PáginaI12 En Gran Bretaña
Desde Londres
Theresa May sobrevive una vez más contra las cuerdas. El líder del laborismo, Jeremy Corbyn, anunció que presentará hoy una moción de censura contra la primera ministra por su negativa a convocar a una votación esta semana sobre el acuerdo de salida con la Unión Europea (UE). Con el anuncio, Corbyn desbarató a medias la maniobra de May. A media tarde la líder conservadora había anunciado a la Cámara que la votación final tomaría lugar en la semana del 14 de enero, días antes del límite establecido por la ley. Pero el tipo de moción de censura en juego no basta para provocar la caída de su gobierno.
La primera ministra justificó su fecha de votación diciendo que necesitaba más tiempo en sus conversaciones con el bloque europeo para conseguir una declaración sobre el Backstop, una cláusula especial sobre la frontera entre la República de Irlanda (parte de la UE) e Irlanda del Norte (miembro del Reino Unido). El problema de May es que había dado una excusa similar el lunes de la semana pasada para suspender la votación sobre el acuerdo que se iba a realizar al otro día.
La pregunta es obvia. Si en la cumbre la semana pasada en Bruselas, May no obtuvo una garantía especificando que el “Backstop” no sería una solución indefinida al problema fronterizo irlandés, ¿por qué lo va a conseguir en medio de las navidades y el año nuevo? Una oleada de intervenciones tanto de la oposición como de su propio partido exigieron una votación esta semana. Laboristas, liberal- demócratas, nacionalistas escoceses y varios conservadores la acusaron de poner la última fecha posible para que el parlamento no tuviera otra opción que votar por su acuerdo o dejar la UE sin acuerdo alguno, algo que la inmensa mayoría coincide en que sería una catástrofe económica.
En esa carrera contrarreloj que se ha convertido el Brexit, Corbyn buscó acelerar los tiempos parlamentarios. Si la votación se hace en la fecha que quiere May, solo quedarán ocho semanas para la partida del Reino Unido de la UE, es decir, muy poco tiempo para debatir alternativas. En juego hay una encerrona: lo que no se sabe quién va a encerrar a quien.
May quiere sacar su acuerdo que muy pocos apoyan en el parlamento, pero los legisladores no son un frente homogéneo, capaz de presentar una alternativa: están fragmentados en muchas facciones. Los Brexit recalcitrantes quieren que el tiempo los lleve a una salida de la UE sin acuerdo. Los Brexit más suaves apoyarían a May si ella consigue una garantía legal por separado de que el Backstop no será indefinido. Los pro-europeos se inclinan por un nuevo referendo o por un acuerdo como el que tiene Noruega que es muy similar a la relación previa del Reino Unido con la UE. En el medio de estas versiones hay varios grises y multicolores.
Esta falta de alternativa clara es el salvavidas de May desde que el año pasado convocó a elecciones anticipadas para ganar una mayoría aplastante que le permitiera avanzar con su proyecto de Brexit y terminó con una minoría parlamentaria que requirió un acuerdo con el partido más reaccionario de la Cámara, los unionistas de Irlanda del Norte, para poder gobernar.
El pasado miércoles ganó una moción de censura interna de su partido luego de prometer que no se presentaría como candidata en las próximas elecciones, pero casi una tercera parte de su bancada votó en contra. En el tipo de moción de censura que convocó Corbyn, la primera ministra puede salir derrotada, pero sobrevivir en el cargo.
El tiempo y el desgaste político cuentan. A menos que los diputados entren en estado de pánico y no tengan tranquilizantes a mano, está claro que el acuerdo de May no sobrevivirá cuando sea que se termine votando. La fecha límite, el 21 de enero, tiene forma de guillotina. La segunda fecha, final, es la de salida del bloque: el 29 de marzo. El Parlamento logró aprobar una moción de debate para evitar que se salga de la UE sin acuerdo alguno, pero de acá en más, en la nave de locos que es la Cámara de los Comunes, puede suceder cualquier cosa.