A pesar de que lleva unos años establecido en la capital argentina, Fran Saglietti aún hace alarde de su origen cordobés. “Lo llevo un poquito en la tonada, en el humor y en la calidez con la gente: ando a los abrazos con todo el mundo”, asegura el líder y alquimista de la banda antiguamente llamada Francisca y Los Exploradores, actualizada a Francisca y Les Exploradores. “Si existe una diferencia entre el público de Buenos Aires y el de allá, no pasa por la comprensión de mi música sino por la escucha. No es tan pasiva. Hay un acto de entrega ahí que el que está arriba del escenario lo entiende.”

Lo que también mantiene inquebrantable este icono del indie patrio es su naturalidad al momento de decir las cosas, al punto de que su lascivia puede ser incómoda para muchos. Y ese rasgo se traduce a sus canciones, especialmente a las de su nuevo disco, Hermafrodita, que apenas apareció, a fines de setiembre de este año, no pasó desapercibido. Todo lo contrario. “Soy franco, lo que me acompañó toda la vida y me trajo muchos problemas. Me gusta jugar, romper el molde, molestar. Me siento más cómodo con eso que careteándola.”

Si hay un disco que supo registrar la Argentina de 2018 fue Hermafrodita. ¿Lo encaraste así desde el vamos?

--En el rol de “cansautor”, me pegan las cosas y escribo desde ahí. Trato de que el momento en el que se inspira la canción sea lo más fresco posible. Si bien Hermafrodita lo trabajamos mucho, la realidad del país la podemos encontrar disimuladamente en otros discos, desde otra perspectiva. Gorila, que está en Ra (2015), apareció antes de que Macri ganara el ballotage. Mientras que Aspirina, incluido en Franco (2016), surgió en una época en la que la Argentina estaba súper pecadora y paranoica. Escribo sobre lo que me pasa, y sale con la masa.

Pero el tema Tan fuerte, que cierra el repertorio de tu flamante álbum, está inspirado en la marcha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito…

--Lauri, mi compañera (se refiere a la artista plástica y cantante Laura Hita, quien lleva adelante su proyecto Testarosa), se juntó con unas amigas para ir a la marcha. Ese día se caía el cielo y sentí una energía que las unía que no había visto nunca. Eso me conmovió, no es que quería escribir sobre el feminismo. Se dio en el living de mi casa. Me pareció muy fuerte esa imagen: ellas peleando por los derechos de otras. Pero la canción me trajo más problemas que seguidores. Por eso, estratégicamente, no sé cuán bueno estuvo. Pero banco esa parada. Me gusta lo que está pasando, desde dónde luchan, y que no haya una cara o un líder que te vaya a defraudar, sino un ideal que todo lo abraza. Me caso con eso.

Deconstrucción, patriarcado… ¿Cómo te llevás ahora con esos conceptos?

--Me pegan en todo sentido. Siempre que veo a una piba comprometida, interesada e instruida, me gusta preguntarle, discutir o de repente ponerme en lugares no tan políticos sino más reaccionarios. Me parece un tema muy delicado, y que también nos da mucha tela para cortar. Me siento un “machirulo” en recuperación, más que un feminista. La lucha y los objetivos del movimiento tienen un par de fines muy interesantes y claros, y me sumo a eso. Siento que estamos aprendiendo las reglas nuevas, escuchando al “otre”.

A propósito de esto, ¿por qué adoptaste el lenguaje inclusivo para rebautizar al grupo?

--Desde que nació la banda, siempre pensé en Los Exploradores o Les Exploradores no como los cinco chabones que se suben al escenario sino como la gente que se conecta con nuestra música de alguna forma, que va a un show, que disfruta de un video, se escucha un tema o saca una canción. Cuando comencé a leer sobre el lenguaje inclusivo, me empezó a cerrar por todos lados. Más que Francisca, yo me siento un explorador. Y también lo hice para meter el dedo en la yaga, para joderle la vida a los fachos. Me copa la rebeldía.

¿Existe algún concepto detrás del título del disco o también lo elegiste para provocar?

--Primero, me pareció una palabra hermosa. Ando coleccionado palabras toda la vida. Así que entré por ahí. A partir de eso, y de que la banda se llama Francisca y que el primer disco se tituló Barbuda (2014), me cerró a nivel conceptual. Leí que hermafrodita proviene de Hermafrodito, hijo de Hermes y Afrodita. Era un ser tan bello que, según la leyenda, en una vuelta se metió al río y el río se enamoró de él y se lo tragó para siempre. O más bien se hicieron uno. Me encantó ese misticismo. Luego empecé a inventar mis propios por qué. Siento que en un momento donde el hombre y la mujer se están separando tanto, ese ser viene a figurar la unión de estos dos polos que siempre tienden a alejarse. Es la frontera entre esta dualidad cósmica: el bien y el mal, la verdad y la mentira, el día y la noche.

Aparte del mito de Hermafrodito, ¿te documentaste o dialogaste con algún hermafrodita para ahondar en el tema?

--Lo mío es más poético o metafórico. No me interesa particularmente lo que sucede en los genitales de un hermafrodita. A un chabón que nació en Córdoba, hijo de un carnicero y de una profesora de geografía, de un barrio de clase media baja, no le dieron esa posibilidad de elegir. Quizá hoy sería un re puto, pero me reprimieron la cabeza a tal punto que no puedo. Soy un heterosexual con privilegios, como dicen las chicas. Es un poco esa necesidad de expresar esto que habita en mí, que nació con Francisca hace cinco o seis años, cuando empecé a hacer canciones, porque mi costado femenino es el que las hace.

