Entre tantos mensajes confusos, pronósticos fallidos y mentiras planificadas desplegada en tres años del gobierno de Cambiemos, la sinceridad del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, fue notable cuando afirmó que “en la Argentina nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el gobierno”. La evolución de las cuentas fiscales en diez meses de este año confirma lo dicho por el ex columnista de TN. Con caída del gasto público en términos reales en casi todas las partidas, aparecen dos que van en tendencia contraria: pago de intereses de la deuda y subsidios a servicios públicos. Este comportamiento refleja que el extraordinario ajuste de este año y el ajustazo que se viene en 2019 tiene el objetivo de garantizar a los acreedores el cobro de los intereses, y a las empresas proveedoras de luz, gas y transporte –en especial a los conglomerados energéticos– mantenerles niveles de rentabilidad elevados. El aumento de los giros hacia esos dos destinos tiene su origen en las insensatas medidas de dolarizar las tarifas y de avanzar a paso firme en la despesificación del stock de deuda.
Bomba
En los dos primeros años de la economía macrista se definió el rasgo regresivo de la distribución del ingreso con tarifazos, cuyo saldo inicial fue una disminución de los subsidios con la contrapartida de facturas elevadísimas a pagar por hogares, comercios e industrias, y con el comienzo de un ciclo vertiginoso de endeudamiento externo.
Las tarifas de luz y gas, además, fueron dolarizadas con el argumento de que así se brindaba un horizonte de previsibilidad para la inversión privada. En esos tiempos de luna de miel entre los mercados financieros y el gobierno de Cambiemos, casi todos los bonos de deuda emitidos fueron en moneda extranjera.
Con una paridad cambiaria reprimida con la inmensa bicicleta financiera de las Lebac (carry trade), esas dos políticas no mostraron inicialmente su impacto devastador en las cuentas fiscales. Bajaban los recursos destinados a los subsidios, lo que le permitía al gobierno exhibir que empezaba a imponer “racionalidad” en la administración del gasto y que, de esa manera, iba a domar la tasa de inflación. Al mismo tiempo, los intereses de la deuda a pagar aumentaban sostenidamente pero el festín de emisión de deuda organizado por el secretario y luego ministro de Finanzas, Luis Caputo, permitía disimular la carga que se iba acumulando.
De ese modo se fue gestando una bomba que detonó las cuentas fiscales cuando se produjo la megadevaluación, y que seguirá esparciendo sus esquirlas demoledoras en la administración del presupuesto nacional. La dolarización de las tarifas y el incremento hasta poco más del 70 por ciento la porción de la deuda emitida en moneda extranjera se ha convertido en un condicionante fabuloso para el manejo presente y futuro de las cuentas públicas.
Números
El último informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública ilustra que hasta octubre de este año se devengaron 366.226 millones de pesos en concepto de intereses, que implica un aumento de 71,8 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior. El pago de intereses de la deuda está adquiriendo cada vez más relevancia en la estructura del gasto público nacional. Ya es el segundo rubro en importancia luego de Seguridad Social, cuando en igual periodo del año pasado se ubicaban en tercer lugar.
Mientras, los subsidios, concentrados principalmente en las áreas de energía y transporte, sumaron 205.815 millones de pesos, 36,2 por ciento más que enigual lapso de 2017, con una extraordinaria suba de 265,6 por ciento en octubre respecto al mismo mes del año anterior. Esa aceleración se explica por el impacto de la devaluación en las tarifas. En forma sectorial, los subsidios energéticos tuvieron una variación interanual de 40.143 millones de pesos, con un alza de 46,3 por ciento y los de transporte crecieron 13.688 millones de pesos, con un avance de 23,9 por ciento interanual.
Estos números reflejan que la carga de intereses es cada vez más pesada y que seguirá aumentando por el desenfrenado endeudamiento en moneda extranjera durante la primera mitad del mandato de Macri. Es un resultado previsible y advertido en más de una ocasión, arrojando a la economía a un estado de vulnerabilidad que, por el momento, es mantenida a flote con el salvavidas del Fondo Monetario Internacional.
En cambio, pocos fueron quienes avisaron del riesgo de la dolarización de las tarifas y que ahora quedó de manifiesto con el brusco salto registrado en la cuenta a pagar de subsidios. O sea, con el macrismo, pese a los tarifazos que destrozaron los presupuestos de hogares y comercios, los subsidios dejaron de bajar y volvieron a subir por la dolarización de las tarifas.
