Una de las cosas que más me sorprendió desde los comienzos de mi práctica como psicoanalista es escuchar la gran cantidad de mujeres que habían sido abusadas. Estos actos habían sido cometidos por padres, padrastros, tíos, primos mayores, amigos de los padres, vecinos y otros.

Lo particular que verificaba en la mayoría de las situaciones es que había pasado mucho tiempo para que esas mujeres pudieran decir algo al respecto, a veces casi toda una vida.

Hoy, a partir de los relatos de Thelma Fardín, me parece importante esbozar algunas palabras acerca de algo que hace al fundamento del trauma en psicoanálisis: el tiempo.

En primer lugar, Freud nos enseña que lo traumático tiene que ver con la sorpresa, con lo imprevisto, con lo que irrumpe y para lo cual no hay manera de responder de forma inmediata. Por eso nos dice que la sexualidad siempre es traumática porque hay algo de lo sorpresivo, y es importante destacar que por más preparados que estemos para tal o cual acontecimiento, siempre su ocurrencia tiene efectos de sorpresa, por ejemplo: la primera menstruación en la niña o la primera eyaculación en el varón. 

Ahora bien, Freud nos transmite otro dato fundamental,  nos dice que es muy raro que un acontecimiento traumático despliegue algún efecto en forma inmediata; que en general se produce tiempo después y utiliza un término: nachträglich, que en los diccionarios se define como "posteriormente".

Esto explica cómo puede ser que algo que haya ocurrido hace mucho tiempo quede guardado e intacto, sin erosiones ni modificaciones, conservado tal cual. Por eso cuando se relata es vivido como actual.

¿Por qué alguien no responde en el momento?

Frente a esta pregunta encontramos hoy un argumento muy válido que tiene que ver con la época, se aduce que las mujeres de antes vivían muy sumisas a los hombres. Cosa que de hecho es cierta. Y que ahora las mujeres tenemos más herramientas para defendernos. En esto hay que elogiar los movimientos feministas que tanto han trabajado en pos de la liberación femenina.

Pero no es solo eso, creo que habría que agregar algo que es esencial e inherente al trauma: el agujero. Es Jacques Lacan quien nos enseña, a partir del término en francés troumatisme, que en la palabra trauma está el agujero: Trou. La violencia de lo traumático no solo tiene que ver con alguien que lo profiera sino con la perforación de nuestro escenario cotidiano, con algo disruptivo. Y entonces,  ¿qué sucede cuando uno se confronta con un agujero, con algo que está fuera de los recursos con los que contamos?  Aparece una angustia masiva o un sentimiento de perplejidad que nos deja sin palabras, sin los elementos simbólicos del lenguaje. El trauma es ese encuentro con lo que no hay. No hay cómo responder.

Pero tan nodal como esta pregunta es otra: ¿Qué hace que alguien decida hablar?

Una contingencia. Es decir algo imposible de calcular.

Es fundamental escuchar en cada singularidad qué fue lo que hizo que alguien pueda ponerle palabras a ese acontecimiento. Es a veces alguna sutileza, un fenómeno mínimo, algo simple que toca lo más profundo del ser y se convierte en la chispa para que lo silenciado salga a la luz.

Un análisis es una posibilidad para darle a ese acontecimiento traumático un lugar distinto,  algo así como la chance de hacer con eso otra cosa. Es un modo de abrir un nuevo camino que transforme el silencio en una nota nueva, o que inaugure una melodía distinta, como lazo vital que dignifique nuestra existencia.

*Psicoanalista, Miembro Escuela Orientación Lacaniana-Sección Rosario y Asociación Mundial del Psicoanálisis.