La androginia también está latente en tu performance…

--Desde el look, me gusta romper y acercarme a ese lado. Las veces que me probé vestuarios nuevos, me vi re linda. Me encanta. No sabés las cosas que flasheo. Es muy loco porque te vas descubriendo en eso. No es algo tan premeditado. Nos marcan tanto el camino que esas limitaciones nos alejan de lo que quizá somos.

El invitado estelar de Hermafrodita es Fito Páez, quien a manera de regalo de cumpleaños a Fran, el pasado 23 de noviembre lo invitó a cantar en su show en el Gran Rex el tema que compartieron en su cuarto álbum de estudio, Villa Urquiza. “Esa canción, desde que nació, tenía la voz de Fito en la parte en la que él entra”, recuerda el artífice de 30 años, bajo el sol del mediodía, en una terraza añeja y de semblante español del barrio de Colegiales. “Justo en el momento en el que estábamos mandando a masterizar el disco, un amigo en común me dijo que le había mostrado una maqueta a Fito y que le había gustado. Pero pensaba que era imposible que sucediera. Sin embargo, una tarde, mientras volvía deprimido a casa en subte, luego de que me pasaran un montón de cosas de mierda, me llegó un audio suyo diciéndome que quería hacerlo. A dos días para definir la masterización, se dio mágicamente.”

El cordobés se atrevió incluso a desafiar su suerte: “Ese día caí una hora más tarde y Fito se lo tomó con el mejor humor. Pegó unos gritos hermosos y armonizó el final de la canción. Soy creyente de la sincronía universal, y creo que ese regalo me da la pauta de que estoy haciendo las cosas bien. A veces dudo... Somos muy ansiosos, siempre queremos más y nunca nos alcanza nada. Pensamos que los demás son mejores, y competimos. Y estas pequeñas cositas te dan la pauta de que estás donde tenés que estar.”

Estás en Buenos Aires y eso se siente en este trabajo. Al punto de que, además de Villa Urquiza, tenés otro tema que alude a la ciudad: Plaza Italia.

--En realidad ese tema se llamaba Jardín Botánico porque lo hice en una terraza en la que ensayaba donde, más que la Plaza Italia, que está al toque, eso era lo que se veía. Aunque una vez, caminando por Mendoza, vi que estaba también la Plaza Italia y recordé que en Córdoba hay otra. En México incluso existe una. Me gustaba la sensación de que el que lo escuchara sintiera que era la Plaza Italia de su ciudad. Y Villa Urquiza lo hice con Lauri, con quien vivo hace cinco años ahí, y estando en Europa comenzamos a extrañarlo. Me encanta ese barrio, las veredas grandes, los árboles, es como que tiene una energía medio de pueblo. Lo que me alivia mucho porque soy provinciano. Si bien viví en San Telmo y Almagro, finalmente encontré mi lugar de pertenencia.

Al igual que la mayoría de los discos locales que aparecieron en 2018, el tuyo no sobrepasa la media hora de duración. ¿A qué se debió en tu caso?

--Le tengo mucho miedo a ser verborrágico. Es una de las razones por las cuales el rap aún no entró en mi vida. Prefiero una frase que te saque la data entera a que sea un choclo. Mis discos tienen entre 20 y 30 minutos. Si bien grabamos once canciones, este trabajo tiene ocho. Pero pronto saldrá un single, Superhombre, en el que canta Santi Motorizado. Se lo hice a él porque lo amo, es una fuente inagotable de inspiración. Nos dio vida a todos los indies. Además estará en la edición en vinilo de Hermafrodita como bonus track. Hay dos canciones más que no quedaron porque sentía que ofrecen una oscuridad interesante que no maneja el disco, por lo que las sacaré como un single doble. Se trata del artista adaptándose a la forma de escuchar música de los milénicos.

Si la tenías tan clara, ¿por qué llamaste a Gonzalo Aloras para que te produjera el disco?

--No la tenía tan clara. Si escuchás las maquetas, no sabía cómo íbamos a hacer que las canciones congeniaran. Él le dio unidad al repertorio y me ayudó a desligarme de algunas decisiones. Lo que sí quería desde el vamos es que tuviera más contenido electrónico. Franco fue más orgánico, podía haber sido grabado en el living de una casa sin electricidad. Pero estoy más curioso con los sintetizadores y las máquinas de ritmo, tras escuchar American Dream de LCD Soundsystem. Fue todo un referente para nosotros. Gonza siempre estuvo cerca de mis discos y es una persona a la que admiro como músico: Hermafrodita no hubiera sido lo que es sin su aporte.

Como cantautor, ¿desde qué lugar te asumís? ¿Cronista? ¿Poeta? ¿Estás buscando aún tu identidad? ¿O todo esto es muy caduco en la 3.0?

--Me gusta lo de cronista, pero hay muchas cosas personales. Ahí es cuando trato de dibujarlo con la poesía. Me hago cargo de mi subjetividad y de querer maquillar las palabras. Pero últimamente busco ser más directo, y eso lo aprendí de algunos otros “cansautores”, entre los que destaco a Andrés Calamaro. Me copa su frescura, y eso es todo un desafío. Para mí El invierno es un lindo gancho del disco: tiene otro color y lo hice con un compositor de Balcarce llamado Nicotina. Eso es novedoso en este trabajo. Hay tres o cuatro canciones que laburé en coautoría, y eso no me pasaba desde que lo hice con Adrián Dárgelos.

Cuando terminás una canción, ¿sentís que soltás o es el comienzo de algo?

--Sentís una re liberación. Me gusta la etapa de salir a compartirla: ahí es cuando se inventa todo, y una imagen del público te hace comprender todo desde otro lado.