Jair Bolsonaro carraspeó, se rascó la oreja derecha y acomodó unos papeles ante la cámara. Como la hace de manera habitual, buscó llegar a sus interlocutores en forma directa, sin intermediarios ni debate. Ese estilo que ya había mostrado en la campaña electoral lo utilizó ayer para anunciar que “dentro de la legalidad y la democracia” hará todo lo posible “contra Cuba y Venezuela”. En una intervención que le llevó 11 minutos por su canal de Facebook y durante la que se refirió sobre todo a asuntos internos de Brasil, el presidente electo les dedicó esas palabras inamistosas a los dos países latinoamericanos. Como para que no quedaran dudas de que también se dirigía a los jefes de Estado Miguel Díaz Canel y Nicolás Maduro, dijo que no los invitaría a su toma de posesión el 1º de enero en Brasilia. Esto motivó un papelón diplomático ya que el Palacio de Itamaraty había cursado al menos la invitación a Venezuela que ahora el ex militar retiró.
El canciller de la República Bolivariana, Jorge Arreaza, hizo evidente la cuestión cuando escribió en su cuenta de twitter: “Aquí pueden leer las 2 notas diplomáticas oficiales enviadas por las autoridades brasileñas invitando al Gobierno venezolano y al Presidente @NicolasMaduro a asistir a la toma de posesión de @jairbolsonaro”. Uno de los textos en español –el otro está escrito en portugués–, fechado el 28 de noviembre pasado, dice: “La embajada tiene el honor de transmitir la invitación del gobierno brasileño a su excelencia, el señor Nicolás Maduro Moros, presidente de la República Bolivariana de Venezuela a asistir a la ceremonia de toma de posesión en la capital brasileña…”
El gobierno de Caracas rechazó el 12 de diciembre la posibilidad de viajar a la asunción de Bolsonaro. Según Arreaza “Venezuela no asistiría jamás a la toma de posesión de un presidente que es expresión de la intolerancia, del fascismo y la entrega a intereses contrarios a la integración latinoamericana y caribeña”. El futuro canciller brasileño, Ernesto Araujo, respondió días después que “no hay lugar para Maduro en una celebración de la democracia y la voluntad popular brasileña. Todos los países del mundo deben dejar de apoyarlo y unirse para liberar a Venezuela”.
La cumbre de esta escalada la alcanzó Bolsonaro cuando en su video llamó “dictador” al presidente venezolano y también a su colega Díaz Canel. El mismo político que dijo el 28 de septiembre pasado que no aceptaría el resultado de las elecciones en Brasil si las perdía.
Ayer el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla en su recién estrenada cuenta de Twitter se refirió a la conflictividad en ascenso entre su gobierno y el presidente electo brasileño. Sobre el hashtag “mais médicos” que alude a los profesionales que trabajaban en misiones internacionalistas en Brasil y Cuba retiró, escribió: “Bolsonaro miente. Todos son médicos reconocidos. Casi todos retornaron. ¿Dónde están los ‘nuevos médicos’ contratados? No discriminen familias brasilero-cubanas. Lula libre. No Bolton- aros goebbelianos. No neoliberalismo/neofacismo”.
Las relaciones diplomáticas entre Brasilia y La Habana-Caracas empezaron a tensarse con la victoria electoral del militar ultraderechista. Sus críticas a los 11 mil médicos cubanos que desempeñaban tareas en los lugares más alejados e inhóspitos de Brasil fueron el punto de partida. A eso siguieron sus diatribas contra el comunismo y el gobierno de Díaz Canel. Bolsonaro se alineó detrás de Estados Unidos y eso anticipa que en el futuro intentará votar negativamente la resolución que todos los años se aprueba en Naciones Unidas contra el bloqueo a la isla. En ese ámbito, Cuba viene derrotando diplomáticamente a EEUU y su aliado incondicional Israel desde hace décadas y nada cambiará porque se modifique el voto brasileño en 2019, algo que podría descontarse con el ex militar ocupando el Palacio del Planalto.
El presidente electo es posible que afronte un foco de conflicto con los cuadros de la diplomacia de Itamaraty. En una entrevista publicada en esta misma sección el 30 de octubre pasado, Jair Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos brasileño (MJDH), señalaba: “Yo creo que la diplomacia es un sector del funcionariado público brasileño muy bien ubicado y pienso que impedirá las barbaridades que Bolsonaro está anunciando. Itamaraty siempre fue muy competente y va a lograr frenarlo”. Su visión está por verse.
El hombre que escogió el presidente electo para liderar la política exterior ya definió qué impronta le dará a su tarea: “Quiero ayudar a Brasil y al mundo a librarse de la ideología globalista. Globalismo es la globalización económica que pasó a ser comandada por el marxismo cultural”, se presentó en su blog “Metapolítica 17: contra o globalismo”. Diplomático con una trayectoria de 29 años en la Cancillería, Araujo es el actual director del Departamento para Estados Unidos, Canadá y Asuntos Interamericanos. Pero nunca fue designado como embajador en ningún país.
Bolsonaro lo eligió por consejo del astrólogo y periodista Olavo de Carvalho, el gurú de la extrema derecha brasileña que el propio presidente electo hubiera perseguido cuando revistaba en el ejército porque militó en el Partido Comunista en los años ‘60. Pero se desencantó de esa ideología y hoy es un ferviente anticomunista. En 2005 se radicó en Estados Unidos después de que Lula ganara las elecciones. El país cuyo presidente, Donald Trump, es el modelo a seguir por el gobierno que se instalará en Brasilia el 1º de enero.