El gobernador Miguel Lifschitz se las ha ingeniado para esquivar la historia del "pato rengo", como les gusta llamar a los norteamericanos a los presidentes que no tienen posibilidad de ser reelectos. No tiene reelección, no pudo conseguirla vía reforma constitucional, pero sí predicamento en su espacio político y futuro en su carrera. Nunca fue de esos políticos deslumbrantes, más bien corto de discurso y con poca transmisión de emociones a la militancia. Pero como ejecutivo se destaca al igual que lo hizo cuando le tocó ser intendente de Rosario. Para decirlo con todas las letras, fue mejor intendente que Hermes Binner y para algunos supera a Antonio Bonfatti como gobernador. Eso lo sabe y no está dispuesto a regalar ningún espacio.

Por eso este fin de semana, en un reportaje con Rosario/12, admitió que será candidato y le agregó un plus de discurso de unidad para bajar un poco el tono de su conocida rivalidad con Bonfatti. "Haré todo lo que esté a mi alcance para contribuir a un triunfo del Frente Progresista en la provincia", dijo y eso puede incluir encabezar una lista de diputados provinciales. También aseguró que no votó por Mauricio Macri en 2015 y que sufragó en blanco en el ballotage tal como lo decidió su partido orgánicamente. Que a tres años de aquel acontecimiento tenga que aclarar esa situación -nada menos que su voto- es porque sabe que se le critica una tardía reacción contraria a las políticas públicas de la administración Cambiemos. Es más, a pesar de haber sido mucho más crítico, es un escenario que también afecta al propio Bonfatti que hace tres años atrás se le escapó que votaría al kirchnerismo antes de ayudar a un triunfo de Macri. Y esa exactamente esa la caracterización que tienen en la Casa Rosada de los dos dirigentes socialistas.

La conocida "tercera posición" del socialismo es inevitable y está relacionada con la propia supervivencia. Si el partido va más para un lado que para el otro, pierde razón de ser. La grieta lo esmerila y le resta posibilidades. ¿Por qué optar por una fuerza política que se parece tanto a otra?, para eso es mejor votar por el original. Por eso también en determinados momentos se llevó mal con el anterior gobierno central y ahora con este. Es cierto que las dos administraciones en un momento arremetieron contra la provincia presionando al socialismo para que tomara partido, aunque nunca lo lograran.

Por eso Lifschitz repite que en Santa Fe "la grieta no existe" y asegura que aquí se ha logrado una convivencia política que es muy superior a la que se registra a nivel nacional. Y en eso no exagera, y sabe que en gran medida la situación se debe a la centralidad del socialismo en el territorio. Un sesgo que pudo "exportar" desde Rosario a la provincia, pero que no pudo prolongar a la nación. Pero esa sigue siendo la ambición. "No somos una fuerza provincial, no somos el Movimiento Popular Neuquino", dice Lifschitz para que se entienda que el socialismo no abandona sus pretensiones nacionales y reconoce que la falta de representantes en el Congreso de la Nación le ha acarreado costos políticos muy significativos.

Con todo ahora en el PS siente que la grieta los puede favorecer de alguna manera en la cuenta del votante que enojado con Cristina Kirchner votó por Macri y ahora, enojado con Macri, busca opciones. Por ahora eso es más claro en Rosario que en otro lado. Aquí la súbita reivindicación de las políticas públicas del municipio y hasta la levantada en imagen de la intendenta Mónica Fein; tienen un solo motivo: El espanto que generaron las medidas de Cambiemos en vastos sectores de la población.

Sin embargo, en la provincia el escenario cambia, porque el peronismo tiene una oferta electoral lo suficientemente amplia como para contener desde kirchneristas a noveles decepcionados del macrismo. Por eso Lifschitz no duda y sostiene que "el rival a vencer es el peronismo". Es lo que marcan también las encuestas que dan un escenario de dos y no de tres en Santa Fe. El gobernador tiene razón: Acá la grieta "no existe".

Más allá de las diferencias internas que tengan, Lifschitz le va a hacer un gran favor a Bonfatti: Cuando termine su mandato en diciembre del año próximo dejará una cantidad de obra pública que será difícil de comparar con cualquier otra gestión anterior. Pero el déficit en seguridad no ha disminuido como se esperaba.

Esas eran las dos premisas del actual gobernador cuando asumió, la obra pública y la seguridad. Pero los índices muestran que a pesar del crecimiento exorbitante de los recursos para las fuerzas policiales, el delito común y complejo sigue ganando la batalla diaria en las calles de las principales ciudades santafesinas. Lifschitz casi no habla del tema y deja que el ministro Maximiliano Pullaro haga todo el gasto. Pero esta semana las denuncias de diputados de la oposición relacionadas con los abogados de Luis Paz ligados al ministerio de Seguridad anterior y actual, fueron una especie de gota que rebalsó el vaso. Y además, continúan las balaceras a cualquier hora y contra diversos objetivos custodiados o no en la ciudad de Rosario.

La trama de crímenes ligados al negocio narco no se detiene y la policía santafesina sigue sospechada de una gran connivencia. La llegada del experto Marcelo Saín es la última apuesta del gobierno provincial para intentar frenar la ola de asesinatos e intimidaciones, pero el creador de la Policía de Seguridad Aeroportuaria recién comienza su trabajo y habrá que esperar a que haya resultados. Por lo pronto, lo más visible es la enjundia de Pullaro en operar sobre la comunicación del ministerio a su cargo y tratar de que si no se ven los resultados, por lo menos que se vea el despliegue de fuerzas y recursos que está poniendo en las calles la provincia.

En Rosario, tanto Lifschitz como Bonfatti supieron evitar quedar como impulsores de una u otra candidatura. Hubo acuerdo en la designación de Verónica Irizar como candidata ultraoficialista para la intendencia y se la consultó también a Mónica Fein al respecto. Pero tampoco es cuestión de desgastar a Pablo Javkin al punto de que si la ex secretaria de Hacienda no levanta en las preferencias de los rosarinos, quedarse con un candidato debilitado para la general. Ahí deberá hacer equilibrio el Frente Progresista para tener una interna estratégica que le conserve posibilidades de cara a las elecciones generales. Javkin ya marcó los límites y denunció que el socialismo debe "abrirse más". Le respondieron duro, pero quedaron bien establecidas las reglas para la competencia futura.