Una foto y cuatro líneas informaban, hace unos días, de la muerte de Carlos Ceconatto, aquel volante derecho de una de las delanteras históricas y mas recordadas del fútbol argentino. La que integraba con Micheli, Lacasia, también Bonelli, Grillo y Cruz en Independiente y, además, íntegra, en la Selección. Es como si la velocidad absurda de la vida actual y un periodismo ocupado exclusivamente en el momento, sin referencias ni contexto, no tuviera tiempo para recordar como merecen quienes forjaron nuestra identidad. Conocer nuestro pasado es conocernos, saber quienes somos, no solo en el fútbol pero también en el fútbol.
Yo no vi jugar a Ceconatto, pero me informé preguntando a quienes si lo vieron, y me enteré que fue un jugador inteligente, socio de todos como diría Menotti, de muy buena técnica, con llegada y gol, y sobre todo con un gran compromiso con el juego.
Según sus propias declaraciones él admiraba mucho a De la Mata y lo tenía como modelo. Ocurría en esos tiempos que un equipo se mantenía varios años, y los jóvenes se formaban, entre otras cosas, mirando a quienes admiraban, como Di Stéfano con Erico por ejemplo.
Micheli, Ceconatto, Lacasia (después Bonelli), Grillo y Cruz jugaron contra Inglaterra la primera vez que Argentina le ganó a los “inventores” del fútbol, con aquél gol de Grillo que legalizó el arte atorrante de los barrios, y que sólo Maradona lo repitió corregido y aumentado en el Mundial del 86.
También fueron autores de una gesta memorable. Le ganaron 6-0 al Real Madrid en el Bernabéu, y con Di Stéfano incluido. “Ese día nos salía todo y a ellos nada”, explicaba años después Ceconatto, con la increíble humildad de su grandeza.
Jugó solo en Independiente, proveniente de un equipo de Gerli, igual que otro ídolo del rojo: Seoane, el mejor jugador argentino para Renato Cesarini. Y fue un rebelde que se retiró a los 28 años, porque no aceptó las condiciones que le querían imponer los dirigentes de Independiente en una posible transferencia a River, que se frustró.
Y digo que la frivolidad en la que vivimos no nos permite reconocer que sí existieron Ardiles, Brindisi, J. J. López, fue porque antes jugaron Moreno, ‘Tucho’ Méndez, Farro, De la Mata, Ceconatto... Esa continuidad era nuestro estilo. Y digo era porque ahora no estoy tan seguro de que siga siendo. Un estilo que podía resumirse en el respeto y el compromiso ineludibles con el juego, antes que el resultado. Un estilo que no admitía de ninguna manera el ganar como sea, el ganar como lo único importante.
Ese equipo de Independiente, el de Ceconatto, no fue campeón y sin embargo quedó en la memoria afectiva de varias generaciones. Como el Estudiantes de “los profesores”, o el Lanús del 56, o el River de Ermindo Onega, otro grande de nuestro fútbol. Por eso me dolió que Ceconatto no tuviera el homenaje que merece. Ni siquiera el recuerdo generoso para quien fue uno de los que nos marcó el camino.
Tal vez sea un síntoma de por qué ya no sabemos, en realidad, cuál es nuestro camino.