Nació en Tel Aviv, creció en París, se fogueó en Nueva York pero se enamoró de Buenos Aires. En las cuatro ciudades –casi– por igual el arte se le impregnó a su ADN. El arte así, en general, porque Alex Pandev no solo canta de todo (entre canción francesa y cuarteto, todo lo que pase por el medio), sino que también actúa, milita por los derechos de la mujer, guiona obras de teatro, es vegetariana, gestiona movidas culturales y, por lo que destila su semblante, vive lindo. “Vengan a verme porque si bien no me conocen les aseguro un show ecléctico, y absolutamente fuera de lo común”, arriesga  ante PáginaI12 la intrépida Alex, que presentará su disco MerSi! hoy en el Centro Cultural Tasso. Precisamente ahí, en el boliche de Defensa al 1500, transcurre la charla. Antes, la histriónica Pandev posa para la foto a espaldas del inmenso mural de Baco, el dios del vino, que el pintor colombiano Tinta pintó en una de las paredes laterales. “Siempre quise estar en un lugar en el que pudiera crecer como una enredadera… y Argentina, en este sentido, es un país que me trastorna”, dice ella tras los retratos y en un español casi perfecto. 

–¿En qué sentido lo piensa?, porque la Argentina es un país que trastorna a cualquiera...

–(risas) Bueno, en mi caso porque en Buenos Aires veo una mezcla de gran melancolía con gran alegría. Percibo una bipolaridad que me llama la atención, me identifica. Este es un país muy especial por la creatividad, la multiplicidad y la multiculturalidad que tiene. Es como si fuera la Nueva York de Sudamérica de tantas propuestas culturales que ofrece. Esto, más el sabor del dulce de leche, es admirable. 

El idilio de Alex con Baires se originó hace tres años, cuando vino por primera vez, guiada por el deseo de desarrollar un proyecto musical. “Llegué, olfateé como un lobo, y empecé a sembrar”, evoca sobre un arribo que se dio a través del percusionista cordobés radicado en París, Minino Garay. “Me enamoré de él, y aún lo estoy. Los dos estamos sembrando acá a full. Sé que la cosa está muy complicada, sí, pero en Francia también lo está, al igual que en varios países de Europa. Muchos amigos me dicen ¡¿qué estás haciendo acá?!”, se ríe. “Y yo les contesto que allá también hay que aguantar porque, además de las crisis económicas, también hay amenazas de atentados permanentes. La verdad es que tengo fe en la Argentina, porque es un país con muchos vaivenes… Es como un yo-yo, mientras allá, en Europa, cuando baja, baja por un montón de tiempo”, diagnostica.

 Polifacética e inquieta, Alex conoció a Garay en un cóctel privado. Dice que vio en él a un morocho alto con sonrisa de lobo que la conquistó, y que él vio en ella a una morocha alta, totalmente personal y también flasheó. “Minino me hizo conocer la música argentina. Yo no sabía nada de ella, y lo primero que escuché fue un chamamé, a través de Raúl Barboza, porque Minino estaba tocando en su grupo. Barboza me hablaba de la tierra sin mal y esas cosas, y yo no le entendía nada, pero de a poco fui sabiendo de él tanto como de cuarteto cordobés, porque Minino viene de ahí, e incluso ahora está por sacar un disco que mezcla esas raíces con jazz, y con músicas que tocó en los casi treinta años que lleva tocando en Europa.”

 –¿Cómo se manifiesta todo esto que cuenta a través de MerSi!, el disco que está por presentar en Buenos Aires?  

 –Fundamentalmente a través de la producción de un músico argentino como Pedro Giorladini, que puso mucha atención a todo lo que quise hacer. Me trajo músicos grosos como Franco Luciani, Juan Martín Medina, en fin, un montón de gente que, con mucho talento y generosidad, hicieron el disco conmigo.  

 MerSi! es una arriesgada parada electroacústica que se reparte entre temas medio balcánicos (“Boca con Boca”, por caso), con piezas militantes como la atrevida “El dedo”, que ataca al macho con un fuck you contundente o la baladesca “Locura de amor”. Temas que, en el vivo, Alex mezcla con postales parisinas del tipo “Je ne veux pas travailler” o el clásico de Edith Piaf “La vie en Rose”, ambas hechas a su manera, claro. “Lo primero que hice fue cantar clásicos franceses. Es cierto que mucha gente acá no entendía, pero se enganchaba conmigo a través de la emoción. Después le di una vuelta, dije que quería que la gente entendiera lo que estaba cantando, y así empezó el proceso de MerSi!

–Una de las ideas fuerza del disco es la lucha de género. Esto, seguramente, le abrió un gran canal de comunicación con sus congéneres de este lado del planeta.

 –Sí, porque yo estoy muy pegada a las chicas que están luchando por estos derechos. Cuando hice el clip de “El dedo”, quise mostrar la verticalidad de la mujer. A mí me encanta la horizontalidad, pero hay momentos en que la mujer tiene que estar vertical y esta fue la posición de apoyo a los pañuelos verdes, que inclusive aparecen en el video. Admiro todo lo que están haciendo las mujeres argentinas, hoy.