, como miles de hijos más, desde México a la Argentina busca a un padre o una madre desaparecidos en la amplia geografía de Latinoamérica. Aun cuando el contexto político de su drama familiar sea algo diferente, nunca olvida a Jaime: "Donde quiera que esté, él sabe que mi corazón también está con él", cuenta. La identificación con su papá es simétrica a la admiración que sienten por Juanfer sus seres queridos. "Los jóvenes vienen tomándolo como ejemplo, es un orgullo para la familia y la Comuna 13. Desde los dos años se le veía el talento. Somos hinchas del equipo donde juegue, que han sido el Atlético Nacional, Envigado, Pescara, Porto, Rennes, Independiente Medellín o River", comenta la tía Silvia.
Esa trayectoria y los éxitos deportivos de su sobrino la hicieron sobrellevar mejor los casi 24 años de búsqueda de su hermano y el fallo del Tribunal Administrativo de Antioquía que en 2001 negó una demanda de la familia contra el Estado. Juanfer Quintero perdió a su padre y además es un sobreviviente. Tenía 9 años cuando entre el 16 y 17 de octubre de 2002, el gobierno del ultraderechista Alvaro Uribe tomó por completo la Comuna 13 para despejar la zona de guerrilleros de las FARC, el ELN y otros grupos de izquierda. Ni siquiera había entrado a las divisiones inferiores del club Envigado, donde empezó su trayectoria futbolera.
El operativo más grande en la historia del país tuvo un saldo de 92 desapariciones forzadas, 17 homicidios cometidos por las fuerzas de seguridad, 71 personas asesinadas por los paramilitares de la Autodefensas Unidas de Colombia, 12 torturados, 80 civiles heridos y 370 detenciones según la Corporación Jurídica Libertad. Todos eran vecinos de ese pibe que ya deslumbraba con la magia de su zurda, que se formó en las canchas de arenilla de El Socorro y que es el crédito local. De esa comunidad nunca se olvida. Le dedicó a la Comuna 13 la clasificación del seleccionado colombiano a los octavos de final de la Copa Mundial en Rusia. Quintero suele decir que "no solo pasan cosas malas, tenemos cosas buenas también". Se identifica con su terruño. Sabe muy bien dónde están sus raíces.