La diferencia sustancial con respecto al ciclo kircherista es que ahora los subsidios no implican un ingreso indirecto al consumidor, sino que marcan el límite a una política de ajuste permanente de las tarifas. Aumentos que permiten a las empresas energéticas contabilizar ganancias crecientes a costa del deterioro de la calidad de vida de la mayoría de la población y, con la megadevaluación, de las cuentas públicas.
Déficit
¿Cómo consiguió Dujovne disminuir el déficit fiscal con dos rubros (intereses y subsidios) subiendo tan fuerte? Ejecutó un ajuste inmenso en el resto de las partidas que lo llevó a hablar con sinceridad brutal acerca de la magnitud de los recortes y el destino de los gobiernos que los realizan. A pesar de la creciente presencia en la estructura del gasto de los intereses de la deuda, el resultado primario de las cuentas fiscales fue deficitario en 91.022 millones de pesos, cuando en el mismo periodo del año pasado había sido de 140.385 millones de pesos.
Para alcanzar ese saldo, con más gastos por intereses y reducción del déficit primario, el ajuste realizado fue impresionante. En diez meses de este año, el gasto público subió apenas 23,2 por ciento que, con una inflación interanual de casi 46,0 por ciento, implicó una disminución real del 15,5 por ciento. Ajuste entregado en el altar del Fondo para conseguir un pulmotor de dólares que asegure que la economía macrista no caiga al abismo del default.
La tijera de Dujovne avanzó sobre el gasto en personal, reduciéndolo 17,4 por ciento en términos reales; en bienes de consumo y servicios no personales que bajó más de 26 por ciento; y en bienes de uso, 34 por ciento. Las transferencias para obras públicas a las provincias fueron rebanadas en 56,0 por ciento en términos reales y en la partida general de obras bajaron 36,7 por ciento. Las prestaciones de la seguridad social (jubilaciones y Asignación Universal por Hijo, cuyos aumentos son automáticos por la reformada fórmula de movilidad) bajaron 12,5 por ciento. Esto último es un indicador de la pérdida de poder adquisitivo de esas asignaciones, que el CETyD-Unsam calculó en -15 por ciento en la jubilación mínima a partir de la reforma previsional del macrismo, que este miércoles cumple un año desde su aprobación en el Congreso.
2019
El ajuste fiscal 2018 del cual se enorgullece Dujovne definiría un sobrecumplimiento de la meta de déficit comprometido con el FMI, para cerrar en 2,3 por ciento del PIB, cuando el objetivo era de 2,6. Para el 2019, el ajuste pasará a ser ajustazo porque la meta a alcanzar es déficit primario cero. La consultora Economía & Regiones estimó que para conseguirlo el ajuste debería ser equivalente a unos 12 mil millones de dólares. Como la cuenta intereses de la deuda seguirá subiendo, la estrategia de Hacienda será avanzar en más recortes a los que ya se efectuaron en este año con más recaudación adicional por la suba de impuestos (retenciones y bienes personales) y transferencia de gastos que hace la Nación hacia las provincias (por ejemplo, subsidios al transporte).
Este camino se tropieza con la piedra de la recesión, inducida precisamente por el ajuste, que debilita la recaudación. Esto ya se esta verificando en estos meses, cuando en los últimos cinco se ha contabilizado una variación negativa en términos reales en los ingresos tributarios, lo que exige entonces un mayor ajuste para arribar a la meta fiscal prevista con el FMI.
El ajuste de este año está teniendo como resultado pérdida de recaudación, reducción significativa en términos reales del gasto público, mayores giros por subsidios a servicios públicos y aumento de los pagos de deuda. Esa dinámica se acelerará con el ajustazo 2019, que será todavía mayor si irrumpe una renovada corrida cambiaria.
Las devaluaciones han tenido en ocasiones pasadas efectos negativos conocidos, como la pérdida del poder adquisitivo del salario y jubilaciones por el shock inflacionario generado. También tenía su impacto en las cuentas públicas, al provocar una licuación del gasto, lo que facilitaba el sendero del ajuste fiscal. La economía macrista ha neutralizado ese último efecto porque ahora la devaluación no disminuye el desequilibrio de las cuentas fiscales, sino que lo profundiza. Esto es así por la dolarización de la deuda y las tarifas.
El ajuste cambiario potencia entonces el gasto global, y para evitar la insolvencia y la espiralización del déficit fiscal se profundiza el ajuste reduciendo el resto de las partidas. Se acentúa de ese modo la recesión que, a la vez, disminuye los ingresos, lo que exige un mayor ajuste. En ese círculo vicioso de deterioro está lanzada la economía macrista hacia un previsible crac.