El año que termina será recordado como el de peores resultados económicos y sociales de gestión desde 2001. La sucesión de decisiones políticas, la mala praxis, la sequía y algunos cambios en el contexto internacional han provocado una catástrofe sobre la estructura productiva y social. Devaluación, recesión e inflación han impactado de lleno en la calidad de vida.
Revisemos algunos números. Para evitar controversias tomaré los datos del FMI. Este organismo publica dos veces por año el World Economic Outlook, siendo de octubre pasado los últimos datos y proyecciones. Señala una caída de actividad de 2,8 por ciento para 2018 y 1,7 para 2019, caída del consumo privado de 9,9 y 4,6, caída de la inversión de 7 y 9,5 respectivamente, y una tasa de desempleo de 9,8 y 10,9. Esto en un contexto de aumento del déficit fiscal a -5,5 por ciento y de pasar de una deuda pública que representaba el 57,6 por ciento del PBI en 2017 a una que hoy está en 81,2. Como se ve, si el 2018 fue malo, el 2019 tampoco será bueno
Obviamente esto tiene una traducción social, sobre los niveles de pobreza. Esta semana se publicaron los resultados de la encuesta del Observatorio de la deuda social de la UCA (ver páginas 10 y 11), allí se da cuenta de un crecimiento de cinco puntos, del 28,6 de 2017 al 33,6 de 2018, el indicador más alto de la última década. El crecimiento del desempleo al doce por ciento en el conurbano bonaerense, la destrucción de 135 mil puestos de trabajo industriales y una inflación que rozará el 50 por ciento anual son parte sustancial del problema. La caída de ingresos en asalariados, jubilados, AUH y programas sociales rondarán el quince a veinte por ciento, sin registro en la historia reciente. Son más de trece millones de pobres.
En este contexto desde el Centro de Estudios Metropolitanos realizamos en diciembre nuestro octavo monitor de clima social. Si comparamos sus resultados con los de un año atrás tanto lo económico como lo laboral y lo alimentario muestran una caída de entre doce y 27 por ciento en los indicadores, mostrando un crecimiento de las problemáticas en los sectores medios bajos de la población.
Nuestra intención con este Monitor, que lleva ya dos años, fue alertar sobre las consecuencias de las políticas públicas elegidas. Hoy los resultados son evidentes. Es hora de cambiar la política económica y poner al trabajo y la producción en el centro. Se debe apostar por el cuidado del mercado interno, se debe apostar por un Estado dinamizador y no uno ajustador.
* Director del Centro de Estudios Metropolitanos.